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Elecciones catalanas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Palabra de Mas

El president debería anunciar personalmente que, vistos los resultados, congela sus planes

"Si no hay mayoría soberanista, este proceso se habrá acabado", dijo Artur Mas en La Vanguardia el pasado día 6. Lo que estaba en juego era comprobar si había una mayoría independentista suficiente para avalar la continuidad del proceso de separación. Los resultados han confirmado que no la había y que el ascenso del independentismo no ha acabado con la pluralidad de la sociedad catalana.

Por las encuestas sabíamos que existen opciones intermedias (federalismo y otras) que sumadas podrían ser mayoritarias. El modelo de votación planteado por Mas no daba cabida a un pronunciamiento sobre esas opciones a efectos plebiscitarios, pero sí abría la posibilidad de que los electores pudieran votar a los suyos y a la vez sumar con otras fuerzas sin necesidad de apoyar sus programas o planteamientos en otros terrenos. Esto ha favorecido la crecida del voto contra la separación, mayoritario por escaso margen pero que ha superado el 50%.

Lo que ha hecho rebrotar la polémica sobre si no habría sido más inteligente haber aceptado de entrada un referéndum consultivo sobre la independencia, que habría evidenciado su carácter minoritario. Es una hipótesis dudosa. Una consulta no vinculante al comienzo del proceso habría aglutinado el voto no solo de los independentistas, sino de todo el nacionalismo, e incluso de la mayoría que reclamaba el "derecho a decidir", para reforzar su posición negociadora en los pasos siguientes. Y a la vez, en caso de victoria sus impulsores lo considerarían terreno conquistado ("el pueblo ha hablado") y, como dijeron algunos de ellos, políticamente irreversible.

Eso no impide reconocer que en algún momento habrá que celebrar un referéndum, pero no obligatoriamente sobre la independencia, que es la posición más radical de las planteadas, sino de ratificación del acuerdo que sea posible consensuar entre las instituciones del Estado y las de Cataluña y que no excluya esas fórmulas intermedias.

Aunque la votación del domingo constata la fuerza del independentismo (dos millones de votos, que obligarán a intentar acuerdos dentro de la legalidad), Mas no podrá dejar de admitir que un número similar de catalanes —y sería indiferente que fuera un poco por arriba o un poco por debajo de esa cifra— no quiere la separación. Lo que refleja la fractura social provocada, pero también que no hay masa crítica para dar los pasos siguientes previstos. En los 13 casos de acceso a la independencia por referéndum y fuera del contexto colonial desde 1945, la mayoría media fue del 92%, según acredita Stéphane Dion en su libro sobre Quebec de 1999.

Tendría que ser Mas quien, haciendo honor a su palabra, anunciara que sus planes quedaban congelados a la espera de acuerdos que permitan convencer, aunque no sea plenamente, a una mayoría de los ciudadanos no de una, sino de las dos mitades de Cataluña salidas de las urnas.

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