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Bailando los lunes

Las sesiones Nasty Mondays cumplen ocho años agotando siempre las entradas

Lunes. Día de la semana reconocido como el más infausto en occidente. Una larga cola se apuesta en la entrada del Apolo. La conforman jóvenes que recuerdan botellas de cava agitadas con sus burbujas presionando el tapón. Todos lucen sus mejores pinturas de guerra. Es medianoche. Se franquean las puertas y la sala se abre a los danzantes como huríes a los creyentes. Resulta irrelevante que el día siguiente, en puridad hoy, sea martes, día de la semana reconocido como el segundo más infausto en occidente. ¿Un milagro? No, es Nasty Mondays, la sesión de baile más concurrida de Barcelona. Desde hace ocho años, recién cumplidos. Una eternidad de lunes.

Que se trate del primer día de la semana no es perceptible en el interior del Apolo. Mientras la sesión calienta motores, el público va entonándose atendiendo a dos personajes que pinchan con tino aunque sin excesiva técnica canciones de ayer y de hoy con el marchamo de ser más de ayer que de hoy. Son Madmax (Buenos Aires, 1972), tatuado tal que un motero de Hijos de la Anarquía y Soren (Barcelona 1972), cuya mirada de predador nocturno no pierde detalle de lo que ocurre en la sala. Ambos brincan, patean el suelo, se interpelan y hacen del poner discos todo un espectáculo. Pero ¿qué ponen? “Desde que iniciamos las sesiones marcamos una personalidad rockera que con el tiempo se ha ido perfilando. Ahora ya no sólo ponemos rock clásico y alguna pieza de heavy metal, sino también el rock y el rock electrónico que hoy hacen muchas nuevas bandas”, responden solapando sus palabras. Sí, en la sesión más moderna de la Barcelona más moderna puede sonar Black Sabbath. ¿Pero no estábamos en el futuro?, “lo estamos”, dice Madmax mientras un poco de sudor le perla el tatuaje que lleva en la comisura de ambos ojos, “a los chavales les gusta rastrear los orígenes y raíces de lo que escuchan, y esa es parte la música que ponemos”. ¿Y las chicas?, “se motivan con voces femeninas como por ejemplo con The Runnaways”, dice Madmax. Ser moderno es volver a lo clásico. Un atisbo de esperanza para los viejos.

Pero las cosas cambian. En la pista la gente no sólo baila, bebe e intenta ligar, actividades atávicas de una noche que parece sólo haber cambiado las etiquetas (discoteca es club, ligar interactuar y juerga es sesión), sino que además todo se hace móvil en mano. Madmax y Soren no se sienten ninguneados por el protagonismo de estos dispositivos que incluso sirven para hablar por teléfono: “el público busca el título de las canciones, hace fotos a la chica con la que quiere entablar relación y se envían mensajes”, dice Madmax, quien al callar parece dar la señal a Soren para que él apostille, “y no sólo eso ha cambiado con respecto a nuestros inicios, sino que ahora todo se consume con mucha más velocidad, una pieza de dos años ya es vieja y si pinchamos con CD como en nuestros comienzos los hay que nos miran mal, porque hoy se pincha con lápiz de memoria y ordenador”, remata. Aún con todo, el futuro, creen, puede que retorne al vinilo “lo que para nosotros es un engorro porque habríamos de cargar con mucho más material que un disc-jockey de electrónica, cuyas piezas son más largas y, lógicamente, necesita menos discos”, razonan. Concluida la sesión, que una vez más ha agotado las entradas dejado a bailarines en la puerta sin poder entrar, la Guardia Urbana tiende un cordón hasta el metro para que el público no se disperse y despierte a los que están a punto de despertarse. Son las cinco de la mañana del martes.

Jueves. Poblenou. Sede de Nasty Mondays, un antiguo local fabril con tejado a dos aguas. Una hermosa colección de Vespas clásicas, Harleys y algún millón o petaco —llámeselo pinball para no parecer Homero— decoran el lugar. Una docena de jóvenes trabajan frente a otros tantos ordenadores. Madmax y Soren hacen planes con Chimo Agustina, responsable promocional a quien ellos llaman “La Sombra” y responsabilizan de un crecimiento que ha llevado a Nasty Mondays del Fellini al Apolo pasando por el Sidecar y el Fonfone. Soren representa a marcas de skate y de surf, lo que permite que Nasty Mondays proyecte un modo de vida aliado de aceras y olas: “conectamos con una comunidad muy core, como se dice en el skate. No somos Pacha, con todos los respetos, no somos empresarios nocturnos, no somos simples nocheros, somos como nuestro público, somos comunidad”, afirman orgullosos. Sus actividades se han ampliado a los martes "Crappy Tuesdays" y a los jueves con las sesiones “Cupkaces” de música ochentera. Una emisora de radio en la red amplificará aún más las actividades de Madmax y Soren, encantados de haber conseguido mediante música y monopatín frustrar los vaticinios paternales de fracaso sustanciados en frases como “¿ya estás otra vez con tu musiquita y tu patín? Pues sí. Cada lunes.

 

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