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La paradoja y el estilo
Columna
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La primera comunión

Los Bustamante trabajan más en equipo ahora que están separados

Daniela Bustamante con sus padres el cantante David Bustamante y la actriz Paula Echevarría, durante su comunión en San Vicente de la Barquera (Santander) el pasado 17 de junio.
Daniela Bustamante con sus padres el cantante David Bustamante y la actriz Paula Echevarría, durante su comunión en San Vicente de la Barquera (Santander) el pasado 17 de junio. gtresonline
Boris Izaguirre

El divorcio de Paula Echevarría y David Bustamante amenaza con ser interminable. Observando la peripecia en que se convirtió la primera comunión de Daniella Bustamante, recordé la tensa relación que mi madre tenía con esa celebración. “La hice por el vestido”, nos informó a mi hermano y a mí, aún muy niños. “Me convencieron con el traje, que no era de poliéster, porque aún no se había inventado, pero sí de un tejido que picaba, aunque era resultón”. Mi hermano ya había oído esta historia pero yo estaba alarmado. “Mami, ¿será que no quieres que hagamos la primera comunión?”, pregunté redicho, un poco revelando mi secreta admiración porque seríamos los únicos en nuestro grupo de amigos que no la harían. “Puedes hacerla el día que te dé la gana y cuando de verdad estés convencido”, respondió ella, y mi padre se la llevó a parte quizás para reprenderle esta postura ideológica tan frontal viniendo de una madre. Mi mamá era una mujer totalmente distinta de las madres que yo conocía. Consiguió lo que quería: yo ando por la vida sin haber hecho la primera comunión.

Pero eso no me excluyó de asistir a las comuniones de mis compañeros del colegio. Y de atiborrarme con sus postres y meriendas, porque mis padres ya eran macrobióticos en ese entonces, unos modernos con poco que ver con Paula y David. La única oportunidad que tenía de devorar sándwiches de queso crema, tartas de helado, islas flotantes, coca colas y chantilly de fresa era en esas primeras comuniones. Hasta que una de las madres descubrió que yo acudía como invitado glotón y no como comulgante, entonces llamaron a mi mamá y ella les desveló su voluntad de criarnos ateos y macrobióticos hasta que decidiéramos otra cosa. Los desmadres nutricionales se hicieron menos frecuentes.

El laicismo de mi mamá fue sincero (mis hermanos se han bautizado siendo adultos) pero infatigable. Si hubiera estado viva para ver esta primera comunión Bustamante-Echevarría, se habría quedado impactada con el despliegue de vestuario e invitados, el baile de los papás en perenne proceso de divorcio y el desparrame de azúcares y grasas saturadas en la cordillera cántabra. Todo ese desvivirse por ofrecer una imagen de hipernormalidad, de familia religiosa, separada pero unida por las tradiciones y la glucemia a mamá le habría provocado dar un pequeño golpe en la mesa. Habría dicho que todo era consumismo e imagen. Belén era así, yo en cambio lo vi todo colorido y edulcorado como un merengue sintético que regala el ¡Hola!, en un reportaje que fue planeado y trabajado con mimo, ofreciendo una imagen buena y familiar de la bella actriz. Pero por sorpresa saltó la noticia de que ya tiene un nuevo amigo, una nueva ilusión. Y eso, con los dimes y diretes, los desmentidos, las buenas y malas intenciones estampó un fastidioso lamparón en la campaña.

Cristiano Ronaldo, en Madrid.
Cristiano Ronaldo, en Madrid.Gtres online

En cualquier caso, se ratificó que los Bustamante trabajan más en equipo ahora que están separados. El equipo será la gran reivindicación de la década. Si la pareja funciona como sinergia consigue más éxito, más contratos. El único problema es que un equipo necesita de otros equipos. El cantante tiene el suyo y en el de la actriz hubo fallos.

Cristiano Ronaldo también forma parte de un equipo y amplía su familia usando métodos menos convencionales que los de Paula. Florentino Pérez acudió a Onda Cero a manifestar que “todo esto de Cristiano es muy extraño”. Imaginamos que se refiere, entre otras cosas, a los rumores de que el jugador podría abandonar el Real Madrid si Hacienda insiste en reclamarle millones. Mi mamá decía que lo que no le gustaba de Cristiano era el nombre.

Pero la verdad que cuando Hacienda aprieta, te sientes tan acorralado que anhelas poder huir. Y no lo digo por mí o por Cris, sino por casos históricos como por ejemplo Ava Gardner, que cuenta en su biografía cómo la atosigó Manuel Fraga para que equilibrara sus cuentas con el fisco. Cuando ella recibió la factura le pareció tan astronómica que se marchó, para siempre, de Madrid. “Deberían haberme pagado a mí por la buena publicidad que hice de la ciudad. Y del país”, escribió la más bella del mundo. La descreída actriz olvidó que una dictadura católica es siempre una dictadura y que si pueden usar tu vida personal para fastidiarte, o medrar, no lo dudan ni un minuto. Hacienda tampoco duda, o duda solo a veces.

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