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VIAJEROS URBANOS

Nostalgia marinera en la Malvarrosa y el Cabanyal

Sitios donde comer y beber en esta zona de Valencia antes hogar de pescadores

Un ciclista rueda por el barrio del Cabanyal.
Un ciclista rueda por el barrio del Cabanyal.Víctor Serna

Si uno va a la Malvarrosa, la playa por excelencia de Valencia, verá que hay unas barcas en la arena. Son embarcaciones inmóviles que como unos felices jubilados reposan allí después de unas duras jornadas, hace ya unos años, cuando este arenal era el lugar de trabajo y sosiego de muchos pescadores. El pintor Joaquín Sorolla (1863-1923) las retrató muchas veces y éstas ahora contemplan cómo se va acercando el verano y la playa se va llenado de gente. Ya no son sólo los vecinos que hacen ejercicios o pasean a los perros pausadamente, sino que se abre paso a un séquito de extranjeros que hacen de este lugar su paisaje favorito para pasar unos días.

¿Qué pintaría hoy en día Sorolla si pudiera pasarse por la Malvarrosa? Seguro que tendría en su paleta muchos más colores, más alternativas para retratar la vida de esta playa; especialmente se fijaría con sorpresa en los Erasmus, los estudiantes universitarios que llenan el arenal.

Colindante a la Malvarrosa se encuentra el barrio del Cabanyal. Allí están muchas de las casas que alojaron a los pescadores que pintó Sorolla, muchas de las cuales hoy son centros culturales, locales gastronómicos, viviendas de artistas o simplemente okupadas. También se puede escuchar el cante gitano de algún vecino que ha hecho de la puerta de su casa, un improvisado plató.

Nada como pasarse por La Paca (Rosario, 30), que tiene una buena terraza al sol y disfrutar de un lomo al curry y unos esgarraet, un plato típico valenciano que consiste en una especie de ensalada de bacalao, pimiento rojos asados, ajos y aceite de oliva. Luego se puede continuar, al lado del Mercado, en La Bodega de la Peseta (Cristo del Grao 16), un local que no deja indiferente por su decoración y espacio, ya que fue una ex bodega. Ahí hay que probar la tortilla de patatas y ajos tiernos, acompañada del vermut casero.

Otra alternativa para los vegetarianos o, incluso, para los veganos, es la Asociación Cultural y Gastronómica La Regadera (Del Progrés, 23). Aquí, además de comer bien, se desarrollan todo tipo de actividades culturales, conciertos, exposiciones y talleres. El ambiente es muy casero y acogedor. Seguro que el viajero vuelve después de probar sus muffins de chocolate. También hay que ir a la Tasca Vegetariana Nehuen (Cristo del Grao, 14) y comer allí el Vegan Burguer, una hamburguesa vegetariana de pan de tetilla, arroz integral, avellanas, champiñones, aguacate, tomate y lechuga. Se debe ir con hambre ya que el tamaño es verdaderamente grande y con precios bastante populares.

Y para terminar la noche, el sitio es No hay nada mejor que 27 amigos (De la Reina, 186), un lugar para beber con los más cercanos y escuchar todo tipo de música en vivo. Hay un ambiente joven, dicen que es “muy berlinés” debido a sus propietarios alemanes. Los domingos hay jazz a partir de las cuatro de la tarde.

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Cabanyal tiene una identidad consolidada, su gente es simpática y acogedora. La recomendación es ir a conocer este barrio tal como está ahora. Impregnarse de ese nostálgico ambiente marinero, ya que muchas de sus esquinas corren peligro de ser derrumbadas por un plan urbanístico del Ayuntamiento y allí están muchos de sus vecinos, locales nocturnos y la radio local Malva, al unísono diciendo: “Salvem el Cabanyal”. No me extrañaría que Sorolla –si estuviera presente- haría un grafiti gigante con esa consigna.

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