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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El jamón del sándwich

Nadie duda de que la recuperación pasa por la mejora de las condiciones a las pymes

Maravillas Delgado

Nos cansamos de oír que España no es un país de emprendedores, que no se nos educa para ello, que preferimos la comodidad de un sueldo fijo y que nadie da el salto necesario para cristalizar brillantes ideas que harán del mundo un lugar mejor. Pero lo cierto es que según datos del Instituto Nacional de Estadística, el 91,4% de las empresas tienen menos de seis empleados, incluyendo 1,6 millones que no tienen empleados porque la ley obliga a que el administrador accionista sea autónomo (y esto no incluye a los verdaderos autónomos). Pero aún nos quedamos más sorprendidos si vemos la evolución histórica y descubrimos que en los últimos 10 años se ha producido un crecimiento en el número de estas empresas de un 20%, lo cual es un milagro si se tiene en cuenta que entre un 75% y un 80% de las nuevas compañías fracasan en los tres primeros años. Solo en 2012 se crearon más de 334.000 empresas de menos de cinco empleados (empresas semilla) a la vez que se extinguieron más de 391.000. Estos números, si además los analizamos desde la complejidad de la creación de sociedades bajo la regulación española, abarcan un chorro de valientes emprendedores que no se merecen ser menospreciados. Y no olvidemos que estas empresas, la mayoría compañías familiares de pequeño tamaño, son el jamón del sándwich de nuestra economía y son el germen, en muchos de los casos, de nuestra gran empresa. ¿O es que es necesario recordar que Inditex arrancó como una tienda de ropa barata en la calle de Juan Flórez de A Coruña?

Pues además de tener que oír que esos miles de empresarios no son emprendedores, les toca batirse el cobre con una de las mayores crisis económicas que se han visto y para la que nadie estaba preparado. Y esto de la preparación es especialmente importante cuando se trata de la empresa familiar porque en muchos de los casos la gestión de sus empresas se basa en un modelo de self made entrepeneur [emprendedor hecho a sí mismo], construido mediante el aprendizaje a golpes y con una gestión intuitiva.

A estas alturas, nadie duda de que la recuperación de este país pasa por la mejora de las condiciones bajo las que operan las pymes, que son el sustrato básico de nuestra economía. Estas ayudas incluyen no solo la recuperación de la capacidad de financiación (principalmente de circulante), sino también por el asesoramiento para la implantación de mejoras en la gestión operacional con el fin de mejorar la eficiencia y en el soporte institucional para ayudar de manera efectiva a la internacionalización.

Hoy en día la capacidad de competir en el exterior es clave para que la empresa sobreviviva

En lo relativo a la recuperación de las fuentes de financiación se está produciendo un cambio, pequeño aún pero prometedor, en las estructuras de financiación a las pymes. Por un lado, estamos detectando un claro interés por parte de fondos, nacionales y extranjeros, de distinto perfil por entrar en este mercado de financiación y, por otro lado, es de sobra conocido que uno de los objetivos de este Gobierno para este año es el desarrollo de medidas legales y regulatorias que permitan crear de manera eficiente un mercado de financiación para este tipo de empresas. Si por estas vías nos vamos aproximando al modelo alemán, donde más de la mitad de la financiación corporativa es no bancaria, estaremos dando un salto cuántico en la estructura económica del país y supondrá una verdadera revolución en las relaciones entre las empresas y sus financiadores. Los costes de financiación explícitos se incrementarán frente a los costes históricos, aunque los costes totales, incluyendo el sobrecoste que las empresas pagan en aquellos productos que están amablemente obligados a contratar de manera paralela, probablemente no difieran tanto. Por otra parte, las fuentes de financiación se diversificarán y eso redundará en una mayor estabilidad en la financiación.

Recientemente el profesor Jesús Fernández-Villaverde de la Universidad de Pensilvania, en una brillante conferencia del Club Empresarial ICADE, presentaba unos reveladores datos que demostraban que la empresa mediana y pequeña española no es eficiente ni competitiva frente a empresas similares en países como Reino Unido o Estados Unidos, por lo que le costaba competir en el mercado exterior. Hoy en día la capacidad de competir en el mercado exterior es la clave para permitir la supervivencia de la empresa, por lo que no estamos hablando de una opción sino de una necesidad. La reforma laboral unida a la aceptación de la situación económica por trabajadores y, en alguna medida, por los sindicatos ha permitido rebajar el coste laboral unitario en España frente a las cifras de 2009 en un 5,25% y solo en 2012 en un significativo 3% (frente a un crecimiento a nivel mundial del 1,3% y del 1,7%, respectivamente), lo que ha ayudado a los primeros de la clase a avanzar en la internacionalización. Pero esto no es suficiente. Las empresas familiares españolas adolecen de una falta de modelos de gestión profesional importante, necesitan cambiar en muchos casos los indicadores sobre los que desarrollan su gestión siendo más críticos con los modelos de negocio tradicional, porque en muchos de los casos estos modelos no encajan en la nueva situación económica. La gestión de proveedores, stocks, eficiencia productiva, referencias y clientes debe cambiar ya en las pymes españolas. La orquesta de free jazz debe transformarse en un cuarteto de cuerda. Este cambio es complicado pero no imposible, se trata del nuevo reto al que se enfrentan las empresas españolas, pero no es mayor que muchos de los retos a los que ya se han enfrentado con éxito.

¿Cuánto tenemos que esperar para que desde el sector público se facilite la internacionalización?

Como último ingrediente de esta medicina tenemos el necesario salto al exterior. Para ello se deben facilitar las plataformas de internacionalización. ¿Cuánto tenemos que esperar para que desde el sector público se facilite a las empresas españolas esa internacionalización? Debemos recordar que muchas empresas que pueden dar ese salto están amedrentadas por la falta de conocimiento sobre cómo afrontar este paso. Un paso que les introducirá en un mercado que de partida consideran hostil y en el que la percepción es que pueden perder mucho más que ganar. Se sienten solos y les da miedo. Un cambio en la dinámica se podría producir si se habilitasen líneas de seguro de crédito a la exportación limitados en tiempo, importe y cobertura, pero que garanticen el cobro de los costes de producción y distribución en forma y plazo de manera que un exportador inicie su actividad sabiendo que se juega su margen operativo, pero que en el peor de los casos no pierde los recursos productivos invertidos en el intento. Por otra parte, se debe apoyar mucho más a las pequeñas compañías mediante le creación de lobbies que permitan posicionar mejor los productos españoles y abrirles las puertas de nuevos mercados a los empresarios. Por último, cabe señalar que el modelo que viene implementando el ICO con sus créditos internacionalización era efectivo cuando había liquidez en el mercado puesto que permitía generar un margen más que atractivo para las entidades financieras por el efecto del subsidio en la financiación, pero en estos momentos los bancos están inmersos en un proceso de desapalancamiento, y su interés en originar créditos de este tipo es, cuando menos, limitado. Para poner remedio a esto sería necesario que el ICO, además de aportar la financiación para este tipo de préstamos a las entidades financieras, asumiese el riesgo final, total o parcialmente, lo que agilizaría los procesos y permitiría una mayor penetración de este producto en la pyme española.

Pero para que todo esto funcione debemos impregnar el estrato pyme español de una importante dosis de realismo que limpie el pesimismo que nos tiene atenazados. Es momento de tomar cartas en el asunto, el piloto automático de nuestras empresas nos lleva en ocasiones en trayectoria de colisión y estamos tan aterrorizados que ni nos atrevemos a desconectarlo. Pero si no lo hacemos no hay salida viable para muchas situaciones. Los milagros suceden pero en pocas ocasiones, por eso son milagros.

Que no cunda el desánimo y hagamos de la necesidad virtud. Hemos llegado a este punto con un nivel de agravamiento de la crisis nunca esperado y aun así muchas empresas siguen aguantando el tirón. Pues a muchas de esas empresas me gustaría lanzarles un mensaje: atreveros a pensar de manera distinta, dad un paso atrás, tomad perspectiva y aceptad que el nuevo entorno requiere nuevos modelos de gestión y de desarrollo del negocio. Haciendo esto y con algo de ayuda veremos cómo las empresas podrán ganar en eficiencia, margen y en cifra de negocio. Porque lo bueno, aunque pueda parecer contradictorio, es que hay muchos deberes que hacer. Pongámonos a ello porque merece la pena.

César Goyache es senior director de Álvarez & Marsal.

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