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En busca de la rumba castiza

Achilufunk, que llega el jueves a la ciudad, reivindica un género nacido en Barcelona que en Madrid presume de un rico pasado y un presente por descubrir

Componentes de la Banda Achilifunk.
Componentes de la Banda Achilifunk. CARLES CLOSA

Si a usted un día le da por sacar la guitarra y arrancarse por rumbas, cuidado: Txarly Brown puede saltar tras su pista. El dj catalán, además de poseer 3.000 discos del género, está detrás de un censo que aspira a recoger todos los proyectos rumberos del país. “Aceptamos pulpo”, admite. “Lo de la calidad es otro debate. Lo que nos interesa es promocionar la rumba como vehículo para hacer música propia”.

Impulsor de la nueva escena de rumba en Barcelona, que despega con grupos como Papawa, Gertrudis o La Troba Kung-Fú, Brown (de 44 años y con Carles Closa como nombre real) apadrina el próximo jueves el concierto de la Banda Achilifunk (Galileo Galilei, 22.00), la traslación en clave de funk que músicos provenientes de la Fundación Tony Manero y un compendio de rumberos catalanes acompañados por vientos del Taller de Musics hacen de los temas recogidos por el dj en Achilifunk, un recopilatorio que en 2007 marcó un punto de inflexión en el renacer del estilo.

La rumba catalana surgió en la calle de la Cera de Barcelona de la mezcla de raíces gitanas con el rock y los mambos de Pérez Prado que los soldados estadounidenses traían a España. Madrid se benefició del fenómeno cuando en los 60 y 70 los padres del movimiento (Peret y El Pescaílla) se establecieron en la capital, donde ya existía una notable cantera de rumba flamenca que tenía a Bambino como bandera. El esplendor duró poco y hoy escuchar rumba en Madrid, sea catalana, flamenca o cubana, no es sencillo. Pruebe a llamar a algún tablao insigne y escuchará un desmayo al otro lado de la línea cuando plantee el asunto. “Eso no es flamenco, es una cosa pobre” (y esta respuesta es real), “aquí viene a bailar Israel Galván”.

Joaquín López Bustamante, director de Cuadernos Gitanos, tampoco conoce circuito rumbero en la capital. "Yo soy valenciano y le digo que ni los gitanos andaluces ni los madrileños le cogen el gusto a la catalana. La puede hacer cualquiera, pero el aire se lo da quien la respira". Descartada la que viene de Barcelona, queda la puramente flamenca. "Pues tampoco", dice, "y mire que en su momento Madrid… ¡con lo que hacía Bambino!".

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Algunos popes del asunto, como Manuel Malou, que empezó siendo el hermano mayor de Los Golfos (aquellos de ¿Quépasa contigo tío?) y que con los años ha fraguado una muy sólida carrera en el género, tanto en su vertiente purista como en la de la fusión, han acabado marchándose de Madrid. "Llevo unos días en Francia", cuenta por teléfono. "En España no hay respeto por la rumba. La palabra se usa mucho, pero la música no se hace: se lo toman como un palmoteo sin sentido". En su pesimista diagnóstico coincide en un punto con Brown: existen demasiados complejos de anglofilia en la música española. "Imitar a Dylan o los Strokes parece guay, pero los ingleses se ríen de nosotros cuando les llevamos eso", dice el dj. "La rumba se asocia ahora con perroflautas, pero es un género autóctono, con matices y posibilidades".

Sin embargo, pese a que siga siendo tratada a coces y no existan bares en los que escucharlo igual que se hace con el pop o el rock, la versión más mestiza del género va abriéndose paso en Madrid. Su permeabilidad le ha permitido infiltrarse en lugares insospechados. "Al final en todos los festivales rockeros nos van dejando un sitito", dice Araceli Muñoz, la cantante del grupo de rumba pop Ara Musa Honra, que mezcla el estilo con bossa, reggae o cumbia. Ella desmiente que haga falta una escena fija. "Habrá unas 20 formaciones aquí, cada una con su rollito, unas más lejos y otras más cercas de las raíces, y muchas ni nos conocemos". Algunos consagrados (Canteca de macao), otros en proceso de despegue (El sombrero del abuelo), los partidarios de la fusión parecen haber encontrado en el sustrato rumbero un mecanismo de expresión; y mientras, de la rumba ortodoxa, en la capital parece que seguiremos sin noticia más allá de horrorosas performances en cuadros rocieros para turistas alemanes. Por si acaso, Araceli no olvida que para consagrarse hay que pisar Tierra santa: "Este verano iremos por Barcelona. Para nosotros es La Meca".

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