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La polémica de las basuras

Rebelión en Gipuzkoa contra la recogida de la basura ‘puerta a puerta’

Los Ayuntamientos de Bildu quieren implantar un severo régimen de separación de residuos en cinco tipos. Los cubos se colocan en la calle y hay inspecciones

Mikel Ormazabal
San Sebastián -
Colgadores de cubos de basura del sistema puerta a puerta en Hernani (Gipuzkoa).
Colgadores de cubos de basura del sistema puerta a puerta en Hernani (Gipuzkoa).JAVIER HERNÁNDEZ

En Gipuzkoa se ha montado una tremenda a cuenta de las basuras. Vecinos de Zarautz (22.000 habitantes) se van a presentar ante el alcalde, Juan Luis Illarramendi, de Bildu, con 8.404 firmas que han reunido en esta localidad turística en contra del sistema de recogida de la basura “puerta a puerta” —obliga a separar los residuos en cinco recipientes—, que la coalición abertzale pretende implantar sin convocar antes una consulta popular. En Villabona (5.863 habitantes) no han sido tan civilizados. Unos desconocidos fueron a casa del alcalde, también de Bildu, y, a modo de protesta, le plantaron las bolsas de la basura en el felpudo.

La solución al tratamiento de los desechos en esta provincia ha dividido en dos a la sociedad y a la clase política hasta desquiciar un debate que no termina nunca. Con los tres vertederos al borde del colapso, hasta hace un año el problema parecía resuelto. Se decidió construir una incineradora, proyectada a unos 20 minutos en coche desde el centro de San Sebastián. Pero la llegada de Bildu al poder en 2011 ha vuelto a poner todo patas arriba.

Los soberanistas mantienen suspendidas las obras de la polémica planta de incineración y quieren extender a la mayoría de las localidades el controvertido sistema de recogida de la basura puerta a puerta, siguiendo la práctica de localidades como Usurbil, Hernani, Oiartzun y Antzuola (suman 37.500 habitantes, el 5% de Gipuzkoa). Pero Bildu se ha encontrado con un adversario inesperado: la ciudadanía. El modelo que pretenden implantar los soberanistas, que ya funciona desde hace años en un centenar de municipios catalanes y en ciudades europeas como Bruselas o Milán, ha acabado por exasperar al resto de los partidos. Entraña una férrea disciplina en la separación de la basura, es más caro, produce un efecto antiestético en las calles y es dudoso que evite la incineración, aseguran el PNV, PSE y PP. La situación se complica en Gipuzkoa desde que Bizkaia, donde gobierna el PNV, ha rechazado continuar recibiendo más basura (25.000 toneladas anuales) de la provincia vecina. Otros destinos, como Burgos, Soria y Segovia, a los que había tanteado Bildu para enviar sus residuos, han dado un “no” como respuesta. Así que los guipuzcoanos deben quedarse con sus residuos.

Algunos vecinos llevan sus desechos a otro municipio para no reciclar

“Al principio, yo soñaba con la basura. Fue tan drástico el cambio de hábitos y la exigencia de hacerlo bien, que todo giraba alrededor de la basura”, afirma Luis, un vecino de Hernani. El manual del puerta a puerta establece que los desperdicios del hogar hay que clasificarlos en recipientes separados según sean papel-cartón, plástico, vidrio, materia orgánica y, finalmente, la fracción de rechazo, que no se puede reciclar. Cinco tipos de basura. Todo sin excepción es susceptible de ordenarse de esta guisa. Pero surgen las dudas. ¿Dónde se deposita un caramelo, una cápsula de café o la mayonesa? ¿Y las uñas o el pelo?

El manual del puerta a puerta, distribuido en hogares y explicado sucintamente en charlas de “concienciación”, lo deja muy claro. Estipula que el caramelo es orgánico, pero si va con el envoltorio es rechazo; la cápsula de café se mezcla con los envases de plástico, pero si está llena va a la fracción resto, y la mayonesa se retira junto con la materia orgánica, aunque en grandes cantidades hay que tratarla con “un gestor autorizado”. Si alguien se corta las uñas, debe saber que es materia orgánica, pero ojo, si están pintadas, se depositan en la fracción rechazo. Y sucede lo mismo con el pelo, que también es biodegradable salvo que esos restos de cabello lleven productos químicos como lacas o tintes.

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Cómo tirar bien la porquería

El sistema que quiere implantar Bildu, similar al de ciudades como Bruselas, obliga a separar la basura doméstica en cinco tipos:

Orgánico: serrín, palillo, insecto muerto, cáscara de marisco o de huevo, alpiste, una infusión, corcho.

Rechazo (fracción que no se puede reciclar): cenizas, polvo, abanicos, alicates, excremento de animales, fotografías, la punta del lápiz, un balón, el paraguas, esponjas, betún, un diente (si no tiene empastes), el felpudo, la fregona (salvo el mango).

Vidrio: botellas sí, pero cristales y espejos, no.

Papel-cartón: papel de carnicería o pescadería (si está sucio, a rechazo), servilletas y pañuelos de papel (si están manchadas de comida, al orgánico), un archivador (si tiene anillas, a rechazo).

Envases-plástico: desodorantes, chapas, papel de aluminio, pintalabios, productos de limpieza si están vacíos, la red de las naranjas o patatas, las bandejas de porexpán.

Esto, que puede parecer el colmo de la precisión en la separación de la basura, forma parte del día a día de muchos ciudadanos donde se aplica el puerta a puerta. Isabel, de Usurbil, asegura que “al principio cuesta mucho”, pero, “como todo en la vida, al final se convierte en algo natural conforme vas cambiando las costumbres. No supone ningún sacrificio”. “Empiezas con muchas ganas, pero acabas cansándote porque te haces un esclavo de la basura”, dice otra vecina, Mari Carmen.

Los responsables del Ayuntamiento de Usurbil reconocen que el éxito del sistema depende del grado de implicación de los vecinos, pero aseguran haber logrado separar el 82% de la basura que se puede reciclar, cuando antes era el 28%. “La recogida puerta a puerta es un sistema eficaz y sostenible, y demuestra que no son necesarios los vertederos contaminantes ni las incineradoras tóxicas”, sostienen.

Allí donde está implantado este modelo se han colocado unos postes junto a cada portal con unos colgadores personalizados donde cada familia engancha sus bolsas de basura. En el caso de Usurbil, la materia orgánica se cuelga los lunes, jueves y sábados; el rechazo, los domingos; los envases solo pueden sacarse los martes y viernes, y el papel, los miércoles. Ya no hay contenedores en la calle (salvo el de vidrio). Las bolsas de basura están en plena calle, a la vista de todos. Su contenido lo revisa un “gestor autorizado” para comprobar si la clasificación está bien hecha. Y si la separación no se cumple a rajatabla, hay riesgo de recibir una multa que va de 60 a 30.000 euros en Usurbil.

Pero el modelo tiene puntos débiles. ¿Se atreverá Bildu a instalar este sistema en el centro de San Sebastián? Sus detractores han constatado que en Gipuzkoa —en 2011 se generaron 360.000 toneladas— se da “el turismo de la basura”, de tal suerte que algunos vecinos de estos municipios han tirado la toalla y optado por llevar su basura a localidades del entorno donde rige el sistema tradicional de contenedores.

Bildu pretende ahora extender esta fórmula a otros 34 pueblos de Gipuzkoa donde gobierna hasta alcanzar una población de 225.000 habitantes (el 31,8% del total). Ha anunciado que la aplicará a partir de 2013. Solo lo hará en esta provincia, no así en los Ayuntamientos que controla en Bizkaia, donde existe una incineradora. El resto de partidos critica que Bildu haya tomado esta decisión sin someterla a las consultas ciudadanas que tanto defiende.

Mientras los soberanistas sacan pecho porque el Ministerio de Medio Ambiente ha incluido recientemente a Usurbil como ejemplo de “buenas prácticas” por llevar adelante el puerta a puerta, PNV, PSE y PP lamentan el “escaso respeto democrático” de Bildu por “saltarse a la torera” los acuerdos adoptados “de forma mayoritaria y democrática” en el Parlamento vasco o en las Juntas de Gipuzkoa, que aprobaron un plan de gestión de residuos con rango de ley que apuesta por reducir la generación de basura, aumentar los niveles de reutilización y reciclaje e incinerar lo restante. En medio de la rebelión, las obras de la incineradora —en el término municipal de San Sebastián, pero muy próxima al casco urbano de Usurbil—, con una inversión superior a los 220 millones de euros y capacidad para tratar 260.000 toneladas anuales, permanecen paradas.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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