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movilidad

Vuelta a Madrid en 64 kilómetros (o casi)

Un recorrido por el anillo ciclista que rodea la ciudad revela todas sus deficiencias Falta de señalización, las instalaciones están en mal estado y fallan conexiones La infraestructura es también una buena oportunidad para conocer los secretos de la periferia

Una señal casera en el final abrupto de un carril.
Una señal casera en el final abrupto de un carril.C. M.

El dossier de la candidatura olímpica de Madrid asegura que la ciudad está rodeada por un anillo ciclista de 64 kilómetros. Un paseo por esa infraestructura permite afirmar que la publicidad no es exacta. En realidad, la serpentina ciclista es una adenda de vías pobremente intercomunicadas por las que más o menos pueden circular bicicletas, ocasionalmente en solitario, la mayoría de ocasiones en compañía de peatones, a veces sorteando farolas.

Para recorrerlo y medir sus virtudes y defectos se han unido cuatro ciclistas de distinto nivel. Tan distinto que, lo que para algunos significa un paseo de fin de semana, para otros se presenta como la mayor hazaña de la Historia de la humanidad. Al fotógrafo y el redactor se les unen Pablo A. y Pablo L. El primero utiliza la bicicleta cada día para ir al laboratorio en el que trabaja; el segundo ha corrido en equipos y practica mountain bike. Salen todos juntos del Puente de Segovia un sábado a las ocho de la mañana.

Salida de Casa de Campo

Para arrancar, la parte más bonita del recorrido: la Casa de Campo. El carril transcurre por una zona umbrosa, paralelo a estanques y patos. Grupos de corredores trotan por los márgenes y las bicicletas pueden rodar a buena velocidad. A la salida del parque, tras cruzar sobre la A-6 se presenta la primera confusión: el anillo se cruza con otro carril hacia la Dehesa de la Villa. La situación se repetirá a menudo, demostrando que el carácter de este anillo bipolar oscila entre el agradable paseo y la estresante yincana.

Afortunadamente el fotógrafo conoce el camino y redirige la expedición hacia Arroyo del Fresno. Unos pedales por la zona sirven para presentar otra de las peculiaridades del recorrido: además de tour ciclista, permite un tour social. Igual que ahora salpican las cunetas hipódromos, clubes sociales y chalés vallados, dentro de un rato los sustituirán antiguos poblados chabolistas.

Problemas de un medio de transporte “clave”

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En Arroyo del Fresno se produce un atasco de nueve ciclistas en un semáforo. El carril discurre por la acera y las bicicletas deben parar igual que peatones. Se trata del primero de siete semáforos consecutivos en el que habrá que echar pie a tierra, más o menos cada 50 metros. Pablo A. empieza a cansarse del ritmo a tirones: “Es mejor ir por la carretera, aunque sea con los coches”.

El duro norte

Justo en ese momento empieza el ascenso en paralelo al Parque de la cuenca alta del Manzanares. Para llegar a la zona más alta de la ciudad esperan unos repechos sobre los que el ciclista menos preparado deberá dejar abandonada su fantasía de que contaba con unas piernas explosivas. El ascenso se prolonga hasta la carretera de Colmenar Viejo, y ahí comienza el descenso.

Una vez atrás el cementerio de Fuencarral, llegan dos puntos en los que es fácil extraviarse: primero una vía muerta y después un túnel. Mantenerse en el anillo resulta especialmente complicado cuando al final de la calle del Monasterio de Arlanza la vía simplemente desaparece. Entonces el ciclista tiene que tirar de sentido de la orientación e ir en dirección contraria a las torres de Plaza de Castilla, aunque estas atraigan brumosas en el horizonte como la torre de Mordor.

Si no se despista, el paseante llegará a Las Tablas, donde está el kilómetro cero del asunto. No cabe esperar grandes alharacas: ni siquiera allí habrá un buen mapa. Al revés, el pavimento está lleno de baches, y en el kilómetro 1, 9 espera una fuente arrancada. Esa es una dinámica habitual en el circuito: no hay puntos con agua, lavabos, ni talleres en los que reparar eventuales averías. En definitiva, nada que diferencia al carril bici urbano de una lengua de cemento pintada de rojo.

Poste señalizador del Kilómetro Cero del anillo.
Poste señalizador del Kilómetro Cero del anillo.C. M.

Se suceden dos zonas poco atractivas: Valdebebas y Campo de las Naciones. Hortaleza y Canillejas vuelven a traer algo de alegría populosa. En Canillejas también se incorpora a la expedición un fichaje: Willy con su bicicleta de paseo alemana, que vive por la zona. Su llegada coincide con el punto en el que el carril comienza a hacerse más familiar. Hasta ahora el anillo era patrimonio masculino, pero la población se enriquece: mujeres, parejas y críos que le acaban de quitar las ruedas supletorias a la bicicleta. En el repecho para subir el puente de la A-2 una niña que no levanta dos palmos del suelo lloriquea: “No puedo, papá”. El padre intenta responderle que sí, pero termina aceptando que su hija ponga pie a tierra. Frena y la espera.

Camino de Vallecas

Más animación significa semáforos y parones. Aquí se pone de relieve la queja de Pablo L., que cree que el anillo no sirve para hacer deporte porque es imposible coger ritmo. Esa crítica se une a la habitual de que el anillo tampoco sirve para transporte porque es circular y sin conexiones: ni transporte ni deporte.

La visión de La Peineta marca el fin de esta etapa. En las inmediaciones del estadio un poste con carteles que apuntan en todas las direcciones vuelve a proveer de una excelente oportunidad para perderse. Pero siempre hay pistas: un ciclista con cresta señala el camino de Vallecas. El recorrido por el barrio es de los más agradables, sobre todo porque el largo trayecto del Parque Lineal del Palomares permite combinar una cierta animación con el verde, sin semáforos atosigantes. Unos viejos con cachaba observan a los ciclistas rodar echando el bofe. Ante el triste espectáculo, parece prudente detenerse a tomar una cerveza y un pincho en un bar, dejando la bici un poco apartada, a ver si algún caco se anima y ofrece una excusa para regresar a casa en metro.

Desperfectos en el pavimento por el barrio de Las Tablas.
Desperfectos en el pavimento por el barrio de Las Tablas.C. M.

Enseguida, Entrevías. El estrecho túnel de la depuradora de La China representa otro punto negro, con un paso por un arcén en el que solo cabe una bicicleta, lo que obliga a los paseantes a esperar a uno y otro lado dándose la vez. Toca visitar una de las zonas de Madrid en regeneración. Cruzamos el antiguo poblado de la Celsa y el Pozo del Tío Raimundo para llegar al parque de Entrevías, con campos de fútbol en los que no puede jugar nadie que no sepa regatear matorrales de un metro de alto

Carabanchel no es el fin

Son más de 50 kilómetros y casi seis horas de heroico viaje pero, como no se podía esperar de otra forma viniendo de periodistas, en el momento menos esperado llega la trampa. Frente a una bifurcación en la Caja Mágica, el fotógrafo contempla el despojo en el que llega convertido el redactor y propone atajar: en lugar de cerrar el anillo por Carabanchel, zona de subida, ofrece incorporarse al paseo de Madrid Río y acortar hasta el Puente de Segovia. Puesto que Willy está fresco y es un tipo honrado, rechaza el apaño y se ofrece a terminar el recorrido para testimoniar lo vivido. Sin darle tiempo a pensárselo dos veces, los demás se lanzan por el río haciendo eses entre los bañistas de la playa urbana. A la media hora Willy llamará explicando que se ha perdido en un cruce mal indicado. Tomó un camino hacia San Martín de Valdeiglesias y ha tenido que dar media vuelta en Villaverde Alto. A pesar de ello, perseverará y cruzará Carabanchel en una interminable travesía por la acera de la Avenida de los Poblados hasta llegar a otra parte dura del recorrido: el ascenso a la Casa de Campo. Tras completarlo, descenderá plácidamente hasta Lago, donde se despedirá del anillo rechazando los servicios de una prostituta poco sensible a la fatiga. Mientras él termina el trabajo de los periodistas, estos lo celebran junto a los dos Pablos en una agradable terraza. Da igual si no lo han completado: el recorrido del anillo ciclista siempre ofrece una bonita oportunidad de demostrar que lo importante es conseguir un buen titular.

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