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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Más seny y menos astucia

Deberíamos encontrar fórmulas de convivencia en las que todos los pueblos de España se sientan cómodos

Javier Vega Seoane (en el atril) durante la lectura de la declaración del Círculo de Empresarios, este viernes en Madrid.
Javier Vega Seoane (en el atril) durante la lectura de la declaración del Círculo de Empresarios, este viernes en Madrid.Samuel Sánchez

España y Cataluña han conseguido juntas a lo largo de su historia niveles de libertad, prosperidad y seguridad especialmente significativos durante el periodo que se inició con la Constitución de 1978 y que tuvo como hito importante nuestra incorporación a la Unión Europea en 1986. El régimen de libertades, que disfrutamos hoy todos los españoles, ha tenido mucho que ver en este desarrollo y bienestar que actualmente compartimos.

Como hemos señalado desde el Círculo de Empresarios en una reciente declaración institucional, en este proceso Cataluña ha estado siempre a la vanguardia. Su papel dinamizador ha prestado servicios de gran valor y ha servido con frecuencia de ejemplo. Por eso, ahora que empezamos a salir juntos de una profunda crisis, y que se observan signos esperanzadores de recuperación económica y recomposición institucional, sorprende la deriva independentista promovida por algunos líderes catalanes.

Esta deriva, absurda e inoportuna, además de suponer una ruptura flagrante de la legalidad, conllevaría un grave perjuicio para todos, especialmente en un mundo cada vez más competitivo y complejo que exige colaboración y unidad para hacer frente a sus desafíos. La Corona, como símbolo de unidad de España, nos ha señalado recientemente el camino del futuro con un ejemplar proceso de renovación muy gratificante y aleccionador.

Las cercanas elecciones generales, si bien producirán un arco parlamentario más complejo, posibilitarán un proceso de revisión y actualización de nuestras reglas de convivencia, que al requerir de nuevo un amplio consenso, pueden propiciar un renovado impulso vertebrador de toda la sociedad.

Es cierto que antes del comienzo de esta deriva rupturista, ya existían tensiones entre el Gobierno central y el autonómico. En aquel escenario, cada parte tenía sus razones y probablemente desde el lado de la Generalitat las habría de peso pero, como todos sabemos, el contexto económico cercano al rescate no propiciaba un ambiente adecuado. Aun en el supuesto de que la Generalitat tuviera razón, cuando uno tiene razón hay que procurar no perderla y el que se sale de la ley pierde todas las razones…

Los poderes centrales no han gestionado bien los sentimientos y, por desconocimiento o torpeza, han facilitado la astuta manipulación de las emociones en Cataluña, generando adhesiones a quienes se inclinan por la secesión. En ese estado emocional, se han enviado señales erróneas a la sociedad catalana, ocultando las ventajas de la unión y mostrando un escenario de secesión idílico carente de problemas.

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Como consecuencia de esta dinámica disparatada nos encontramos con un partido crucial en Cataluña en los últimos 40 años, Convergència i Unió, dinamitado, la sociedad catalana desgarrada y un panorama de desafectos en los que buena parte de la energía se emplea en peleas estériles.

Entre las cuestiones que más influyen en el progreso de los pueblos están la seguridad jurídica y la calidad institucional. Una aventura que arranca de un desafío manifiesto a la legalidad de un país democrático no parece la mejor carta de presentación ante la comunidad internacional.

Hay muchas cosas que ajustar en el modelo de relaciones entre el Estado central y las diferentes autonomías. Discutamos, hablemos y acordemos los cambios necesarios para mejorar ese modelo de relación de la España autonómica, de manera que todo el mundo se sienta cómodo y seguro. Pero, hagámoslo con menos astucia y más seny... y, por supuesto, dentro del marco legal.

No cabe duda que en un régimen democrático como el que con tanto esfuerzo hemos logrado, deberíamos encontrar fórmulas de convivencia en las que todos los pueblos de España se sientan cómodos. Lo hicimos en la Transición, pasando de la ley a la ley a través de la ley, en un tránsito enormemente más complejo. Con la muy mejorada situación que tenemos hoy día, ¿no vamos a poder hacer algo parecido?

Buena parte de los españoles estamos decepcionados con muchos de los comportamientos de algunos partidos políticos, pero ese enfado no puede traducirse en acciones irracionales, sino en movimientos políticos y civiles que impulsen la regeneración democrática y la reconstrucción de un marco institucional de calidad y estable para relanzar un proyecto de progreso, justicia y libertad. En ese camino, creo firmemente que la sociedad civil está llamada a jugar un importante papel en esta difícil coyuntura, aportando ideas y facilitando consensos.

Con seguridad nuestra admirada sociedad catalana indicará a sus líderes el camino a seguir y que después del 28 de septiembre, con inteligencia y generosidad, iniciaremos un proceso de recomposición de afectos y relaciones entre catalanes y de los catalanes con el resto de españoles, concentrándonos en el crecimiento de la economía y del empleo y en el mayor desarrollo y bienestar de la sociedad española, objetivos prioritarios de todo político responsable.

Javier Vega de Seoane es presidente del Círculo de Empresarios.

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