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Un Espanyol de manual

El área del fútbol base, empecinada en remodelar el ADN blanquiazul, creará para el próximo curso normas de preparación física y táctica, además de comportamiento y educación

Jordi Quixano
Morales y Lardín, en el campo del Espanyol.
Morales y Lardín, en el campo del Espanyol.carlos mira

Atravesado el acceso principal de la ciudad deportiva del Espanyol, se alcanza el área de los futbolistas y trabajadores, salvaguardada por unos porticones automáticos adornados por el escudo blanquiazul y una frase que aspira definir al club de ahora y, sobre todo, del futuro: La força d’un sentiment. Se trata de un vínculo emocional, una consecuencia lógica del ADN que se pretende refrescar en todas las esferas formativas del club. De ahí que cada miércoles por la mañana el director deportivo, Óscar Perarnau, se reúna con el coordinador del fútbol base, Jordi Lardín, y con su responsable económico, Ángel Morales. “Nos ponemos al día”, apunta Perarnau. “La comunicación es fluida y productiva, por lo que también un miércoles al mes nos reunimos con el director de la ciudad deportiva, Eloy Pérez”, interviene Morales. Reuniones donde también se retoca y configura el nuevo manual que cada equipo aplicará desde el primer día de pretemporada del curso próximo. Normas de comportamiento, educación, táctica, técnica, preparación física... “Se remodelará todo porque queremos ser la mejor cantera”, advierte Lardín. “Y entre junio y julio se hará una convivencia de los entrenadores con dossiers y PowerPoints para explicar los puntos a seguir”.

“Ahora se quiere antes un Maserati que ser futbolista de Primera”, se lamenta Jordi Lardín

Desde 2001 que los campos donde se entrenan los equipos del fútbol base son de césped artificial. Y desde entonces se repiten los partes médicos con lesiones de rodilla. “Por eso, una norma básica que aplicaremos el año que viene es que todo el mundo utilice botas de turf \[hierba sintética\]. ¿Lógico, no?”, cuestiona Lardín. Un pequeño ejemplo de lo mucho que se quiere refrescar el manual, impulsado por el DEPI, Departamento de Perfeccionamiento Interno. “Aunque cambiaremos la nomenclatura el año que viene”, apunta Morales. “Un departamento que se reunirá semanalmente con preparadores y jugadores, y valorará lo físico, técnico, táctico y psicológico”, cuenta Lardín; “porque el objetivo es remodelar el ADN del Espanyol”.

Las normas van dirigidas a todos. Así, a los técnicos se les exigirá pautas de entrenamiento. “Unos 15 ejercicios, por ejemplo, de potencia, velocidad, resistencia...”, explica Morales. “Le marcaremos microciclos a seguir”, revela Lardín; “pero sin privar la imaginación porque podrán inventar ejercicios. Pero si el encargado del DEPI ve que no se adecua a lo que buscamos, pues se le dirá que no funciona”. Y todos, desde el Infantil B hasta el Juvenil A —“a partir de ahí ya solo interesa que sea rendimiento puro”, argumenta Lardín—, deberán utilizar el mismo sistema táctico, que se decidirá cuando se configuren las próximas plantillas, sin importar el esquema del primer equipo. “Sea cual sea el equipo, se pretende un Espanyol reconocible”, subraya Morales. “Equipos con centrales que saquen el balón, laterales largos, siempre con la idea de la posesión...”, amplía Lardín; “pero también es importantísimo incidir en la educación y los estudios, asunto que está un poco flojo, como en el resto de la sociedad”.

Faltar a clase, una semana sin jugar; expulsado, dos; y fiesta indebida... despido

La residencia Túrbula —donde viven los chavales que llegan de fuera— envía cada semana un informe con la asistencia de los chicos a clase, posibles incidencias y notas, aspecto que también se reclamará a todos los padres el año que viene. Y, aunque alguna multa ya está en práctica, se redefinirán las sanciones deportivas. “El que no va a clase no juega el domingo”, desvela Morales. “Si los expulsan de clase, dos semanas de castigo. Y si llegan tarde dos noches a la residencia, los mando para su casa”, abunda Lardín; “estudiar y jugar es lo único que tienen que hacer”. El escarmiento económico, sin embargo, lo pone cada entrenador, que suele utilizar el dinero para comprar balones nuevos.

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Por todo ello, a más de uno se le revuelve el estómago en el área de formación cuando ven entrar a según qué jugadores a la ciudad deportiva con unos coches que quitan el hipo, de gama alta y llamativos. “El jugador ha perdido el hambre de querer ser futbolista; se tiene mucha prisa por ganar dinero. Y eso que ahora se paga mucho mejor que en nuestra época”, señala Morales. “Se quiere más un Maserati que llegar a Primera. Por eso nos gustaría poner límites a los del primer equipo. Pero no podemos. Aunque está claro que es más sano ver a uno que entra con un Golf que con un Cayenne”, remarca Lardín; “quizá lo consigamos con los del filial”. Ya se verá, en cualquier caso, en el nuevo manual.

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