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Los olvidados de Roca en Alcalá

Hasta 258 trabajadores perderán el empleo por el cierre de la planta de la ciudad La presentación del ERE pone de acuerdo a todos los partidos presentes en el Ayuntamiento

Antonio Mayor, uno de los trabajadores de Roca en Alcalá.
Antonio Mayor, uno de los trabajadores de Roca en Alcalá.ÁLVARO GARCÍA

La vida en Alcalá de Henares hace años que discurre ligada a la pujanza de la empresa de sanitarios Roca, una multinacional de origen español que, según el comité de empresa, obtuvo en 2011 un total de 20 millones de euros en beneficios. El problema es que esas ganancias corresponden al trabajo de sus 75 plantas en 125 países, pero dos de las tres grandes fábricas españolas del grupo, las de Alcalá de Henares y Alcalá de Guadaira (Sevilla) no han logrado los resultados esperados. La crisis del país tiene parte de culpa, pero un factor determinante en la pérdida de competitividad de las factorías españolas es que sus productos ya se confeccionan en otros países a precios mucho más bajos, según reconocen los propios trabajadores de Alcalá de Henares, sometidos ahora a un ERE. La compañía informó el pasado 18 de diciembre sobre su intención de cerrar las plantas de las dos Alcalá. En la madrileña trabajan 258 empleados, que perderán su trabajo en unos días. En la ciudad solo quedarán algunos trabajos residuales ligados a Roca. Por eso el 27 de diciembre los trabajadores levantaron un campamento frente a la sede de la empresa.

Roca se instaló en Alcalá en 1962 coincidiendo con el despeque demográfico de la ciudad complutense, que en pocos años pasó de 20.000 habitantes a los 200.000 actuales. La empresa de sanitarios, que llegó a tener en plantilla más de 5.000 trabajadores, ha sido un foco vivo de empleo en una ciudad muy tocada ahora por la crisis. Por eso todos los partidos políticos del municipio se han puesto de acuerdo para defender los 258 puestos de trabajo que se perderán si sigue adelante el ERE. También por eso, los trabajadores han contado con el apoyo y el permiso del Consistorio, encabezado por Javier Bello (PP), para instalar un puesto de luz en el campamento en el que desde el pasado 27 de diciembre protestan contra la decisión de la empresa de desmantelar la fábrica de cerámica.

Entre los miles de personas que se asentaron en Alcalá de Henares procedentes de zonas rurales de toda España para trabajar en Roca se encontraba José Algar Tordecillas, que dejó su pueblo natal de Noalejo, en Jaén. José vino acompañado de su mujer, Eugenia Gutiérrez Martínez, y de Eugenio, uno de sus hijos. Y Eugenio entró a trabajar en la empresa de su padre en 1970, con 16 años. Casi 43 años después, Roca le despide: “Yo he conocido esto cuando no era nada, esto era un camino de tierra, y todo estaba sin hacer. Roca empezaba y aquí se plantaba pepino incluso dentro de la fábrica”, recuerda Eugenio que, enrabietado, prosigue: “Y ahora el imperio que es, que se ha extendido por el mundo entero…. ¡Algo habremos tenido que ver nosotros los trabajadores! Tanto los de Alcalá de Henares como los de Sevilla y los catalanes”.

“Muchas generaciones se han dejado mucha sangre y mucho esfuerzo, porque inicialmente todo se hacía de forma manual, y hemos dejado mucho trabajo y dolor”. Quizá por ello, según explica el trabajador, este momento, en el que Roca “les aparta como si fueran…, y no me atrevo citar una palabra porque sería muy grosera, voy a guardar la dignidad hasta el último momento”. “Una mierda”, le interrumpe Miguel Ángel Mayor Martín, que lleva 39 años en Roca.

“Algo mío hay ahí”, completa Eugenio mientras mira al otro lado de la carretera, a la sede principal de Roca en Alcalá. “Y tengo mucha indignación y mucha tristeza porque nos echen de esta manera. Con un expediente y todos a la calle. Sin más”.

Al igual que Eugenio, los más veteranos como Antonio Mayor Fernández (46 años en Roca); José María Esteban (40 años); Miguel Ángel Mayor Martín (39 años); José Mariano Medina Aldaraví (39 años); o Vicente Montero López (39 años), no comprende los motivos de la empresa para acabar con una fábrica que consideran de las más avanzadas de la compañía. Se aferran a un clavo ardiendo, y consideran que todavía hay solución. “Mientras se pueda negociar hay esperanza. Pero el problema es que nos han descapitalizado y ahora nos piden que seamos rentables. No entendemos que se lleven los productos estrella de Roca de Alcalá y ahora nos pidan que seamos rentables”, se lamenta José María Esteban mientras oye el ruido de un claxon de un vehículo que pasa por delante del campamento: “Alcalá nos apoya”, sonríe.

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