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DEFENSORA DEL LECTOR
Tribuna
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Críticas (de ida y vuelta) a la Universidad

Las dos primeras entregas de la serie sobre la enseñanza superior provocan quejas de profesores. Un vídeo sobre el hombre que se lanzó a los leones causa indignación

El lunes 1 de diciembre, EL PAÍS inició una ambiciosa serie dedicada a la Universidad española. Su objetivo es analizar los problemas de la enseñanza superior y, según podía leerse en el sumario del texto de presentación, “arrojar algo de luz sobre la discusión muchas veces encarnizada” que rodea este tema. He tenido oportunidad de comprobar enseguida la exactitud de ese adjetivo, porque ese mismo día se publicó una tribuna sobre el mundo académico del escritor Félix de Azúa, titulada Un partido de profesores,que provocó reacciones virulentas. De Azúa criticaba duramente la situación de la Universidad, y se preguntaba por qué Podemos no aborda el tema.

Varias de las cartas de protesta contra este artículo, que no me compete juzgar, eran de profesores universitarios. A este colectivo, o mejor dicho, a las quejas que he recibido de este colectivo, nada más publicarse los dos primeros reportajes de la nueva serie, quiero dedicar mi artículo de hoy. Son mensajes que coinciden en apreciar un tono negativo, tanto en el que la inauguró, titulado La endogamia alcanza al 73% de los docentes, escrito por Maribel Marín y Pilar Álvarez, como en el que se publicó el 8 de diciembre, titulado Ser mal profesor sale barato, de Patricia Gosálvez.

Víctor Maojo García, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, se lamenta del “tono negativo” de los reportajes. “Si en España no han aparecido prácticamente nunca universidades en ese famoso Top 200 de Shanghai, sí ha habido varias facultades y áreas de universidades que están dentro de ese ranking, repetidamente. Por ejemplo, en la que yo mismo trabajo, pero prácticamente nunca se mencionan estos ejemplos positivos”. Y aunque reconoce que la endogamia existe, opina que “se remediaría rápidamente si hubiese voluntad y decisión. Páguese más a los profesores de las mejores universidades y a los que más y mejor trabajan”. En cuanto al coste del mal profesor, añade: “Más barato le sale a la sociedad el buen profesor”.

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El reportaje de Gosálvez, que contiene un relato de las clases a las que ha asistido la periodista para elaborarlo, es el que ha provocado más críticas.

Álvaro Martínez del Pozo, catedrático de Bioquímica de la Universidad Complutense de Madrid, escribe lo siguiente: “Como profesor de universidad y entusiasta investigador me siento fuertemente perjudicado por las versiones vertidas por la periodista Patricia Gosálvez”. Y continúa: “Su artículo coge el rábano por las hojas, utiliza un número muy pequeño de testimonios y se queda en lo anecdótico. Especialmente graves son sus opiniones totalmente inadecuadas y mal informadas sobre las encuestas Docentia (que están mal hechas y por eso muchos no nos evaluamos; puedo demostrarlo si se me pregunta) y el papel que juega la investigación en la UCM”.

Al lector le resulta imposible saber qué base tienen algunas afirmaciones

Carmen Elvira Donázar, profesora del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Zaragoza, escribe sobre el reportaje de Gosálvez: “Quiero manifestar únicamente el malestar que me produce que un periódico como EL PAÍS publique un artículo como éste, tan falto de rigor (saca conclusiones de asistir a una universidad durante una semana), tan falto de datos (las fuentes consultadas son marginales, habla de sitios que miran estudiantes, no dice cuántos, tampoco quiénes escriben estos sitios) en el que el objeto es clasificar al profesorado universitario (excelentes, buenos, regulares y malos) por supuesto en base a algo tan carente de objetividad como la opinión, y además sólo la del estudiante”.

Mónica Ceberio, jefa de Reportajes, que ha supervisado los textos, señala: “La serie no pretende dar una imagen negativa de la Universidad, pero sí, como no puede ser de otro modo, quiere detectar y analizar algunos de sus problemas más graves. En el caso de la endogamia, el artículo presentaba, además de un análisis con datos elaborados por primera vez por Educación, información sobre propuestas interesantes que se están llevando a cabo en algunas universidades para disminuir el nivel de endogamia”.

“Sobre la segunda entrega, tanto el titular (Ser mal profesor sale barato) como el título que llevó la primera página del periódico (La falta de control del profesorado, un lastre) ilustran la conclusión: no hay suficientes controles de la calidad de las clases que imparte cada profesor”. Y el tema del artículo era ése: “La rendición de cuentas, algo con lo que España tiene un serio problema en algunos ámbitos. Y lo cierto es que la Universidad española permite que profesores que llevan décadas impartiendo clases que no llegan al mínimo exigible de calidad sigan en sus puestos”.

“Cada uno de los reportajes”. añade Ceberio, “va acompañado en la web por dos artículos de opinión que los lectores pueden ir comentando a lo largo de la semana”. Hasta ahora han participado cuatro destacados profesores.

Patricia Gosálvez, autora del texto Ser mal profesor sale barato, reconoce, y así lo refleja en él, que la asistencia a una decena de clases en la UCM “no permite extrapolar si el profesorado es bueno o malo, cosa que no hace el texto, dado que no era su objetivo. Sin embargo, el experimento sí sirve para constatar que a los malos profesores no se les controla”.

Y añade: “No incluí en el texto la documentación previa —artículos, estudios y blogs de profesores— que ahondaba en el desequilibrio entre la valoración de la docencia y la de la investigación, un tema ampliamente discutido en el mundo académico y corroborado por los seis profesores con los que hablé para el reportaje y las tres fuentes institucionales consultadas: la oficina de calidad de la Complutense, la de la Pompeu Fabra y la ANECA”.

El problema que yo veo en este reportaje no está en que su autora pretenda sacar conclusiones generales sobre el profesorado universitario tras asistir a una decena de clases, sino en el espacio sustancial que se consagra en él al relato de esas experiencias, en detrimento de todo lo demás. El artículo interesó a los lectores, y encabezó la lista de lo más leído en la web, pero no queda reflejado en él el trabajo de campo que Gosálvez ha hecho, a tenor de los datos que cita en su respuesta. Y al omitir testimonios (¿por qué no dice que entrevistó a seis profesores?), y no mencionar la documentación consultada, al lector le resulta imposible saber qué base tienen algunas de las afirmaciones que hace.

La voz en ‘off’ del vídeo atenta contra la sensibilidad y la inteligencia

No quiero dejar de mencionar la carta que me remitió un lector, Jon Izagirre, en la que califica de “vergonzoso” el tono humorístico de un vídeo colgado el pasado lunes en la web de EL PAÍS sobre el suceso en el que resultó gravemente herido un hombre tras entrar en la zona de los leones del zoo de Barcelona. He comprobado que el audio es inadmisible, con una voz en off que dice, mientras una fiera ataca al intruso: “Los leones debieron relamerse…”.

Belen M. Ayala, responsable del departamento Audiovisual, me explica que se optó por publicar el vídeo, de la agencia Atlas, “por el valor informativo de las imágenes que contenía. Como cualquier otro vídeo de los que nos suministra esta agencia, previamente se escuchan por si el contenido puede diferir de los textos que escriben los periodistas de EL PAÍS, por si puede resultar ofensivo o contradecir los criterios editoriales. En este caso, el tono de la locución puede resultar un poco jocoso, aunque en ningún caso consideramos que ofensivo para la identidad de la víctima. Nuestra capacidad para editar o transformar esos vídeos es nula, así que lo único que podemos hacer es tomar la decisión de publicarlos o no en función de todo lo mencionado”.

A la vista de estas dificultades, y del inaceptable tono de la locución que atenta contra la sensibilidad y la inteligencia, quizás hubiera sido aconsejable omitir el vídeo, ya que las imágenes del suceso eran muy breves, y el resto de la grabación carecía de interés.

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