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Madrid estudia aplicar ayudas fiscales y tasas para modelar el paisaje urbano

Las Artes propone usar cargas económicas para blindar el comercio identitario El nuevo Plan General servirá para proteger los elementos icónicos de la ciudad

El relieve urbano de Madrid, desde el 'pirulí' de Torrespaña.
El relieve urbano de Madrid, desde el 'pirulí' de Torrespaña.ULY MARTÍN

Siga leyendo si se ha tumbado alguna vez a la fresca en el parque del Retiro y se ha sentido agredido al contemplar cómo una torre de ladrillo rompe el diálogo entre el mar celeste y la hojarasca.

¿Se imagina un nido de rascacielos sobre la Casa de Campo?

Siga leyendo si teme que el Café Gijón amanezca poblado de lindas dependientas y ropa barata.

¿Se imagina que el siguiente cartel en desaparecer sea el luminoso de Schweppes en Callao?

Siga leyendo si desespera al buscar un banco en el que pelar la pava con sus amigos sin necesidad de pagar una consumición a un precio que ríase usted de la prima de riesgo, no digamos ya si además lo busca guarecido por un árbol del ciego, sediento y fatigoso sol castellano.

Terrazas, fuentes y mercadillos

La rehabilitación de un espacio puede realizarse con buen gusto y a pesar de todo fracasar. “Hemos cambiado el carácter de algunas plazas. La de Santa Bárbara, por ejemplo, ha quedado más bonita pero ha perdido su personalidad”, explica Baztan, que tiene propuestas para dar y tomar.

  • Plazas duras. Ante la proliferación de espacios sellados, Baztan apuesta por aumentar la masa vegetal, y pone como ejemplo Madrid Río, un parque plantado sin apenas espacio en muchos puntos sobre la M-30. Y en lugar de costosísimos jardines verticales, propone algo tan sencillo como emparrar muros desnudos.
  • Terrazas dispares. Instará a los distritos a endurecer sus criterios sobre el mobiliario de las terrazas, para impedir, por ejemplo, que proliferen toldos cerrados que devienen en "chabolas de plástico". Hace dos años, Alberto Ruiz-Gallardón soñó con un invierno parisiense de terrazas acristaladas; se licitó un modelo, pero nadie lo ha puesto: es demasiado caro. "No lo vamos a imponer", dice Baztan, que sí aspira en cambio a prestar cierta coherencia a mesas, sillas y sombrillas en la vía pública. Y a sembrar árboles, bancos y fuentes en calles y plazas para que los ciudadanos cuenten con una alternativa gratuita para tomar la fresca.
  • Lonas publicitarias. Considera que son "un mal menor" durante las obras de rehabilitación de edificios, pero apuesta por evitar subterfugios administrativos para prolongar su estancia más allá de los tres meses previstos. Y, en el caso de los inmuebles públicos, tratará de que las lonas tengan imágenes en tres dimensiones de las fachadas ocultas.
  • Mercadillos en las plazas. Baztan opina que se abusa en exceso del centro a la hora de instalar mercadillos o realizar acciones comerciales, especialmente de la plaza Mayor, y apuesta por animar el traslado de esos focos económicos a otros distritos.
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¿Se imagina una ciudad en la que chirimbolos, quioscos y tenderetes de su padre y de su madre, palitroques señalizadores y demás elementos de esta gincana dejaran paso a plazas con bancos, verde y parques infantiles, plazas sobrias sin horror vacui, plazas... bonitas? Si es así, siga leyendo.

Tras ochos años rumiando la idea, ocho años de bonanza en los que no hubiera faltado el dinero ni la voluntad, ocho años en los que el entonces alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón (PP), cicló la ciudad con anabolizantes urbanísticos que cambiaron su fisionomía, en mayo de 2011, tras ganar por tercera vez las elecciones locales, puso en manos del área de Las Artes una competencia tradicionalmente de Urbanismo, el paisaje, y creó una subdirección general para “configurar ese tercer lugar definido por Ray Oldenburg”, más allá del hogar y la oficina, y “convertir así la vía pública en un elemento clave del espacio vital”.

Tras siete años construyendo obras ciclópeas, Gallardón paró, descansó, miró a su alrededor y lo que vio no terminó de gustarle. Lástima que, para entonces, se hubiera terminado el dinero. Tampoco es que fuera su problema: cuando las hojas acabaron de despoblar los árboles, Gallardón siguió su camino. Quedó al frente de la ciudad Ana Botella, que en su discurso de investidura, en diciembre, no habló ya de paisaje, o al menos no desde un punto de vista estético sino urbanístico. “Pensemos juntos el Madrid que queremos para el futuro, pensemos la ciudad en la que nos gustaría vivir”, aseguró.

Quien más está pensando ahora sobre esas cuestiones es Carlos Baztan, director general (la regidora promocionó el negociado) de Paisaje Urbano. Animado a ello por otro esteta inasequible al desaliento, el exconcejal de Hacienda Juan Bravo, Baztán llevaba muchos años urdiendo estrategias sobre el papel. Aún siguen así, sobre el papel, pero ya ha logrado impulsar, en colaboración con otras áreas de Gobierno, el borrador de lo que será su principal brazo ejecutor: una comisión para coordinar y establecer directrices en esta materia. Es consciente de que pasará mucho tiempo antes de que se empiecen a ver cambios sustanciales, y probablemente él ya no esté allí, pero su máxima prioridad ahora es consolidar sus funciones, darles permanencia y recorrido en el organigrama municipal. Su presupuesto, magro, 600.000 euros. Su plantel cabe en un ascensor. Seis personas. ¿Cómo pretende entonces modelar el paisaje urbano?

Para empezar, quiere que el nuevo Plan General de Ordenación Urbana exija un informe de impacto paisajístico, al igual que requiere un estudio medioambiental, en determinadas actuaciones (rascacielos, por ejemplo).

Quiere usar las tasas y exenciones fiscales como palanca, junto con los permisos de ocupación de la vía pública. “Podemos proteger hasta la última silla del Café Gijón, pero no su uso. Pero sería un disparate perderlo”. ¿Qué hacer entonces? “Vamos a ensayar la vía positiva: eximir de determinadas cargas económicas al comercio identitario”, explica Baztan. De igual forma, cualquier cambio de actividad agresivo para este propósito (convertir una taberna en una tienda de ropa, por ejemplo) se intentaría evitar por la vía de las imposiciones fiscales o de restricciones en el uso del suelo.

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¿Y qué hacer en casos como el reciente revuelo por la retirada del cartel de Tío Pepe de la Puerta del Sol, de la que el Ayuntamiento se ha desentendido aduciendo falta de instrumentos administrativos? Baztan apuesta por emplear el catálogo de protección del Plan General (que blinda desde edificios hasta árboles) para preservar los elementos paisajísticos más valiosos.

El director general de revisión del Plan General, José Luis Infanzón, recalca la importancia de este catálogo para “poner en valor el patrimonio, no solo los elementos individuales sino las relaciones entre ellos y con su entorno”. “Hay que determinar claramente los elementos a proteger, todavía no lo están”, añade. En cualquier caso, los primeros pasos de este trabajo, que cristalizarán en julio, “no tendrán traducción normativa, eso queda para más adelante”.

Entre sus líneas de actuación está caracterizar los distintos paisajes de la ciudad (casco histórico, ensanche de Castro, barrios de bloque abierto...). “Creemos que es importante construir una imagen urbana potente, y eso implica criterios estéticos de orden, unificar criterios, aplicar estabilidad formal, reducir elementos, etcétera”, añade.

“El Ayuntamiento por sí solo no puede generar el paisaje, pero sí puede encauzarlo”, concluye Baztan. Para bien o para mal, lo veremos.

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