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Columna
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El acelerador de las reformas

Sabiendo que la Comisión Europea ha formulado observaciones críticas a los Presupuestos Generales del Estado y que espera nuevos recortes, el presidente del Gobierno ha salido al ruedo, donde le esperaba el público más exigente, el de las juventudes del Partido Popular, para arriesgar diciendo que va a mantener el pie en el acelerador de las reformas, que en modo alguno quedarán a medias, que seremos una vez más ejemplo hasta consumarlas en todas las áreas. Mariano Rajoy, dicen sus allegados, ha permanecido inmune al contagio del declive de los partidos políticos. El inquilino de La Moncloa se considera fuera del perímetro de las encuestas que reflejan el desprestigio de los políticos hasta considerarlos una de las causas de mayor preocupación pública. Tampoco acepta que el retroceso del apoyo de los electores se traduzca en un desplome simultáneo del partido que soporta al Gobierno y del principal partido de la oposición. Ni que los beneficiarios de tanta deserción se hayan alistado bajo las banderas de Izquierda Unida y de Unión Progreso y Democracia.

La primera convocatoria visible en el horizonte es la de las urnas de mayo próximo para elegir los diputados al Parlamento Europeo. Será la hora de la verdad. En esa ocasión, las listas de candidatos, aún por confeccionar, se presentarán a los votantes de un colegio electoral único, integrado por el censo de todo el país. Es decir, sin el sesgo que introducen las particularidades demográficas de las circunscripciones provinciales. En otros países los partidos ya han madrugado para componer sus listas y se percibe la urgencia de preparar una campaña que salga al paso de la amenaza populista y xenófoba, que podría llevar a los escaños del europarlamento a lo peor de cada casa. Las fuerzas políticas más responsables quieren enfrentarse de manera decidida a los euroescépticos, que se alimentan del miedo al paro y de las decepciones, a las que sirve de caldo de cultivo el desguace progresivo del Estado del bienestar. Porque, años después de la historia de éxito que ha sido la construcción de la UE, su modelo social y el refuerzo de los lazos de cohesión interterritorial, reaparece el lenguaje de la insolidaridad y surgen rebrotes nacionalistas propicios a engendrar el odio y el envilecimiento.

Montoro les predicó, entusiasta, que el caso de España carece de parangón, que es un éxito inigualable

Aquí, en los últimos días, la Conferencia Política del PSOE, la Interparlamentaria del PP, el congreso de las Nuevas Generaciones del mismo signo político y el Consell Nacional del PSC han ofrecido escenarios privilegiados para escuchar los mensajes de los dirigentes políticos de primer nivel, que lideran las fuerzas de mayor alcance. En resumen, parecería alejarse el peligro de ruptura del PSOE con sus hermanos catalanes del PSC, que ahora se descuelgan del plan soberanista y consideran un error político fijar de forma unilateral fecha, pregunta y mecanismo para celebrar la consulta. En la otra vertiente, los jóvenes del PP se dejaron decir algunas cosas sorprendentes. Primero, Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, les explicó que la política es sentimiento y que el sentimiento, por ejemplo el de estar enamorado, es inexplicable. De donde cabría inferir que la política también gozaría de esa misma propiedad.

Se percibe la urgencia de preparar una campaña que salga al paso de la amenaza populista y xenófoba

Además, Montoro les predicó, entusiasta, que el caso de España carece de parangón, que es un éxito inigualable alcanzado de la mano de un líder del tamaño de nuestro presidente, al que atribuyó méritos que iban creciendo en la misma medida en que exponía y agravaba los peligros de los que nos habría salvado, empezando por el rescate. Algún inconformista irremediable habría preguntado la diferencia entre lo que hemos vivido aquí, al dictado de los hombres de negro, y el rescate del que el Gobierno marianista nos habría librado, pero gentes de esa ralea estaban fuera del auditorio reservado a las juventudes acaudilladas por los Carromero y compañía. Apareció después la secretaria general, María Dolores de Cospedal, para dar a los jóvenes mensajes como los de la Virgen a los pastorcitos de Fátima, sin alusión alguna a la destrucción de pruebas con el vaciado de los ordenadores de Bárcenas reclamados por el juez Ruz, ni a la incomparecencia de Francisco Camps ante el juez Castro y por ahí adelante.

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Pero reconozcamos que el número fuerte del fin de semana se centró en el compromiso de reformas asumido por Mariano Rajoy con una ristra interminable de leyes, como si todo se fiara al aparato normativo, cuando lo que aquí faltan son conductas ejemplares. Porque, ¿cuántas leyes se precisan para cerrar los aeropuertos sin aviones, las universidades sin alumnos y otros despilfarros sin sentido? ¿O para eliminar de las filas del PP a los corruptos más evidentes? Pues ninguna.

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