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El abrazo de las lágrimas

Glen Hansard conmueve el alma demostrando una vez más que maneja todas las claves de la canción, el soul y hasta el rock épico

Glen Hansard, durante su concierto en Madrid.
Glen Hansard, durante su concierto en Madrid.SAMUEL SÁNCHEZ

A los conciertos, como, en general, a cualquier evento público, conviene llegar con las necesidades básicas satisfechas, por aquello de que la fisiología no nos arruine una buena canción. En el caso de Glen Hansard, además, deberíamos arribar a la cita con los lagrimales razonablemente vaciados. De lo contrario, la llorera puede sobrevenir en cualquier momento.

Anoche, en una Joy Eslava repleta y deslumbrante, el trovador dublinés se empeñó en bucear en nuestras glándulas, arañárnoslas y exprimir de ellas hasta la última gota. No resulta sencillo encontrar hoy en día un personaje de su talla en la música popular. Hansard canta no para emocionar, sino para conmover. Interpreta con el corazón desangrado y la sabiduría de quien ha recorrido muchos kilómetros de aceras. Dispone de un repertorio abrumador a estas alturas, entre The Frames, The Swell Season y su reciente álbum en solitario. Es generoso a manos llenas: 12 músicos, dos horas y tres cuartos de espectáculo embriagador, Javier Mas como guitarrista invitado y varios temas sin micrófono, a puro pulmón, para abatir definitivamente nuestras últimas defensas. Supone, en fin, lo más cerca que estaremos nunca de revivir el espíritu de la Caledonia Soul Orchestra.

El ascendente de Van Morrison es una referencia explícita y recurrente. Los metales de Maybe not tonight aportan las primeras pistas, igual que la maravillosa Love don’t leave me waiting comparte pálpito rítmico con Into the mystic. Pero nada tan vanmorrisoniano como esa capacidad para exprimir los límites de la dinámica, para enloquecer y callar en el espacio de un suspiro, para asumir (When your mind’s made up) el vértigo del silencio súbito.

Glen maneja todas las claves de la canción, el soul y hasta el rock épico, pero siempre desde los más puros instintos pasionales. Santa Maria, un viejo tema de The Frames, parecía la suma de las guitarras hipnóticas de The Edge con la voz de un monje tibetano. Su ya célebre acústica agujereada, tal y como se la conocimos en la película Once, acerca el latido genuino de los barrios humildes. Y si queremos hartarnos a llorar, siempre nos quedará la mayúscula Bird of sorrow. No hay muchas canciones más tristes en todo 2012. Y casi ninguna tan hermosa.

Bird of sorrow es puro abatimiento, pero, como casi siempre en Hansard, también deja un atisbo de esperanza, algún tenue resquicio. Como Song of good hope, dedicada (venga a llorar) a un amigo que, tras el fracaso de la quimioterapia, ha decidido apurar viajando y riendo sus últimos seis meses de vida. Ese mismo espíritu de redención alienta la inevitable Falling slowly, que cayó en los bises junto a Lisa Hannigan, antaño aliada de Damien Rice.

“Toma este barco que se hunde y ponlo rumbo a casa, todavía tenemos tiempo”, cantaban los dos en ese estribillo al que ni el Óscar ni la reiteración han privado de su naturaleza estremecedora. En ese preciso instante, hasta los más recalcitrantes hubieron de claudicar y fundirse en el irreversible abrazo de las lágrimas.

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