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La carrera de Pekín a Madrid

Uno de cada cinco alumnos del grado en Comercio de la Complutense es chino Es el preferido de los universitarios que llegan del país asiático, que se han multiplicado por 10 en una década

Elisa Silió
Estudiantes chinos en la Facultad de Comercio de la Universidad Complutense de Madrid.
Estudiantes chinos en la Facultad de Comercio de la Universidad Complutense de Madrid.Claudio Álvarez

Óscar —no hay un chino sin nombre en castellano— vino a España a estudiar Comercio hace tres años. Cuando enumera los motivos que le llevaron a hacerlo el primero es el fútbol. “Soy madridista”, aclara. Para demostrarlo manda por WhatsApp una autofoto con Cristiano Ronaldo. Se define como “un profesional del yoyó” que disfruta en El Corte Inglés y tocado el saxofón. Pero detrás de esa imagen hay un buen estudiante que cuenta con el cariño de sus compañeros españoles. “Es el más enrollado”, dicen de él. Tuvo que aprender a marchas forzadas español en Valladolid, donde no tenía muchos compatriotas. Eso fue una gran ventaja. Ahora se rodea de otros chinos y no progresa tanto. En la facultad de Comercio y Turismo de la Universidad Complutense hay 320 alumnos chinos, de un total 2.800. Casi todos se concentran en el grado de Comercio, donde representan un 20% del total. Una cifra asombrosa pero lejana al 80% del máster Investigación en Periodismo. La china es ya la comunidad extranjera no comunitaria más grande en la Universidad.

Son tantos que los carteles en la cafetería están en mandarín. En clase, estos alumnos, la mayoría producto de la política de hijo único, siempre se sientan juntos en el mismo banco de primera fila para ayudarse y entender entre todos lo máximo posible. El problema es que a veces comprenden el vocabulario, pero no el concepto de la frase entera. Los hay pudientes —con intención de abrir una agencia de viaje en el barrio Salamanca, por ejemplo— y también humildes que lloran por no poder permitirse pagar por tripitir una asignatura. Hijos de empresarios, visten modernos y deportivos, suelen tener lo último en tecnología. Algunos no se separan de sus portátiles, que despliegan en un aula anclada en los años setenta y, si van solos, tienden a aislarse con música.

Son tantos que los carteles en la cafetería están en mandarín

Las chicas, extremadamente tímidas, se azoran cuando la periodista se les acerca. Aunque Flora y Felipe no responden a este perfil asustadizo. Hablan de corrido y sin dejar de sonreír. Vienen de provincias alejadas de Pekín hasta hace poco no había academias de castellano. “Hay más extranjeros en nuestra clase que españoles. De Francia, Ucrania, Sudamérica...”, relatan.

A trancas y barrancas ambos van sacando asignaturas, pero otros sin apenas nivel de español están muy perdidos. “Vienen a verme porque suspenden y yo le digo: ‘No vais a aprobar nunca si no entendéis las preguntas. ¡Echaos un novio español”, relata Ana Rosado, que enseña Comercio Internacional. “Quieren aprender patrones de la economía occidental para adaptarlos a China. Poder pasar de resolver un contrato con un apretón de manos, a hacerlo con un papel y una firma. En unos años tendrán sus propios formadores y no necesitarán salir por este motivo, pero les seguirá interesando el idioma”, sostiene.

Pese a tener una media de 9 sobre 10 en China muchos tiran la toalla. En el examen de la materia Derecho Civil de septiembre estaban convocados 65 alumnos, 28 de ellos chinos. Se presentaron diez y aprobaron tres, según las listas colgadas. Para ellos es un trampolín también para hacer negocios en Latinoamérica. En España, los estudiantes chinos han pasado en una década de ser 500 a 5.722, fruto del esfuerzo de casi todos los rectores y los últimos tres ministros, que han peregrinado a China para vender las excelencias académicas. “El español pronto será el segundo idioma que se estudian en China. Por delante del japonés o el ruso”, explica Inmaculada González Puy, directora del Instituto Cervantes de Pekín. Ella llegó allí hace 30 años cuando no era posible aprender chino en España y no tiene visos de volverse. Está “enamorada” de su cultura milenaria. El 80% de sus 4.000 alumnos planea estudiar en España.

Les digo: "No vais a aprobar nunca si no entendéis las preguntas. ¡Echaos un novio español”

Los intentos de fomentar la integración no suelen funcionar. “Se aíslan. En primero nos obligaban más a trabajar en grupo con ellos”, cuentan los españoles Mario, Marcos y Álvaro y el alemán Björn mientras comen. Se tratan con el popular Óscar y hablan de “la china”, una chica bilingüe, como si no hubiese más entre un centenar de mujeres. “Yo el trimestre pasado tuve que hacer un trabajo con dos chinos y escribí las 100 páginas solo porque son incapaces de redactar”, cuenta uno entre resignado y divertido. “Lo normal es que uno hable español y el resto no”. Por eso la profesora Rosado montó en 2011 el programa Buddy (colega), que pone en contacto a 50 parejas de toda la Complutense. Se enseñan su idioma nativo y se ayudan. Muchos terminan amigos.

Los alumnos españoles de la cafetería no creen que la presencia de los orientales retrase al resto de la clase. Otros creen, en cambio, que pasa factura. “No puedes cubrir matrículas a costa de bajar la calidad, porque un título de la Complutense en Latinoamérica tiene prestigio”, confía una docente de este campus. “Están más pendientes de sus maquinitas que de atender”, asegura un profesor de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) que llegó a tener un 50% de alumnos de este país en un máster de Humanidades.

El pasado otoño, en la Feria de la Educación de Pekín el ministro José Ignacio Wert reconoció el problema idiomático y prometió estrategias para solventarlo. A Inmaculada Delgado, directora del Centro Complutense para la Enseñanza del Español, le gusta dividir al colectivo en dos. “Garantizo que quien sigue nuestro programa de 800 horas de español logra un 100% de éxito en el grado. Tenemos un alumno chino número uno en Matemáticas, otro en Química... Lo que pasa es que hay chinos muy osados que se quieren comer el mundo sin saber”.

En el máster Investigación en Periodismo 67 de sus 90 alumnos son chinos

¿Y por qué vienen tantos? En 2007 se firmó un acuerdo de reconocimiento de títulos y diplomas, incluida la Selectividad china (Gaokao). Y, además, si certifican en el Cervantes un nivel A2 de castellano (el segundo más bajo de seis) en la oficina consular no les piden ningún papel acreditativo más. La directora del instituto de Pekín está segura de que a la larga se exigirá más nivel, “porque no discriminar va en contra de las universidades”. Los hay críticos. “Lo que se produce es una búsqueda desesperada de financiación después de los recortes en nuestros presupuestos”, razona el docente de la URJC, que concentra 666 alumnos chinos. Esta universidad, con 11 convenios bilaterales, tiene un campus en Fuenlabrada, donde está el mayor polígono chino de España, así que parte del alumnado es bilingüe.

El máster Investigación en Periodismo, con 67 de sus 90 alumnos chinos, cumple este patrón económico. “Cuando hace dos cursos subieron las tasas de 1.700 a 4.000 euros se fueron los europeos y los latinoamericanos, y parte de los españoles”, cuenta María Jesús Casals, su directora, contenta de la experiencia porque “tienen un compromiso muy grande con sus familias o su Gobierno”. Disfruta dando clase de Retórica: “Es parte de su cultura. Aprendemos mucho cuando hablan de sus filósofos”.

Alcalá de Henares (504 alumnos) y Pontificia de Salamanca (104) han abierto oficina comercial. Granada, con 105, también despunta. En pocos años 600 millones de chinos serán clase media. El negocio no ha hecho más que empezar.

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Sobre la firma

Elisa Silió
Es redactora especializada en educación desde 2013, y en los últimos tiempos se ha centrado en temas universitarios. Antes dedicó su tiempo a la información cultural en Babelia, con foco especial en la literatura infantil.

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