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Arenas llama a dejarse la piel al empezar a atronar las protestas en la calle

El líder del PP andaluz pide a los suyos que no den las elecciones por ganadas

Arenas manda un beso al plenario del congreso.
Arenas manda un beso al plenario del congreso.JULIÁN ROJAS

El contexto nunca han sido tan favorable. En los 30 años de la autonomía, al PP andaluz no se le habían presentado tal cúmulo de conjunciones para alcanzar la presidencia de la Junta. Con un PSOE desmoronado por la crisis, la tragedia del paro, su estridente crisis interna y el escándalo de los ERE, Javier Arenas avanza a todo galope hacia el palacio de San Telmo. El 17º congreso de su partido —celebrado en Sevilla este fin de semana para enaltecer su figura y hacer visible que tiene detrás al Gobierno más poderoso que jamás hubo (además de un partido con una hegemonía sin precedentes)— ha terminado de cerrar el círculo.

Ninguno de los suyos, desde Mariano Rajoy hasta el último militante, duda de su victoria el 25 de marzo. Se da por hecho. Y cuando las certezas se arrellanan, surge la duda de si lanzar ensordecedoras campanas al vuelo puede llegar a volverse en contra. Javier Arenas ha perdido tres veces. Una de ellas (1996), cuando ya se hacían las quinielas sobre los miembros de su presunto Gobierno. Sabe que entonces su punto flaco fue el exceso de confianza, dar por muerto a un adversario que se vino arriba en el último momento y logró sellar un pacto en la Junta con el socio (PA) que él tenía apalabrado en el caso de que los resultados no se hubieran invertido.

Y aunque las tiene todas consigo, no quiere que le vuelva a pasar. Esta vez —con unas expectativas que le empiezan a producir cierto vértigo— no hay margen por donde escurrirse y salvar la cara. Necesita vencer, y por mayoría absoluta. Por eso ayer entreveró durante su puesta de largo de la precampaña ante el entregado plenario del congreso de Sevilla mensajes de alerta en código doméstico: humildad, el partido no está ganado, hay que dejarse la piel.

Ya lo había hecho el día anterior su número dos, Antonio Sanz, quien aprovechó para remarcar que es tanto lo que está en juego que la batalla en las urnas será implacable, montaraz si es preciso. Estirando el caso de los ERE al límite, y a fuer de dibujar una Andalucía sumida en el caos, la juerga y el desgobierno, que después costará sangre de arrancar del imaginario colectivo español, tan sensible siempre a la forja de tópicos despectivos de los andaluces.

En Andalucía hay una antología universal del disparate y un expolio a manos llenas del dinero de los parados Javier Arenas

Las protestas por las duras medidas del Gobierno empiezan a atronar en la calle. El PP andaluz está convencido de que no harán mella, que el hartazgo del prolongado mandato socialista, a estas alturas, es de una dimensión enorme y el PSOE no tendrá tiempo para reducirlo. Pero no hay que descuidarse. Arenas trató ayer de abrir canales de esperanza sobre la crisis. Desgranó su archirrepetido decálogo de reformas y apeló a que es obligado pasar por el trance de la recuperación económica con heróicos sacrificios, si bien no se detuvo a dar detalles. Al contrario de lo que hizo Mariano Rajoy minutos después —al describir un panorama dramático—, él sí sostiene que el diálogo social no está muerto y se afana por convencer de que se pueden tocar cosas, replantearlas, suavizarlas.

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Curiosamente, se puso muy enérgico a la hora de combatir la mala imagen de Andalucía en el exterior, cuando acababa de explica a los compromisarios de su partido venidos de todos los rincones del país que en la comunidad confluye “una antología universal del disparate y un expolio a manos llenas del dinero de los parados”. “Os pido”, dijo con gesto circunspecto, “que no identifiquéis a Andalucía con este escándalo. Andalucía no es igual a su mal Gobierno y no queremos que este asunto lastre nuestro futuro”.

Mientras Dolores de Cospedal, la recién confirmada secretaria general, esbozó sin mucho énfasis una letanía de alabanzas de manual, Mariano Rajoy se volcó en el apoyo a su candidato. “Estoy a tu disposición para todo lo que sea necesario. Ya sabes que no hay que llamarme dos veces cuando se me llama desde esta tierra”, le dijo.

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