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Reportaje:FUERA DE RUTA

Una cita con nuestros primos

A bordo del barco inmortalizado en 'La reina de África', hasta las reservas de chimpancés de Gombe y Mahale, en Tanzania

El lago Tanganica, un nombre que hace cosquillas en la lengua al pronunciarlo, es uno de esos lugares que se localizan antes en la geografía imaginaria de cada cual que en un mapa, como si perteneciera en exclusiva al mundo de la fantasía. Posiblemente, contribuya a ello el hecho de que fuera el escenario que alimentara las leyendas de grandes aventureros decimonónicos, como Burton o Speke, o en el que el viajero y periodista británico Henry Morton Stanley pronunciara su célebre frase "¿Doctor Livingtone, supongo?", al encontrarse con el infatigable buscador de las fuentes del Nilo en 1871 en la población tanzana de Ujiji -entonces un activo centro de esclavos- a quien se daba ya por muerto tras meses sin noticias suyas.

Años más tarde, en 1965, unos pocos kilómetros más al norte del jardín donde se produjo la reunión de ambos exploradores -evocada hoy por dos gigantescos mangos y un discreto monumento de granito traído de Jerusalén- otra figura legendaria, el Ché Guevara, apodado Tatu (tres en suajili) para la ocasión, desembarcaba en las playas de Kigoma con un centenar de soldados cubanos escapando de su fracasada intervención en la guerra civil de la vecina República Democrática del Congo. Una derrota que empezó a prever cuando, según escribió en su diario, un coronel congoleño llamado Lambert le contó que ellos no temían a los aviones porque poseían la dawa, "medicamento que los hace invulnerables a las balas". Casi al mismo tiempo que el Che huía, la brillante etóloga británica Jane Goodall regresaba, con el doctorado de la Universidad de Cambridge debajo del brazo, al parque de Gombe, a unos 20 kilómetros al norte de Kigoma, no muy lejos de la frontera con Burundi, para dedicar el resto de su vida al estudio de los chimpancés, un empeño que le ha valido entre otros reconocimientos el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica del año 2003.

Masa de agua dulce

Y es que las costas del lago Tanganica, el más largo del mundo de agua dulce, con 670 kilómetros de longitud de punta a punta, y el segundo en profundidad después del Baikal, con más de 1.400 metros, fueron durante años el hábitat natural de los chimpancés, primates cuyo ADN es idéntico casi en un 99% al de los humanos.

En la actualidad, apenas quedan en estado salvaje en esta zona del continente africano unos 1.300 ejemplares, recluidos en los parques tanzanos de Gombe y Mahale, este último a unos 130 kilómetros al sur de Kigoma. El aislamiento de ambos parajes y el hecho de que prácticamente sólo se pueda llegar a ellos por barca -en Mahale hay una pequeña pista para avionetas-, los mantiene al margen de la presión turística y añade alicientes a la contemplación, en un entorno montañoso envuelto por una exuberante selva tropical, de estos animales que comen, se asean, pasean, juegan, cazan, riñen, discuten ruidosamente de una forma inquietantemente humana.

La forma más común de ir a cualquiera de los dos parques es atravesando el lago de sur a norte en el legendario ferry MV Liemba, construido en Alemania poco antes de la Primera Guerra Mundial e inmortalizado por C. S. Forester en su novela La reina de África, cuya versión cinematográfica protagonizaran Humphrey Bogart y Katharine Hepburn con la dirección de John Huston. Es un buque único para un viaje especial, un pasaje al interior de África, allá donde todavía se puede percibir el tenue perfume de la aventura que todo viajero espera encontrar en este continente. Aunque el viejo barco lleve surcando las movidas aguas del lago casi sin interrupciones desde que fuera reflotado en 1927, en un viaje semanal de ida y vuelta entre Kigoma y la población zambiana de Mpulungu, con nueve paradas intermedias, los horarios sigue siendo algo indeterminado, caprichoso, acorde con esa sensación de que en África el tiempo es un mero concepto, algo que no se mide, simplemente se consume.

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Esperas interminables sumergen al viajero en la animada vida de unas aldeas de casas de adobe y techos de hojalata en las que el paso del barco es el gran acontecimiento semanal, la certificación de que siguen conectados al mundo. Cientos de sacos de pescado seco, el maná de estos habitantes, se amontonan en la playa, junto con torres de nasas llenas de moluscos, bidones de plástico, bicicletas y otros bultos indescifrables, ocupando los espacios que dejan libres las gentes que van a viajar, los estibadores, los porteadores de agua, los mirones, las mujeres que aprovechan para hacer la colada y lavarse, y decenas de niños, cuya movilidad los multiplica por dos o por tres. Un batiburrillo en el que el blanco, el mzungu, se antoja una frágil pieza de porcelana condenada a romperse.

Flota de barcas

La aparición del Liemba en el horizonte llama a zafarrancho, pone en movimiento a toda una flotilla de barcas que en sucesivos y rápidos viajes acercan al buque las mercancías, las personas y los productos que los lugareños pretender vender a quienes ya están embarcados. Acceder a un barco que carece de escalas para subir y cuyas escotillas están prácticamente cegadas por la acumulación de los sacos y personas que entran en las bodegas por todos los sitios posibles parece una tarea imposible para un blanco que espera apocado un turno de paso inexistente en ese caos. Y, sin embargo, en un momento determinado, decenas de manos negras se empiezan a mover al unísono ayudando al intruso a pasar de un bote a otro, a escalar sacos de pescado seco y a introducirse en las entrañas del buque a donde llega, incomprensiblemente, ileso y al mismo tiempo que su equipaje.

Minutos después, recuperado el ritmo cardiaco en el confortable refugio de la plataforma de primera clase, la contemplación de la cubierta, abarrotada de gente y sacos que parecen amenazar la flotabilidad del buque, vuelve a encoger el corazón.

Es imposible borrar de la memoria las imágenes de barcos hundidos por sobrecarga o la de aquellos que transportan masas de expatriados que huyen de las guerras, como ha hecho el Liemba en varias ocasiones. Es la legendaria naturalidad trágica de África.

» Pedro Cases es autor de El Ebro. Viaje por el camino del agua (Península, 2008).

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Guía

Cómo ir

» Nobel Tours

(www.nobel-tours.com y en agencias) organiza viajes de 13 días a Tanzania y Zanzíbar desde 2.965 euros.

» KLM (www.klm.es; 902 222 747) ofrece vuelos de ida y vuelta con una escala de Madrid a Dar es Salam (Tanzania) desde 1.232,88 euros. Con dos escalas, el viaje de ida y vuelta cuesta 1.192,88 euros. Después se puede coger un tren hasta Kigoma.

» Leopard Tours (00255 272 53 70 24; www.leopard-tours.com) organiza excursiones a los parques nacionales y a los safaris de Tanzania. Kijenge Road Plot, 17. Arusha.

Información

» Prefijo telefónico: 00 255.

» www.absolutetanzania.com.

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