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El Betis manda al Valencia al infierno

Un gol de Rubén Castro derrota a un equipo sin alma, que acumula 12 partidos sin ganar

Rafael Pineda
Rubén Castro (izquierda) tras anotar el tanto.
Rubén Castro (izquierda) tras anotar el tanto.José Manuel Vidal (EFE)

En la tarde de los muertos vivientes en Heliópolis, las carreras de un chaval, Musonda, el oportunismo de Rubén Castro y un paradón de Adán en el alargue le permitieron al Betis lograr un triunfo de oro ante el Valencia. Apenas quedan palabras ya para explicar la crisis que atraviesa el equipo todavía entrenado por Gary Neville, quien corre un serio peligro de despido después de acumular su partido número 12 sin ganar. Todas las alarmas se han encendido ya en un Valencia que hizo una desastrosa segunda parte y solo tuvo ocasiones para empatar en el tramo final de partido, cuando, curiosamente, jugaba con uno menos por la expulsión de Gayà.

El Betis respira mucho con la victoria, pero Merino tiene un montón de trabajo por delante, pues su equipo fue un flan y no supo aprovecharse de su superioridad numérica en el tramo final del encuentro para agarrar una victoria que se le pudo escapar. En el camino, resultó llamativa la actuación de Sánchez Martínez, quien sacó miles de amarillas. Sus ayudantes, además, invalidaron dos goles, a Jorge Molina y Mustafi, por dos fueras de juego de lo más justo. El partido, escaso de calidad, fue un horror en la primera mitad y algo más emocionante en la segunda. El Valencia, si no reacciona, es un firme aspirante a pelear por el descenso. En eso lo han convertido unos jugadores sin alma, un entrenador sin experiencia ni capacidad y una surrealista dirección.

Un rayo de desesperación debe haber fulminado a Betis y Valencia, dos equipos en franca decadencia, sin capacidad para competir y casi sin alma. Uno no gana en casa desde el 12 de septiembre y acumula nueve jornadas sin ganar. Lo del Valencia, si cabe, es más significativo, pues se trata de un grande del fútbol español que acumulaba 11 jornadas sin conocer el triunfo. El secuestro social que sufre el Valencia se traslada, sin duda, al terreno de juego, donde jugadores con prestigio y una carrera más que decente apenas pueden pasarse el balón. Resulta incomprensible el nivel de Mustafi, el juego parsimonioso de Parejo o el estado de forma de Negredo. Tres jugadores destinados a conformar la columna vertebral del Valencia que se movieron en la soleada tarde sevillana con demasiado plomo en sus piernas. Eso, por no hablar del nivel de futbolistas como Abdennour. Ni del pasotismo de elementos como Feghouli. Como no podía ser de otra forma, el partido fue un auténtico dolor de muelas.

El Betis, otro espanto. Sin criterio con el balón, demasiado despegado en sus líneas y con un recién llegado, Musonda, sacando los saques de esquina con dos días de entrenamiento junto a sus nuevos compañeros. Entre falta y falta, entre amarilla y amarilla, y a cámara lenta, el primer tiempo solo registró un lanzamiento de Van Wolfswinkel que detuvo bien Ryan. Era el minuto 45.

El partido salió de su marasmo gracias a un oportunista gol de Rubén Castro. El canario se aprovechó de la debilidad de la defensa del Valencia. El tanto tranquilizó los ánimos del Betis y, al mismo tiempo, motivó algo al equipo de Neville. Negredo tuvo el empate, que sacó Vargas bajo palos en una acción decisiva. El colegiado anuló un gol a Jorge Molina y al Betis, un manojo de nervios, le tocó sufrir incluso con un jugador más por la expulsión de Gayà. El Valencia tiró de orgullo y pudo empatar en el remate de cabeza anulado a Mustafi y dos claras ocasiones de Rodrigo. Adán se alzó como un gigante para darle a su equipo tres puntos de oro y sumir al Valencia en una gigantesca desesperación. No es su año y, lo más grave, es que lo peor todavía puede estar por llegar.

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