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EL DOBLE CRIMEN DE BILBAO

El falso maestro shaolín está mentalmente sano

El supuesto asesino de Bilbao vive frente a un bar que frecuentaban sus dos víctimas

Juan Carlos Aguilar, el falso maestro shaolín, en una imagen de su web.
Juan Carlos Aguilar, el falso maestro shaolín, en una imagen de su web.EL PAÍS

El falso maestro shaolín está mentalmente sano, de acuerdo con el atestado policial de la Ertzainta. El informe no refleja que Juan Carlos Aguilar padezca enfermedades psiquiátricas, y solo menciona el tumor cerebral que asegura que se le había diagnosticado hace dos años, según fuentes jurídicas.

Aguilar fue detenido el pasado domingo en Bilbao cuando, alertados por los vecinos, los agentes le encontraron en el interior del gimnasio que regentaba, donde había arrastrado a una mujer para golpearla hasta dejarla en coma. La víctima falleció este miércoles en el Hospital de Basurto. Aguilar confesó en la comisaría que su intención era matarla y que ya había asesinado días antes a otra mujer. Los agentes registraron el gimnasio y la vivienda del presunto asesino, donde encontraron los restos descuartizados de la otra víctima. La investigación continúa y la policía vasca trabaja ahora con la hipótesis de que el falso maestro shaolín haya podido matar a otras mujeres antes de cometer estos dos crímenes.

En paralelo a este nuevo dato sobre el supuesto asesino de Bilbao, hoy se ha conocido que Juan Carlos Aguilar vive enfrente de un pub que solían frecuentar sus dos víctimas, Jenny Sofía Rebollo y Maureen Ada Otuya, según una clienta del local, quien ha afirmado que conocía a las dos mujeres de verlas en el establecimiento. El local se encuentra ahora cerrado por el Ayuntamiento de Bilbao por sanciones administrativas. "Las veces que he ido a tomar algo las he visto. Es un bar normal, no es ningún bar de chicas de alterne", ha precisado. 

Según el testimonio de la clienta del bar que conocía a las dos víctimas, estas no se conocían entre sí porque Jenny Sofía Rebollo, la colombiana, iba habitualmente sola y nunca la ha visto hablar "con ninguna persona de color", en referencia a la otra víctima, de nacionalidad nigeriana. Preguntada si en el mismo local había visto alguna vez al asesino, ha respondido que las veces que ella ha acudido al local no le ha visto, pero que igual a él le sería fácil ver a las chicas desde su vivienda, ya que vivía enfrente.

Por ahora, a Aguilar se le acusa de dos asesinatos. En el caso de Maureen Ada Otuya parece acreditado que hubo alevosía y habrá que determinar si han concurrido también otras circunstancias agravantes como el ensañamiento. En caso de que haya dos agravantes, se trataría de asesinatos "cualificados", los más graves, que conllevarían cada uno de ellos la pena de 20 a 25 años de prisión. De ser calificados como homicidios, la condena podría ser de 10 a 15 años de cárcel por cada uno de los delitos. Tampoco se le podría acusar de otros delitos como el de detención ilegal.

La familia de Jenny ha confirmado que hace unos días en la última llamada que realizó a la casa de su madre en Colombia estaba "muy contenta" porque le habían ofrecido trabajar en un gimnasio como masajista. Sus conocidos sospechan que podía había sido Aguilar el que había contactado con ella para ofrecerle el trabajo como señuelo para asesinarla. Jenny Sofía Rebollo, de 40 años y natural de la ciudad de Montería (Colombia) no había llamado en los últimos días a su madre, Benicia Tuirán, a la que telefoneaba asiduamente. Tras varios días de "presentimientos negativos y pesadillas nocturnas", Tuirán supo este miércoles por los medios de comunicación que la mujer colombiana asesinada en Bilbao era su hija. Jenny Sofía Rebollo, natural de la ciudad de Montería, capital del Departamento de Córdoba (Colombia), se había criado en el barrio de La Granja de Montería junto a su madre y sus otros tres hermanos, y se ganaba la vida como peluquera.

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Yira Rebollo, su hermana, ha relatado que la última vez que ésta habló con ellos fue el 21 de mayo, cuando les comentó que había encontrado trabajo en un gimnasio de yoga y que pronto tendría un salario fijo para mandarle dinero a su madre. "Mi hermana siempre estaba feliz, charlaba con nosotros y reía mucho. Ella era una mujer especial. Siempre pensando en el trabajo. Ella me enseñó a trabajar el arte del esteticismo. Siempre fue nuestro apoyo", asegura Yira en unas declaraciones publicadas por el Meridiano de Córdoba. La familia empezó a preocuparse cuando dejó de llamar con la frecuencia que acostumbraba, cada tres o cuatro días, para preguntar por todos y, en especial, por su hijo, de seis años, al que había dejado con su madre en Montería.

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