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“Me preocupa la perversidad de las políticas contra la ablación”

Adriana Kaplan es la directora de la Fundación Wassu-UAB, que trabaja en la prevención de la mutilación genital femenina (MGF)

Jessica Mouzo
Adriana Kaplan, junto a su despacho en la UAB
Adriana Kaplan, junto a su despacho en la UABCristóbal Castro

Desde un humilde despacho en el mastodóntico campus de la Universidad Autónoma de Barcelona, Adriana Kaplan (Buenos Aires, 1956) y el equipo de investigadores que dirige en la Fundación Wassu-UAB, han conseguido levantar el veto en Gambia sobre la mutilación genital femenina (MGF). A través de su Observatorio Transnacional de Investigación Aplicada a la prevención de la MGF, la organización científica trabaja, desde hace 27 años, a dos bandas, entre España y Gambia (donde el 78% de las mujeres están mutiladas), para erradicar la práctica. Con el “conocimiento y el respeto” por bandera, Kaplan ha conseguido penetrar en las entrañas de esta tradición milenaria y formar a varias generaciones de profesionales de la salud gambianos para atajar estas prácticas y tratar las consecuencias que sufren, de por vida, las mujeres mutiladas.

Pregunta. En pleno siglo XXI, 120 millones de mujeres son víctimas de la mutilación genital femenina (MGF) y unos 30 millones de niñas están en riesgo. ¿Esto es tradición o barbarie?

Respuesta. Es una tradición milenaria, pero no todas las tradiciones son buenas y ésta viola los derechos de las niñas, que sufren las consecuencias a lo largo de su vida.

P. ¿En base a qué argumentos se sigue sustentando hoy la MGF?

"Se estigmatiza a una población facilmente reconocible"

R. Por un lado, se justifica por razones de limpieza e higiene: no contaminan los alimentos, por ejemplo; también por estética, porque unos genitales circuncidados son más bellos. Otro motivo es para preservar la virginidad de la niña en el matrimonio y evitar la promiscuidad. Y también están las razones religiosas, pero no todos las comparten. Hay algunas etnias que se sustentan en la religión para mantener la tradición, pero en realidad el islam no dice nada acerca de la MGF porque es una práctica pre-islámica.

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P. ¿Ha cambiado el perfil de las niñas a las que someten a la MGF en estos 27 años a pie de campo?

R. En origen ha cambiado. Estamos estudiando las nuevas tendencias y hay tres fenómenos muy preocupantes: por un lado, la medicalización —las niñas son mutiladas por profesionales de la salud—. La creencia es que si lo hacen con profesionales de la salud, con anestesia, no hay problema. También está disminuyendo la edad, de 9 años a 4 o 5. Otro elemento es el impacto de las migraciones, porque, por un lado, a veces las familias son multiplicadores de las medidas de prevención que hacemos pero también está quien recibe presiones para que mande dinero a su país para la ceremonia de mutilación de un familiar. Y otro elemento coyuntural es el efecto colateral positivo del ébola: en Liberia, Sierra leona y Guinea, para evitar el contagio, se han ido frenando las mutilaciones este año.

P. ¿Cómo se interviene para erradicar una tradición tan arraigada?

"El protocolo de prevención de la Generalitat se ha pervertido"

R. Con conocimiento y respeto. Es muy difícil hablar de derechos humanos en un entorno de pobreza. Lo abordas con evidencias, que las mujeres se sientan identificadas con lo que le estás diciendo: los desgarros en los partos, los partos prolongados, la muerte del bebé porque no dilatan… No estás convenciendo de nada, le estás mostrando un espejo de la realidad.

P. Lo hacen a través de su Observatorio Transnacional.

R. Exacto, actuamos a través de la transferencia del conocimiento en cascada, aquí y en Gambia. Hacemos investigación cualitativa y aplicada. Presentamos los estudios clínicos a líderes religiosos y formamos a los sanitarios porque vimos que era muy importante que los estudiantes de ciencia de la salud acabaran la carrera sabiendo que esta práctica es un problema de salud. Los sanitarios están legitimados y reconocidos en los poblados y, por tanto, son personas a las que se le escucha.

P. ¿Y el papel de la fundación en España?

R. Aquí es exactamente lo mismo. Hacemos formación para que puedan hacer una labor de prevención. Hace más de 20 años inventamos un compromiso preventivo, que es una carta que firman los padres en la que se reconoce que en su país se practica la MGF, que aquí está penada por la ley, y se recoge que se han explorado los genitales de la menor y estaban en perfecto estado y cuando vuelvan le harán otra revisión. Hemos probado este documento en 11 poblados y ha funcionado porque no son los padres los que cuestionan la autoridad de los abuelos en las sociedades gerontocráticas, sino que es un documento el que lo dice.

P. En España hay 17.000 niñas en riesgo de ser mutiladas y más de un tercio de ellas residen en Cataluña. ¿Qué medidas se están tomando para prevenir esta práctica?

R. Así como en Gambia hemos conseguido sistematizar la metodología, en España no.Se está haciendo bandera de este tema porque vende. Una cosa es lo que se dice que se hace y otra es la realidad. Y luego está la falta de conocimiento de la realidad, de que es un tema íntimo, privado, que de alguna forma estigmatiza a una población fácilmente reconocible. En Cataluña hay dos formas de trabajar: la punitiva, donde se aplica un protocolo de forma arbitraria y perversa; y la línea de la prevención, del conocimiento. Y son dos lílíneas que no acaban de encontrarse.

P. Pero sí hay un protocolo en Cataluña para prevenir la MGF.

R. Sí, y es bueno, pero se ha pervertido. Tiene varios niveles: prevención, detección y atención. El primero es donde actuamos nosotros porque damos contenido para formar a los profesionales. Lo que pasa es que se saltan el primer nivel y directamente intervienen los mossos d’esquadra. Quienes hacen prevención son los mossos y le dicen a los sanitarios que si tienen cualquier problema, que los llamen. Ante la sospecha de un viaje, sacan los pasaportes y el niño tiene que pasar por un control de genitales cada 6 meses hasta que cumpla los 18 años. Y muchos padres, en prevención de que no llamen a la puerta dos mossos, mandan a las niñas de vuelta al país.

P. Y en España, Sanidad también prepara un protocolo

R. Sólo sabemos que han incorporado nuestro compromiso preventivo, y nos alegra, pese a que tampoco nos han citado ni nos lo han comunicado. No nos han pedido asesoramiento cuando sí se lo hemos ofrecido. Desconocemos totalmente ese protocolo.

P. ¿Faltan recursos o interés de elevar la MGF a una prioridad en salud pública?

R. A ver, hay excepciones, como Badalona o Bilbao, que se vuelcan con el tema con respeto y sensibilidad pero sí, en general, se dedican pocos recursos y, lo que es más grave, se ponen en manos de gente oportunista, profesionales de la subvención, que tienen otros intereses que no son los de las niñas. Me preocupa la perversidad de las políticas que se están usando y la aplicación perversa de los protocolos contra la MGF.

P. Queda mucho camino. ¿Se podrá erradicar esta práctica?

R. Erradicar es una gran palabra… Confío en que vamos por el buen camino. El problema son los mensajes equivocados, los mensajes radicales… hay que ir con muchísimo respeto y conocimiento, sin estigmatizar. Yo espero poder decir que dentro de 10 años ya no se hacen mutilaciones pero no nos podemos olvidar de que las mujeres que han sido mutiladas seguirán padeciendo las consecuencias de por vida y hay que seguir enseñando y formando a profesionales, tanto en África como aquí.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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