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Conde Roa, lecciones de una caída anunciada

Hay comentarios que apuntan a que Conde Roa podría ser premiado con algún puesto bien remunerado al aceptar la dimisión que le pidió el partido.

Conde Roa disertando sobre sus promociones inmobiliarias en el Ayuntamiento. / ÓSCAR CORRAL
Conde Roa disertando sobre sus promociones inmobiliarias en el Ayuntamiento. / ÓSCAR CORRAL

El viejo axioma de que una imagen vale más que mil palabras toma todo su sentido en el caso que acabó con la dimisión del alcalde de Santiago, Gerardo Conde Roa. En realidad fueron varias las imágenes que dejó el proceso que llevo a la salida del regidor, quien había soñado durante toda su carrera política con llegar a ese puesto. Las fotografías de la rueda de prensa en la que Conde Roa se puso a vender las bondades de los pisos que había comercializado su promotora inmobiliaria, o la imagen en la que el alcalde aparece en pleno via crucis por las calles de Santiago son dos ejemplos perfectos de la distancia que puede existir entre la imagen que un político tiene de lo que ocurre y la realidad.

La gravedad de los hechos van más alla de la dimisión del exregidor

Tras desvelar EL PAÍS que Conde Roa sería imputado por no haber pagado el IVA de unas viviendas que había construído su empresa, a muy pocos les cabía alguna duda de que el asunto se resolvería con la salida del alcalde. Sólo quedaba por saber el modo en el que Conde Roa y su partido escenificarían el desenlace. La forma en la que éste se produjo dice mucho sobre la flagrante falta de cultura democrática que todavía seguimos padeciendo. Que el alcalde de la capital de Galicia tenga que salir del puesto por no haber hecho frente a sus obligaciones impositivas es un hecho de una gravedad que va mucho más allá de la dimisión concreta de un político a causa de prácticas poco edificantes.

Ni el PP ni Conde Roa han explicado de forma coherente lo sucedido

Lo cierto es que sobre el caso en sí no hay mucho que decir. Más allá de que se trate de un asunto subiudice y que en los próximos meses deberá decidirse sobre la apertura de procesamiento a Conde Roa, en el plano político está muy claro que el exregidor compostelano obró con total imprudencia al presentarse a unas elecciones con el bagaje que tenía a sus espaldas. Pretender mantener oculto que su promotora no había pagado a Hacienda 291.000 euros procedentes de la venta de viviendas realizada en 2010 da pistas sobre su nivel de insensatez. Utilizar el argumento de que se despistó a la hora de realizar el pago le dejaría todavía en peor lugar como gestor de asuntos públicos.

Más allá de las implicaciones judiciales se echa de menos una disculpa y una buena explicación hacia los miles de ciudadanos que dieron su voto a una persona para que fuese alcalde y se encontraron con la sorpresa de que el candidato no era quien decía ser. Por el momento, ni el PP ni Conde Roa se han disculpado o explicado de forma coherente lo sucedido. Lo único que se ha escuchado son excusas de mal pagador. Y nunca mejor dicho.

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Ya en su momento parecía arriesgada la apuesta por él

Lo más grave es la responsabilidad del partido. Ya en su momento parecía arriesgada la apuesta de colocar como candidato a alcalde a Conde Roa, cuando éste había exhibido un comportamiento dudoso en la oposición. Protagonizó episodios lamentables, como la exhibición de un talón en un pleno municipal para pagar unas deudas con el propio Ayuntamiento que finalmente no llegó a ingresar en las arcas públicas. Las fuerzas políticas tienen una enorme responsabilidad a la hora de situar en un puesto de esa importancia a un candidato al que rodean tantas incógnitas.

Que el PP lo compense con un puesto sería un nuevo despropósito

El resultado final ya es conocido: un sainete que duró casi dos semanas y que dejó deteriorada la imagen pública de Santiago, una ciudad que será gobernada durante tres años por una persona que no se presentó ante los ciudadanos como candidato a la alcaldía. Todo esto se podía haber evitado con el respeto a unos mínimos criterios de idoneidad en la elección del cabeza de lista. El PP, que promueve ahora la reducción del número de diputados, debería apostar por elegir mejor a quien le va a representar en puestos de alta responsabilidad. Eso también ahorrará gastos y bochornos al ciudadano.

Hay comentarios que apuntan a que Conde Roa podría ser premiado con algún puesto bien remunerado al aceptar la dimisión que le pidió el partido. En caso de producirse esta recompensa sería un nuevo error. Dar un premio a quien lo único que ha hecho es causar un daño a su partido y a la institución que presidía sería otro despropósito en una historia que ya cuenta demasiados. Avanzar hacia una democracia de mayor calidad implica que estás prácticas sean erradicadas.

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