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campañas de impacto

Beber de la charca sucia

La falta de acceso a fuentes de agua potable en Chad afecta a la salud de los niños. Este documental de Oxfam busca recaudar fondos para construir pozos

Vídeo: PABLO TOSCO (OXFAM INTERMÓN)
Alejandra Agudo

Empezó a llover el 17 de julio. Todos en Midjiguir, en la región de Guera (Chad), recuerdan la fecha. El agua llegaba más tarde de lo habitual. La estación húmeda se había hecho esperar en esta zona de clima saheliano en la que la población depende de la lluvia para sobrevivir. En esos meses, de julio a septiembre, se cultiva el 80% del cereal que necesitan para comer durante todo el año. Y, sobre todo, pueden llenar bidones de las charcas sucias que se forman por las precipitaciones. Para beber. Así lo hace Achta Fadoul, una mujer de 28 años y madre de seis hijos, protagonista del documental grabado por Oxfam Intermón (OI) para denunciar la situación de escasez hídrica y de alimentos que padecen la mayoría familias en aquel país.

Una de las principales preocupaciones de Achta es la salud de sus dos niñas y cuatro niños. "Caen enfermos con frecuencia. El agua que podemos conseguir aquí está muy sucia y llena de gusanos. Enseguida les produce diarrea, malestar y dolor de tripa. A veces la filtramos, pero no siempre podemos", relata en el vídeo. "Ella no ha perdido ningún hijo, pero en casi todas las familias que conocimos en los poblados había muerto alguno de los pequeños". Lo recuerda Belén de la Banda, trabajadora de Oxfam Intermón que visitó recientemente algunas de las 35 comunidades en las que trabaja la organización construyendo pozos de agua potable para reducir la elevada mortalidad infantil.

Para evitar tanta muerte evitable, OI solicita, con el lanzamiento del documental, ayuda para seguir construyendo fuentes. "El problema es que el suelo es rocoso y la gente no tiene herramientas adecuadas para cavar pozos profundos", detalla de la Banda. "Pero también hacemos incidencia política. Exigimos al gobierno chadiano que garantice el derecho al agua potable. No solo hacemos fuentes", apostilla. Además, añade, forman a varias personas en cada comunidad para que sepan reparar la maquinaria de extracción en caso de que se rompa, lo que normalmente sucede a los tres o cuatro años desde su instalación. "Una vez que nos marchamos, son los vecinos los que se encargan del mantenimiento", apunta.

El problema del agua se suma al de la malnutrición, que afecta a entre un 15% y un 17% de los menores. Toda la comida del día es un solo cereal, el sorgo, aderezado con hojas silvestres no venenosas. Achta sabe que no es suficiente. "Pero no tenemos otra posibilidad", lamenta. Y si el ya débil estado de salud de sus hijos empeora, por disentería o diarrea, la madre se encomienda a Dios. El médico no es una opción. "Los doctores piden dinero y no podemos pagarlo aunque los niños se estén muriendo", dice.

Entre un 15 y un 17% de los niños de la región de Guera, en Chad, sufre malnutrición aguda

Benjamin Dinitola, el responsable de nutrición infantil del Hospital de Mangalmé, en la región del Guera, donde reside Achta, asegura en un testimonio recogido por de la Banda que allí donde hay fuentes de agua potable, se reducen los casos de malnutrición.

Ante esta situación, organizaciones como Oxfam Intermón promueven la construcción de pozos en los pueblos para que las comunidades tengan agua potable cerca de casa. Su programa en Chad beneficia a 42.000 personas de manera directa. "Y en los lugares donde todavía no hay una fuente adecuada, les enseñamos técnicas de tratamiento que pueden adoptar, como filtrarla, por ejemplo, por una tela de algodón, clorarla con lejía, o hervirla. Pero claro, en la temporada de lluvia no hay mucha leña para calentar", detalla de la Banda.

Emmanuel Ratou, técnico de agua e higiene de la ONG en la región, está acostumbrado a ver los otros problemas, además de los de salud, que genera la falta de agua potable: "Hay mujeres que tienen que desplazarse muy lejos para recogerla, y la mayoría de veces no es potable", explica. La distancia y cargar el peso de grandes bidones son una constante en la vida de la población femenina de la zona. "Mi vida es dura, mi madre me dejó muy pequeña, tengo que trabajar mucho para sobrevivir. Tengo que arreglarme sola. Me caeré y me levantaré, me caeré y me levantaré, hasta que tenga criados a mis hijos", relata Achta. 

Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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