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Los versos sueltos del PP valenciano

Alfonso Rus y Rita Barberá expresan en público su malestar con Alberto Fabra

Alfonso Rus y Rita Barberá tras un acto de la precampaña de las elecciones municipales de 2011.
Alfonso Rus y Rita Barberá tras un acto de la precampaña de las elecciones municipales de 2011.JORDI VICENT

La política está hecha de pequeños gestos. De afecto y desafecto. Y pocos, en el seno del Partido Popular, ignoran que los que recibe el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, están en un vaso comunicante. El que le conecta con su antecesor Francisco Camps, que a las puertas del Tribunal Superior de Justicia ha contabilizado a lo largo de las últimas semanas el número de fieles que todavía confían en su regreso.

La política también se basa en la aritmética. De sumas y de restas. Y pocos, en el interior del PP, ignoran que Castellón siempre ha sido la bisagra que quita y pone mayorías cuando las organizaciones provinciales de Alicante y Valencia se han enfrentado.

Esos dos argumentos, unidos a la fuerte personalidad de algunos de los dirigentes del PP valenciano, han hecho que un partido de mensaje único esté hoy desconcertado por la aparición de versos sueltos que incomodan en una militancia acostumbrada a la letanía.

El miércoles pasado, en el pleno de las Cortes donde Alberto Fabra defendió la rebaja de sueldo a los empleados públicos y la subida de impuestos, a pocos pasó desapercibido que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, fue la última en levantarse a aplaudir al presidente de la Generalitat.

El 'caso Emarsa' salpica de corrupción la gestión de Rita Barberá

Y es que Barberá lleva semanas en las que no oculta su descontento por el cambio de rumbo que han tomado las cosas, ni por la forma de hacer y deshacer que tiene el jefe del Consell. “Los enredos están volviendo al seno del PP de la Comunidad Valenciana. Tenemos que ser un equipo”, aseguró hace dos semanas. Desde entonces, lejos de mejorar su estado de ánimo, ha optado por intentar no exteriorizarlo en público, tal y como le ha pedido el entorno de Mariano Rajoy. “A mí ni mencionarme. Prefiero estar callada”, advirtió en tono seco a un diputado autonómico que ensalzaba su talante en la reunión de la Junta Directiva Regional celebrada esta semana.

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¿Qué le pasa a la alcaldesa? Nadie discute su peso en el partido, pero incluso los suyos empiezan a constatar que tiene dificultades para adaptarse a la nueva coyuntura económica, que obliga a tomar medidas impopulares, y política, que pasa por cerrar la etapa de despilfarros y gestión desordenada pese a los buenos resultados electorales que les permitió cosechar. Tres han sido los elementos en los que se ha visualizado el malestar de Barberá: la pérdida de influencia en las decisiones del Consell, la revisión a la baja del contrato de la fórmula 1 (que ha convertido en el estandarte de su gestión) y la decisión de Alberto Fabra de aceptar una comisión de investigación en las Cortes sobre el caso Emarsa para determinar las responsabilidades políticas existentes en el saqueo de la depuradora de Pinedo. Un escándalo que salpica de corrupción la gestión municipal de Rita Barberá.

En las filas populares se observa con preocupación el distanciamiento de Barberá y Alberto Fabra, a quien se le reprocha falta de mano izquierda para mejorar la relación con uno de los referentes indiscutibles del PP. No es este el caso del presidente provincial del PP de Castellón, Carlos Fabra, que no ha tenido empacho en plantar cara a la alcaldesa y recordarle que, cuando Camps la colmaba de inversiones y atenciones, nunca se quejó cuando otros no recibían el trato del que ella disfrutaba. El presidente de la Generalitat ya ha hecho llegar a la alcaldesa que no permitirá que sea llamada a declarar en la comisión de investigación de Emarsa en las Cortes y que intentará lograr el mejor acuerdo con Ecclestone para Valencia, pero que la crisis obliga a cambiar las políticas.

Rus reivindica el peso del PP valenciano en la victoria de Rajoy

Sin embargo, las críticas de Barberá no son las únicas. El presidente del PP provincial y de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, tampoco oculta su disgusto por el rumbo que han tomado las cosas con Alberto Fabra. En el entorno del presidente provincial hay malestar con la gestión del presidente. Ocurrió con la primera remodelación del Consell —que situó a la alcaldesa de Torrent, María José Catalá, en la Consejería de Educación— y con el decreto del tijeretazo. Pero Rus también tiene la sensación, y esto es lo más molesto para él, de que van a reorganizar las competencias de las Diputaciones sin contar con él (pese a que preside esta comisión en la Federación Española de Municipios y Provincias) y de que le están presionando para que se deshaga de su vicepresidente, Enrique Crespo, imputado en el caso Emarsa. Como en el caso de Rita Barberá, el propio Alberto Fabra ha intentado tranquilizar sus ánimos. En la dirección regional del PP nadie cuestiona la reelección de Rus como presidente provincial en el próximo congreso, aunque no entienden que quiera condicionar las decisiones del Consell cuando nadie se mete en su gestión.

Así las cosas, Rus, a quien también le han sugerido que modere sus críticas, no pudo aguantarse esta semana y, para no desairar al jefe del Consell, tiró por elevación en la Junta Directiva Regional del PP y criticó a Rajoy. “Hemos aportado el 12% de los votos y no se nos puede tratar como si fuésemos Guinea Ecuatorial”, afirmó Rus, que criticó la nula presencia de valencianos en el Gobierno. “De ser los mejores, hemos pasado a ser escoria”, remachó. Un comentario que le valió la réplica de Carlos Fabra, que defendió el derecho de Rajoy a elegir su Gobierno sin cuotas territoriales. Algunos cargos del PP creen que Rus solo verbaliza lo que piensa buena parte de la militancia. Cargos intermedios que opinan que Alberto Fabra no solo no opone resistencia, sino que sigue la estela de Rajoy y ha apoyado la promoción de Enrique Verdeguer, que no es afiliado, como presidente de Adif y ha nombrado consejero de Economía a un empresario sin relación alguna con el PP. Y ello solo un día después de que Rus gritase a los cuatro vientos que “hay políticos buenos y muy buenos en el PP valenciano”, como lo demuestra que lleven tantos años gobernando.

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