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La Capitana baila de nuevo

La Virreina expone las últimas fotografías de Carmen Amaya realizadas por Colita y Julio Ubiña en 1963

José Ángel Montañés
Fotografía tomada durante el rodaje de Los Tarantos, de Rovira Beleta.
Fotografía tomada durante el rodaje de Los Tarantos, de Rovira Beleta.

“Deslumbramiento”, eso es lo que sintió la fotógrafa Colita cuando vio a la bailaora Carmen Amaya bajar del avión en el aeropuerto de El Prat que la traía de México. Con el cabello recogido, gafas de sol, abrigo de astracán y un enorme cesto de paja, La Capitana, como la llamaban los suyos, volvía a España para rodar su última película: Los Tarantos, de Francesc Rovira Beleta, un filme de amores trágicos a lo Romeo y Julieta en el mundo gitano en el que compartió el papel protagonista con Antonio Gades.

Temperamental, enérgica, de pequeña estatura, piel oscura y ojos penetrantes. La fuerza con la que bailaora barcelonesa Carmen Amaya taconeaba cautivó al mundo entero. Colita, 50 años después, todavía se emociona al recordar cómo la bailaora se arrancó en uno de sus bailes durante el descanso de la película “y nos hizo llorar a todos. Había visto flamenco, pero eso era único”. Los meses del rodaje en la ciudad de Barcelona, sobre todo en los barrios de barracas de Montjuïc, Camp de la Bota o el Somorrostro donde Amaya había nacido (quizá en 1913, o bien en 1918, como apuntan algunas biografías), su última actuación en un repleto Palau de la Música, pero también los últimos meses de vida en la localidad de Begur (Girona), desde el mes de agosto hasta noviembre de 1963, cuando falleció. Esos son los instantes que aparecen en el medio centenar de fotografías, tanto de Colita como de Julio Ubiña, realizadas en blanco y negro, con luces y sombras acentuadas, que aumentan el dramatismo de los gestos.

Coincidiendo con la exposición, Libros del Silencio y el Ayuntamiento de Barcelona han reeditado el libro que vio la luz en 1999, que lleva el mismo título que la muestra

Las imágenes, muchas de ellas icónicas de la flamenca, pueden verse hasta el 7 de julio en el Palau de la Virreina dentro de la exposición, Carmen Amaya 1963. Taranta. Agosto. Duelo. Ausencia, comisariada por Fernando Peracho y enmarcada dentro de la celebración del Año Carmen Amaya que justo ahora acaba de comenzar.

Muchos de los que asistieron al rodaje de la película, que acabó siendo candidata a los Oscar de Hollywood en 1963, siguieron a la bailaora a la localidad de Begur, donde tenía una casa. “Habíamos conocido a una diosa, y no queríamos que se acabara”, recuerda Colita que por aquel entonces tenía 22 años. “Carmen era muy seria cuando trabajaba, porque no era una vedette, ni una pantoja, ni una mujer escandalosa, pero tenía mucho sentido del humor y era muy humilde y de una gran calidad humana”, explica, cuando se le pregunta por su semblante la mayoría de las veces serio que aparece en las fotografías. La fotógrafa recuerda que el último baile de Amaya fue el 24 de agosto, en una actuación en beneficio de Begur, “para unas ambulancias o iluminar el castillo, no lo recuerdo” y que “no pudo acabar unas alegrías”.

Las imágenes más dramáticas son las de Ubiña, que realizó “en exclusiva” ya que era amigo del payo Juan Antonio Agüero, marido de Amaya. “Fueron muchos los que quisieron fotografiarla al final de su vida, pero solo lo consiguió él; uno de los mejores fotógrafos del momento, todavía no reconocido, el que lo consiguió”, explica Colita. Ella no pudo asistir porque estaba rodando una película en Port de la Selva “y el Sindicato Vertical no me dio permiso. Para una amiga no lo daban”, se lamenta después de tantos años.

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Las manos de la bailaora, una vez fallecida, por Ubiña.
Las manos de la bailaora, una vez fallecida, por Ubiña.

Sorprende ver en una de las imágenes su cuerpo, sin vida, envuelto en un sudario blanco en una sencilla cama de una habitación casi desnuda, rodeada por los suyos, como su madre o su marido. Colita no esconde su rabia cuando explica que a los dos años Agüero se llevó su cadáver para enterrarlo en Santander. “Ella quería estar enterrada en Begur, se la llevaron con nocturnidad y alevosía”, asegura.

Tras su muerte, Colita se impuso “la responsabilidad de llevar su nombre a todos sitios, porque la muerte definitiva es el olvido, y los fotógrafos luchamos contra eso. La exposición que se inaugura hoy es un homenaje visual a Carmen Amaya”. Coincidiendo con la exposición, Libros del Silencio y el Ayuntamiento de Barcelona han reeditado el libro que vio la luz en 1999, que lleva el mismo título que la muestra, pero con una aportación nueva: una breve biografía escrita ahora por Ana María Moix, titulada El Marlboro de La Capitana, en el que reconstruye el camino que la llevó desde los sórdidos locales del barrio Chino barcelonés a Estados Unidos, donde, desde 1941, realizó una gira que duró 11 años, aunque la primera vez que intentó entrar en el país, fue deportada, junto a su conjunto a Cuba, tras negarle el visado por no saber leer y escribir.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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