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Kurt Weill ‘baila’ en el Liceo

El coliseo barcelonés estrena ‘Street Scene’, una mezcla de comedia musical de Broadway, recursos del gran jazz y el opulento estilo operístico de Puccini

Un momento de la representación de la ópera de Weill.
Un momento de la representación de la ópera de Weill.KEITH PATTISON

En 1946, mientras los juicios de Nuremberg mostraban al mundo los horrores del nazismo, Kurt Weill, el compositor que había revolucionado el teatro musical alemán junto a Bertold Brecht, intentaba coronar su década de éxitos en los teatros de Nueva York dando forma, más allá de las convenciones del musical, a una auténtica “ópera americana”. Con esta voluntad nació Street Scene (Escena de calle), una ambiciosa partitura, con libreto del dramaturgo Elmer Rice, basado en su obra homónima, que ganó el Pulitzer, y la colaboración del poeta de color Langston Hughes para las letras de las canciones. Capaz de conjugar con maestría recursos del jazz, comedia musical de Broadway y la opulencia pucciniana, Street Scenese estrena mañana en el Liceo en un montaje dirigido musicalmente por Tim Murray del que se ofrecen solo cuatro funciones hasta el 5 de marzo.

La mejor forma de acercarse a esta ópera en dos actos, estrenada en 1946 en Filadelfia y al año siguiente en Broadway, en el mítico Adelphi Theatre, es olvidar las etiquetas, pasar de discusiones bizantinas sobre su identidad lírica —¿es ópera o musical?— y disfrutar con los incuestionables logros de una partitura que sorprende, precisamente, por su voluntad de dar alas a una ópera genuinamente americana. Y el montaje que presenta el Liceo, con dirección escénica de John Fulljames, coproducido por el londinense Young Vic y The Opera Group, pone el acento en esa genuina identidad lírica.

La ópera ganó el primer Premio Tony de teatro musical en el año 1947

No deja de ser una curiosa paradoja, como señala el actor y director teatral Josep Maria Pou en un magnífico artículo del programa de mano del Liceo, el hecho de que Street Scene, “el musical que no es un musical porque se pretende ópera”, ganara en 1947 la primera edición de los Premios Tony de teatro como mejor musical del año. Si añadimos que nunca más se representó en Broadway y que cuando volvió a escena, en 1959, lo hizo en una nueva producción de la New York Opera City, hay que reconocer que estamos ante una obra peculiar.

La acción transcurre en un viejo edificio del Lower East Side de Manhattan habitado por etnias diversas: inmigrantes irlandenses, polacos, alemanes, italianos, judíos y suecos que malviven en minúsculos apartamentos, sufriendo el calor agobiante del verano neoyorquino. Weill plasma musicalmente la atmósfera de un drama político-social, un retrato coral (23 personajes cantados y 12 hablados) que centra la trama en un cuarteto.

Anna Maurrant, papel de gran envergadura, asignado a una soprano dramática, morirá asesinada por su violento y celoso marido, Frank Marrant (bajo), convencido de que su mujer tiene un lío con el lechero del barrio. El contrapunto emotivo y la esperanza en un futuro mejor lo acaba poniendo la hija del matrimonio, Rose (soprano lírica) y su pretendiente, el infeliz Sam Kaplan (tenor). En el montaje liceista, Sarah Redgwick, Geof Dolton, Susanna Hurrell y Sam Kaplan dan vida al cuarteto protagonista, al frente de un extenso reparto bajo la batuta de Tim Murray, al frente del Coro Vivaldi, la orquesta y el coro del Liceo.

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El estreno de Street Scene permite descubrir al otro Weill, lejos del mundo del cabaret berlinés. El prolífico compositor alemán llegó a Nueva York en 1935, escapando de la Alemania nazi y en los siguientes 15 años estrenó ocho musicales, algunos tan notables como Lady in the dark, One touch of Venus y The Firebrand of Florence. De ellos han salido canciones que nutren el repertorio de crooners y orquestas de jazz, como September Song, Speak Low y Lost in the Stars, temas que suenan tan americanos como las de George Gershwin o Cole Porter.

Compositor de infalible olfato teatral, gran inspiración melódica y fuerza rítmica, Weill deja atrás los tangos, valses y marchas de sus éxitos en Berlín y, siendo más americano que los propios compositores americanos, mezcla swing, blues, jazz y recursos del musical, logrando escenas tan urbanas como el sexteto de los helados, todo un canto al sueño americano.

Un Weill diferente, que el coliseo barcelonés ofrece a precios que van de 9 a 90,75 euros, mucho más bajos de lo habitual.

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