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El ébola se combate casa por casa

Cientos de jóvenes recorren los barrios más populares de Monrovia para repartir kits higiénicos, dar información y evitar que nadie baje la guardia ante la epidemia

José Naranjo
Un equipo de voluntarias formadas por Unicef para asesorar sobre la enfermedad a través del móvil.
Un equipo de voluntarias formadas por Unicef para asesorar sobre la enfermedad a través del móvil.Ahmed Jallanzo (Unicef)

La ferretería de Darius Johnson da directamente a la única calle del barrio, una estrecha lengua de asfalto que serpentea entre un amasijo de casas autoconstruidas de forma anárquica y tan juntas unas de otras que, vistas desde arriba, parecen compartir un único techo de chapa. Así es West Point, un enclave popular de Monrovia que se hizo famoso en todo el mundo el pasado mes de agosto después de que el Gobierno liberiano lo sometiera a una cuarentena de diez días provocando la airada reacción de la población. “No sé a qué viene tanto revuelo, el ébola se ha acabado”, asegura Johnson con una sonrisa de oreja a oreja. Y este es precisamente el peligro, pensar que los buenos resultados alcanzados en Monrovia en la lucha contra la enfermedad suponen su fin. El peligro es confiarse.

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Al impracticable campo de fútbol del barrio, convertido en lodazal por las lluvias y reconvertido en aparcamiento, se asoman una iglesia pentecostal y la clínica Star of the Sea. Fútbol, religión y salud, tres ejes que vertebran la vida de los liberianos, sobre todo en los últimos meses. Los niños pululan bajo los techos de chapa porque las escuelas están cerradas a causa del ébola. Famata Lama tiene 18 años. Portando una camiseta celeste recorre el barrio con otras 200 chicas, todas jóvenes voluntarias, animando a los vecinos a registrarse en un proyecto puesto en marcha por Unicef para dar información sobre el virus a través de teléfonos móviles. “No puedo ir al instituto porque estaba cerrado, así que esto me pareció una muy buena idea”, explica esta aspirante a abogada armada con un móvil.

El sistema, que comenzó a funcionar hace apenas unos días, recibe las dudas de los habitantes de West Point sobre el ébola y les da respuestas, todo mediante SMS gratuitos. Pero también sirve para evaluar sus impresiones sobre la enfermedad mediante sencillas encuestas, que luego se pueden conocer en la plataforma U-report. Y en un solo día de funcionamiento ya ha mostrado un resultado sorprendente: el 77% de los encuestados piensa que el nivel de la epidemia de ébola es “bajo”. Y es que el constante ritmo de decrecimiento de los contagios en Monrovia, con “sólo” 50 nuevos casos en la última semana, está provocando una oleada de optimismo entre la población que, según los expertos, implica serios peligros.

Una voluntaria muestra a los vecinos de Clara Town medidas higiénicas para evitar el contagio.
Una voluntaria muestra a los vecinos de Clara Town medidas higiénicas para evitar el contagio.Pablo Tosco (OI)

Al otro lado del puente se entra en Clara Town, un barrio de 16.000 personas donde la enfermedad también ha dejado huella. Helena Nagbé, de 42 años, vio morir a tres hermanos, a su padre y a su madre, como si una maldición hubiera caído sobre su familia. Ella misma se contagió y pasó dos semanas en un centro ingresada. Hoy recibe la visita de un grupo de voluntarios de Oxfam que están repartiendo estuches higiénicos entre la comunidad. “Tengo cinco hijos, no quiero que ninguno se infecte”, asegura. Addullah Roger, de 23 años, estudiante de Biología ahora sin nada que hacer mientras dure el parón escolar, es uno de esos voluntarios. “Les decimos que eviten comer carne de mono, que se laven las manos con agua clorada varias veces al día y que si alguien tiene los síntomas no se acerquen y llamen a las autoridades”, explica.

En otros barrios como New Kru Town y Logan Town se repite la misma escena. Naomi Koli, 21 años, es vecina de Clara Town y quiere ser enfermera. “La gente aquí no tiene dinero para comprar jabón y cloro, por eso es tan importante lo que hacemos”, revela. Los jóvenes llegan con sus cubetas para mezclar el agua clorada y sus pastillas de detergente y las reparten allí donde más falta hacen. En total, Oxfam ha formado a 484 voluntarios, cada uno de los cuales visita unas veinte casas al día. Ya han repartido unos 8.000 kits con los que esperan incrementar la protección de unas 56.000 personas. Y el mensaje parece estar calando entre la población.

En el centro de tratamiento de ébola ELWA 3, gestionado por Médicos sin Fronteras también en la capital liberiana, el miércoles hubo sólo siete ingresos, cuando hace un mes la media era de treinta. “Ojalá me equivoque, pero estoy convencida de que los contagios volverán a subir. Lo hemos visto en Guinea y está ocurriendo en Sierra Leona. La transmisión de la enfermedad sigue activa”, asegura Carolina López, coordinadora de este centro. Admitiendo que la labor de sensibilización está consiguiendo resultados, en su opinión persisten dos problemas serios, “el seguimiento de contactos, que es clave para atajar la expansión de la epidemia y es muy deficiente, y el sistema de ambulancias, pues aunque ha mejorado algunos pacientes siguen llegando en taxi o vehículo privado a nuestro centro. Además, tenemos que poner mucha atención a las enfermedades que no son ébola”.

Los trabajadores de Médicos sin Fronteras también recorren los barrios populares, en este caso repartiendo equipos de protección, una solución considerada de emergencia ante la enorme dimensión de la epidemia y con el objetivo de intentar atajar los contagios en casa, antes de que los pacientes puedan llegar a los centros. Ya se han distribuido más de 50.000 y se pretende llegar a cubrir las necesidades de 245.000 personas con paquetes que incluyen cubos, cloro, jabón, guantes, bolsas de basura, aerosol desinfectante e incluso gafas y mascarillas. El enfoque comunitario, es decir, la proximidad con los líderes locales y las poblaciones para que todo el mundo tenga claro cómo comportarse para evitar la extensión de los contagios, es uno de los ejes en que se está intentando poner el acento, toda vez que al menos en Monrovia, y desde hace un mes y medio, existen ya centros suficientes para atender a los enfermos.

El lema impulsado desde el Gobierno para evitar que la población relaje las medidas de precaución es 'Ébola is real', que ha dado nombre a una canción.
El lema impulsado desde el Gobierno para evitar que la población relaje las medidas de precaución es 'Ébola is real', que ha dado nombre a una canción.Pablo Tosco (OI)

La información puerta a puerta, a través del teléfono móvil, pero también por la radio, que es muy usada en este país. Oxfam ha patrocinado a emisoras locales para la emisión de anuncios, mensajes y programas sobre la epidemia, pero esta estrategia fue un paso más allá cuando Adolphus Scott, de 44 años, uno de los expertos en Comunicación para el Desarrollo de Unicef, tuvo la idea de crear una canción con los mensajes oficiales que el Gobierno pretende divulgar sobre esta enfermedad. “Fue por el mes de mayo, cuando surgieron los primeros casos. Nos dimos cuenta de que los SMS, la publicidad, los eslóganes no acababan de llegar, no provocaban un cambio en los comportamientos de la gente. Los liberianos adoran la música y pensamos: ¿Por qué no crear una canción?”, asegura.

Entonces Scott contactó con DJ Blue, uno de los locutores de radio más conocidos del país que trabaja en Hott FM. Y fue este quien eligió a los artistas: Soul Fresh, F.A. y Deng, jóvenes y conocidos raperos a quienes se encargó la elaboración de una canción, que finalmente fue bautizada con el lema impulsado desde el Gobierno Ébola is real (el ébola es real). Adolphus explica que los músicos entendieron rápidamente la idea y crearon un tema en el lenguaje de los liberianos de la calle, una canción bailable y pegadiza que durante todo el verano ha sido una de las más escuchadas en el país. “Por ejemplo, para decir que el ébola no es cosa de broma decimos ébola na play play, que es como lo diría un liberiano medio”, añade.

Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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