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Vigile a ese conductor

Tras el accidente de Loranca, Metro ordena al personal de seguridad que controle quién viaja en las cabinas. Los trabajadores critican ‘la caza de brujas’

Pilar Álvarez
El tren siniestrado en las cocheras de Metro el pasado martes en el que fallecieron dos personas.
El tren siniestrado en las cocheras de Metro el pasado martes en el que fallecieron dos personas. LUIS SEVILLANO

“Yo misma he ido con el conductor”. Josefa Marín, víctima de la última restructuración de personal de seguridad, ha subido en las cabinas de Metro al lado del maquinista más de una vez. Antes de dejar la empresa, estuvo destinada en andenes y en depósitos como el de Loranca, donde fallecieron el pasado 7 de agosto un mando de Metro y una au pair menor de edad en un choque contra un talud de seis metros de alto. Vestida de uniforme, la vigilante controlaba de cerca a los carteristas, se encargaba de desalojar a mendigos por la noche y caminaba pasillo arriba, pasillo abajo a disposición de cualquier viajero. Desde el 13 de agosto, sus compañeros tienen también que vigilar a los conductores, echar un ojo a las cabinas para controlar si viajan solos o si alguien les acompaña junto al sillón de mando. “Nos utilizan para todo”, se queja Marín, que también es representante sindical. “Este trabajo no tiene nada que ver con la seguridad del viajero”.

Aún no ha trascendido la versión oficial de lo que ocurrió en la cabina de casi nueve metros cuadrados del coche M-8403 en la que José Manuel Pérez viajaba con su mujer Rosa María S., su hijo de cuatro años y la niñera suiza Jeanne A., de 17 años, que fue enterrada esta semana en Neuchâtel, un cantón de la zona francesa de Suiza, después de que sus padres viajaran a Madrid para repatriar el cadáver.

Pérez, con 12 años de antigüedad en Metro, ocupaba desde el pasado enero un cargo intermedio en el organigrama: gerente de Mantenimiento de Ciclo Corto. Las tres investigaciones abiertas tendrán que aclarar por qué el tren no frenó, qué pasó en la cabina para que no se accionaran o no surtieran efecto ninguno de los cuatro sistemas de frenado con los que cuenta el cuadro de mandos. Lo que nadie discute dentro de la empresa pública es que los acompañantes del gerente no deberían haber estado ahí: Metro prohíbe de forma tajante a personal ajeno el acceso a las cabinas, esas a las que la vigilante recién retirada asegura que es tan fácil entrar.

La empresa asegura que ha puesto en marcha un sistema de control vigilante-conductor porque no sabe si se cumplen sus normas. La nueva medida, transmitida de forma verbal al personal de seguridad, ha molestado a los conductores, que lo consideran “una caza de brujas”, y a los vigilantes, que no quieren verse convertidos en “chivatos”. “Esto genera conflictos con el personal de Metro, la mayoría de los empleados de seguridad intentarán escaquearse”, asegura Juan Antonio Bejarano, coordinador delegado de Altenativa Sindical, una de las centrales principales de seguridad en el suburbano. “Si no lo hacen los echan, así que bajarán a los andenes pero mirarán para otro lado”, añade.

Los vigilantes de Metro (unos 1.500 trabajadores de empresas subcontratadas, según estimaciones sindicales) tienen que dar parte si hay intrusos en la cabina, anotando el número de matrícula del tren. Una portavoz de Metro explica que han incluido esa nueva tarea en su ronda de andén (los vigilantes dividen su tiempo de trabajo entre el control de la zona de vías y el de los vestíbulos) para comprobar “si se cumple o no la normativa interna” a raíz de lo ocurrido en Loranca. También han distribuido por las cabeceras de las líneas una circular antigua, fechada en 2007, que recuerda más de lo mismo. Uno de estos folios, colgado en Pinar de Chamartín señala la prohibición de ir en cabina “con carácter general” a “cualquier persona distinta” de las específicamente relacionadas con la conducción y circulación de trenes. Pueden viajar con el conductor, sin necesidad de un permiso especial, el técnico de línea, el jefe de línea “y demás superiores jerárquicos”. Y tendrán que avisar previamente aquellos otros empleados que, “por circunstancias debidamente justificada” necesiten acceder al habitáculo, como personal de mantenimiento y vigilancia.

Las órdenes no han gustado ni a los vigilantes ni a los vigilados. Lo consideran una “caza de brujas”, según los sindicatos. Tras el accidente, las centrales pidieron que se mejorara la normativa de seguridad “consensuada con los trabajadores” y una revisión de la política de nombramientos de los cargos del organigrama. Pero no esperaban que los controles se centraran en ellos. “¿Para qué quieren vigilar a los trabajadores? Que entren en los despachos de los gerentes”, sugiere Teodoro Piñuelas, de UGT Metro. Una fuente del Sindicato de Conductores, mayoritario entre los maquinistas, considera esta orden “miserable” por “el intento de criminalización”. “Es como si nos quisieran echar la culpa”, añade el conductor veterano, que pide anonimato. También hay quien se lo ha tomado con humor. Solidaridad Obrera repartió el viernes un aviso entre los viajeros: “¡¡Cuidado con las carteras en el metro!!”. “En vez de asumir responsabilidades cesando a quienes nombraron al directivo fallecido”, señalan en el pasquín, Metro quiere “hacer un listado de conductores que vayan acompañados de otros trabajadores en la cabina”. “Los carteristas campan a sus anchas mientras tanto haciendo su agosto”, prosigue el texto que da un consejo a los usuarios: “Tengan especial cuidado de sus pertenencias”.

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Sobre la firma

Pilar Álvarez
Es jefa de Última Hora de EL PAÍS. Ha sido la primera corresponsal de género del periódico. Está especializada en temas sociales y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en este diario. Antes trabajó en Efe, Cadena Ser, Onda Cero y el diario La Opinión. Licenciada en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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