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Nadie está para tirar cohetes

Depresión por dentro y sonrisas por fuera en la Fiesta del Dos de Mayo

Luz Sánchez-Mellado

Ni alegría ni alboroto ni mucho menos camaradería. Más bien, el mar de fondo de esas citas de compromiso en las que todos parecen encantados pero están contando los minutos para irse. Las sonrisas, los chascarrillos, hasta los canapés contados. Todo parecía triste y postizo en la antes rumbosa Fiesta de la Comunidad de Madrid. El paro, la crisis, la debacle, de acuerdo. Pero la publicación de la encuesta que certifica el desplome de PP —y PSOE— y la pérdida de la mayoría absoluta del Gobierno de Ignacio González acabó de bajar los ánimos a una concurrencia generalmente entusiasta con los suyos. Ni siquiera Gregorio Gordo, jefe de filas de Izquierda Unida, ni Luis de Velasco, de UPyD, receptores de los votos perdidos por los grandes, daban palmas: quizá demasiado vértigo. La salva reglamentaria con que concluyó el minidesfile militar de homenaje a los héroes del 2 de mayo sonó como un petardo. Fue el único. Nadie está para tirar cohetes.

Cordial, pero fría. Correcta, pero tensa. Necesaria, pero falsa. Parecía una reunión de ex por el bien de los niños. Y en cierto modo lo era. La expresidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, recibía la Medalla de Oro de Madrid de manos de su sucesor, Ignacio González, en presencia del expresidente y exalcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, y de su sucesora, Ana Botella. Todos se conocen. Saben de qué pie cojean. Todos se desayunaron con la encuesta. Todos lucían contentos por fuera y desolados por dentro. Todos admiten en privado que tanto ellos, como el partido, como el Gobierno, están en el momento más bajo. “Es catastrófico, pero hay que resistir y mirar hacia adelante, ya caerán los frutos de las reformas”. “Esto está siendo el alumbramiento de algo nuevo, y los alumbramientos son dolorosos”, comentaban entre ellos. Todos deploraban la situación. Aunque puede que unos más que otros.

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Esperanza Aguirre, desde luego, estaba en su salsa. Nueve años ha sido reina absoluta de esa casa, la de Correos, en pleno kilómetro cero. Pero la presidenta del PP de Madrid ya no es presidenta de la Comunidad. Se fue en septiembre, antes del desastre y por voluntad propia, o sea que la pérdida de la mayoría absoluta no es su problema. A ella, que la registren. Además, ya se había encargado de ofrecerle gratis al Gobierno de Rajoy la alternativa que está pidiendo a gritos para salir de esta. “Más recortes y menos impuestos”, había sermoneado la víspera la bloguera Aguirre al analógico Mariano, que actualiza su Twitter de uvas a peras. No solo por eso, casi todos los micrófonos y corrillos eran para ella.

“Digo lo que dije, pero el Gobierno no se equivoca nunca en nada”, matizó ayer, zurciendo a puntadas con hilo doble a quien quisiera darse por aludido. Luego, se dejó querer por su público. O sea, la mayoría absoluta de la concurrencia. Una parroquia variopinta pero uniformada con el dress-code del partido. Trajes oscuros, calvas pulidas y flequillos extralargos para los caballeros, dependiendo de la edad y de la herencia genética. Y trajecitos chaqueta en tonos pastel, cardados platino y mechas californianas para las señoras, dependiendo de sus décadas y su grado de adicción a la moda. Las únicas gafas de pasta, pantalones de tiro bajo y deportivas de firma eran las del batallón de periodistas.

Esos que persiguieron inútilmente a Pío García Escudero, presidente del Senado llamado a declarar por el juez Ruz como testigo en el caso Bárcenas, que salió pitando por la puerta lateral sin decir esta boca es suya. Los mismos que retrataron a Íker Casillas, premiado también por madrileño ilustre, y a su celebérrima novia, Sara Carbonero, antes de que hicieran mutis por el foro nada más acabar la ceremonia. Los que casi no llegan a inmortalizar a Tomás Gómez, líder del PSOE, antes de que se despidiera a la francesa al ser preguntado por su propia debacle de votos en la encuesta. Los que ignoraban en masa, pobres, a las veteranas Nati Mistral, Encarnita Polo, La Chunga y María José Cantudo, que se habían puesto sus mejores galas —y toneladas de maquillaje— a tal efecto. Solo al final, cuando solo quedaban los croqueteros irredentos, algún reportero del corazón se apiadó de ellas.

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Una fiesta sin cohetes. Mucho beso en la mejilla, mucha palmada en la espalda, pero poca marcha y menos ganas. Hasta la alcaldesa Botella, eterna portadora de la llama del expresidente Aznar entre sus devotos, iba de medio trapillo con un pantalón blanco y una levita crema. Por lo menos, la fiesta sirvió para que Aguirre se diera el penúltimo baño de masas. Hasta Botella tuvo que salir corriendo detrás de ella para saludarla antes de que la expresidenta abordara su coche en loor de multitudes. Quedaron en verse.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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