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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otro puente dinamitado

El socialismo catalán debe cerrar filas y preservar un espacio político esencial para la izquierda

Cada vez que salta un puente por los aires se pueden escuchar algunos hurras de entusiasmo en ambas orillas. Los suscita la dimisión de Pere Navarro como los suscitó el anuncio de la retirada de Duran Lleida. Ambos han sido tildados de traidores por aquellos que han trazado una raya en la arena y exigen a todos que se sitúen a uno u otro lado, cosa que intentan evitar dirigentes como Duran y Navarro, tachados de españolistas vergonzantes en Cataluña y de nacionalistas embozados en Madrid.

Su caída no se debe estrictamente a la pérdida del equilibrio sobre la maroma en la que se mantienen. De hecho, quienes han conseguido dibujar de forma más nítida la noción de una tercera vía que nos saque de la dualidad diabólica entre inmovilidad e implosión son líderes como Duran y Navarro, con la ayuda de Pérez Rubalcaba. A ellos se debe la idea de una reforma federal de la Constitución que incorpore algún tipo de reconocimiento de la personalidad singular de Cataluña. El mérito de Navarro, elegido hace dos años y medio ya en mitad de la crisis, es particularmente relevante, porque ha conseguido —a pesar de las presiones soberanistas— mantener la unidad socialista, y a partir de esta, que también se sostuviera el consenso constitucional imprescindible para la estabilidad. Todo ello con un durísimo precio en forma de fugas de dirigentes y de pérdida de bases.

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Navarro defiende el derecho a decidir, y por tanto una consulta sobre el futuro de Cataluña, pero previamente pactada y en la legalidad. De ahí que en el Congreso de los Diputados votara en favor del derecho a decidir y, en cambio, rechazara la declaración de soberanía del Parlamento catalán. Su coherencia no obtuvo el acuerdo ni del sector soberanista de su partido ni el pleno consenso con el PSOE. Su posición era incomprendida en un sitio y en otro.

Se entiende bien la presión sobre Navarro desde el mundo político y mediático porque era una pieza de engarce imprescindible. Pero lo más grave es que no ha sido precisamente la esperable presión soberanista la que se ha llevado por delante al primer secretario del PSC sino su propio entorno político. Y no son precisamente los críticos soberanistas en fuga quienes le han liquidado. Navarro pudo resistir la presión exterior, a pesar de afectarle muy personalmente, con una agresión violenta incluida y una reacción lamentable y cruel por parte del soberanismo; pero no ha podido resistir la falta de responsabilidad y compromiso de buena parte de los militantes y dirigentes socialistas.

También se puede entender que deba pagar por los sucesivos y pésimos resultados electorales, pero poco bueno puede augurarse para el socialismo catalán si no cierra filas en momentos de dificultades, cuando están en juego no solo el futuro del partido sino la concordia civil y la estabilidad. Quienes han disentido de Navarro deben saber que el espacio que corresponde al PSC sigue siendo imprescindible para que la izquierda vuelva a ser alternativa en Madrid y para que Cataluña sea capaz de dialogar, pactar y encajar en España.

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