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La violencia sin ETA también da juego

La contundente actuación de la Ertzaintza contra seguidores de Segi marca distancias entre EH Bildu, PNV y Podemos en la recta final de la campaña

Desalojo por parte de la Ertzaina de miembros del 'muro popular' de Segi, en Vitoria.
Desalojo por parte de la Ertzaina de miembros del 'muro popular' de Segi, en Vitoria.ANDER GILLENEA (AFP)

La violencia es una pesadilla eterna en el ánimo vasco. Hay quien sostiene por obvio que se ha inoculado para hacer imposible la convivencia. Más allá de la simple elucubración ante un episodio tan tétrico cabe convenir que incluso ya sin ETA -¿mandará alguna recomendación la banda terrorista el día anterior de ir a las urnas?- los hechos violentos impregnan todavía demasiadas veces la vida de la ciudadanía vasca.

La contundente intervención de la Ertzaintza en Vitoria para cumplir la orden de la Audiencia Nacional de detener a tres miembros de Segi condenados ha sacudido el arranque de la última semana de tan anodina campaña electoral. El lógico impacto mediático del desalojo ayuda, además, a prolongar el inevitable debate al que, junto a las voces habituales, se ha incorporado con un discurso propio Podemos para marcar, fundamentalmente, una apreciable diferencia con la crítica dura y previsible de EH Bildu.

Es posible que el 'muro popular' no fuera fruto de la casualidad y mucho menos de la improvisación. Vaya, que la defensa solidaria hacia los tres condenados como ya ha ocurrido en otros municipios vascos hubiera buscado el momento político sin duda más mediático para ejercer su denuncia. Pero es ante este tipo de incitaciones donde el nuevo espíritu que el Gobierno vasco quiere para su Ertzaintza debería evidenciarse.

Con estas imágenes del desmantelamiento del 'muro popular' la Policía vasca demora en el tiempo su pretendida concepción de agentes de proximidad. En la retina de sus críticos permanentes vuelve a retratarse la contundencia que parecía perdida para muchos ciudadanos en aquellos tenebrosos incidentes que asolaron Bilbao durante la Cumbre Económica a la que asistió el entonces rey Juan Carlos.

 Se especula con el apoyo a la nueva formación de presos de ETA críticos con el EPPK

Además, para justificar la actitud de la Ertzaintza, el Gobierno vasco se ha visto obligado a hablar de actuación proporcionada, aunque sin hacer en paralelo ninguna interpretación sobre el comportamiento de quienes forzaron el asentamiento en plena Virgen Blanca. Como ya es habitual en situaciones semejantes, EH Bildu no soltará la pieza de este desalojo y mucho menos en este tiempo electoral.

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A medida que se aproximan las urnas -y en consecuencia el período de los pactos- la distancia entre la izquierda abertzale y el partido de Pablo Iglesias es mayor. Es cierto que ambas formaciones han coincidido en censurar con dureza a la Ertzaintza tras examinar la cifra de heridos, detenidos e imputados durante el desmantelamiento implacable del denominado 'muro popular' de los seguidores de Segi. Sin embargo, Podemos se ha desmarcado de una reacción unitaria al afear a los independentistas el largo tiempo que han desaprovechado para haber criticado la violencia que practicaba ETA. Una vez más, la banda terrorista les sigue alejando ante la complacencia de un PNV que observa encantado la escena.

Hasta ahora, la confrontación posterior a todo brote violento se reducía a un mano a mano entre la izquierda abertzale y PNV. En cambio, Podemos llega para introducir una variable que no deja indiferente a nadie. Incluso, es muy posible que su reflexión sobre los sucesos de Vitoria disponga de un mayoritario respaldo social.

Una cifra no desmentida de 70 heridos para desalojar a enfervorecidos protectores de tres condenados compromete la proporcionalidad en una primera lectura desapasionada. Ahora bien, en línea con el argumento sostenido por el nuevo partido, este posible exceso no legitima la crítica de quienes durante décadas han guardado un cómplice silencio sobre el desprecio a la vida ejercido por ETA.

En la vorágine de la campaña se ha asistido a un desmarque táctico de Podemos respecto de la izquierda abertzale como ya ocurrió con la exigencia de la condena a ETA. La incomodidad para EH Bildu es fácilmente apreciable aunque sus dirigentes sostengan que el impacto electoral será mínimo. Pero estas divergencias quedarían eclipsadas si en los próximos días algunos presos desencantados con la línea del EPPK pudieran aflorar sus preferencias por el partido de Pablo Iglesias como se viene especulando cada hora con más intencionalidad.

En el fondo, mientras exista ETA incluso haciendo cuentas de su arsenal para el desarme, la izquierda abertzale tiene un problema con Podemos. De entrada, es posible que políticamente le cercene la capacidad de crecimiento. Y con el paso del tiempo le puede arrebatar, incluso, el impulso de una generación que quizá empiece a anteponer su aspiración socioeconómica de presente y futuro al ansia independentista. Quizá entonces asome la convivencia.

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