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El Garona ruge en La Vall d’Aran

Más de 400 personas son evacuadas al desbordarse los ríos de la comarca El deshielo y la lluvia persistente arrancaron varios puentes y casas

“Prefiero morir antes que tener que pasar por lo mismo”, lloraba ayer Eugenia Estampa, de Casa Broto de Vielha, mientras miraba de reojo a las desafiantes aguas del río Nere, que a unos centenares de metros más abajo desemboca en el Garona, el otro río que atraviesa de norte a sur La Vall d’Aran y que ayer se desbordó en varios puntos provocando situaciones de máximo riesgo durante su recorrido.

A Eugenia, que vive en el casco antiguo de la capital aranesa, con las paredes de la vivienda de tres plantas pegadas al muro del Nere, que baja canalizado en el tramo urbano, la riada del otoño de 1982 se le llevó la casa y le dejó con lo puesto. “Fue la única casa arrasada por el río”, recuerda mientras no puede reprimir el llanto. No puede soportar los recuerdos asociados a aquel episodio. Entonces, tenía una niña con siete meses y lo perdió todo. Se quedó sin biberones, ni pañales, ni papillas. El agua se lo llevó todo.

"No tenemos luz ni gas”, se lamentaron los dueños de

Eugenia, 31 años después, aún vive con el miedo en el cuerpo. En su memoria todavía perduran los recuerdos y ver crecer por momentos el nivel del río le produce verdadera angustia. “Tuve que volver a empezar de nuevo y no recibí la ayuda de nadie”, señala; “tardé 12 años en reconstruir la casa, pero lo peor de todo es que mi marido murió al poco tiempo a causa del disgusto que tuvo”.

Cientos de vecinos de La Vall d’Aran también vivieron ayer con el corazón encogido por el desbordamiento del río Garona a su paso por el centro de varias localidades. El episodio de lluvias y el deshielo de la nieve acumulada en las montañas provocaron situaciones límite que recordaron las vividas hace 31 años, cuando una crecida del mismo río tuvo consecuencias catastróficas.

El atronador ruido de los ríos Garona y Nere, que rugen a su paso por Vielha, amedrenta. Sus embravecidas aguas abandonaron el cauce en numerosos puntos buscando espacios inhabituales, mordiendo las laderas de la montaña y llevándose puentes y varias casas, que afortunadamente no estaban habitadas.

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La noche se presumía complicada, sobre todo para los que viven cerca del Garona. Las autoridades locales aseguraban tener la situación bajo control, pero al mismo tiempo temían por lo que pueda llegar si se confirman las predicciones meteorológicas que anunciaban nuevas lluvias. “Si el nivel aumenta solo 20 centímetros, los efectos pueden ser catastróficos”, declaró Carles Barrera, síndico del Aran y máxima autoridad política del valle.

“Cada primavera hay riadas como consecuencia de los deshielos, pero una tan espectacular como esta no la había visto nunca”, comentó Barrera antes de dirigir sus críticas hacia la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), organismo responsable de las cuencas de la zona por no mantener en condiciones los cauces de los ríos. “Nos han denegado reiteradamente los permisos para limpiar la vegetación. Si estuvieran limpios las consecuencias serían menores”, añadió con enojo.

La situación de los ríos mejoró a última hora de la tarde, pero el peligro no desapareció. El panorama general del valle no era demasiado alentador, hasta el punto de que quedó fraccionado en tres partes, todas ellas incomunicadas entre sí por carretera y también telefónicamente al quedarse muchas zonas sin cobertura. Las consecuencias de esta riada fueron devastadoras. Más de 400 personas fueron evacuadas de forma preventiva, aunque no hubo que lamentar daños personales.

A la capital Vielha, situada en el centro del valle, solo se podía llegar a través del túnel de Vielha. La carretera N-230, que comunica con las poblaciones del Bajo Aran como Les y Bossòst, quedó cortada al tráfico de vehículos a la misma salida de Vielha, lo mismo que la que comunica con el norte, donde está la estación de esquí de Baqueira.

Esta riada alteró la vida de la población aranesa en muchos aspectos. Los colegios no abrieron sus puertas y hoy tampoco lo harán. Muchos vecinos se quedaron sin suministro de gas y electricidad, lo que obligó a cerrar varios hoteles y restaurantes y anular las reservas. El hotel Acevi Vall d’Aran, de Vielha, tenía previsto abrir el viernes, algo que no hará porque los sótanos quedaron inundados. “No tenemos luz ni gas. No sabemos cuándo podremos abrir”, se quejaron sus responsables.

 

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