_
_
_
_
_

Todo balón parado y todo fútbol

El Atlético vence con dos goles de estrategia al Eibar, que jugó mejor y mereció el empate

Ladislao J. Moñino
Miranda celebra su gol.
Miranda celebra su gol.Gonzalo Arroyo Moreno (Getty Images)

A veces, los grandes escenarios despiertan en los equipos debutantes la necesidad de agradar, de demostrar que sobre la hierba hay un equipo digno. La justificación de la pertenencia a la categoría suele derivar en crecidas individuales y colectivas. El Eibar se fue del Calderón altivo, protagonista de un zarandeo al campeón. No arrancó un empate porque a Ángel le faltó un pelo de chispa para ejecutar a Moyá en un mano a mano, pero logró desquiciar al Atlético y a su hinchada.

Más allá de las declaraciones de Garitano, sacadas de contexto, el Eibar se plantó imbuido de ese atrevimiento que también contiene ciertas dosis de hedonismo pelotero. Un caño de tacón de Bóveda en la banda, un toque exquisito de Dani García, una finta y un pase de Arruabarrena, una circulación limpia, una presión arriba valiente... Una sensación placentera y orgullosa de dominio. Hasta que el campeón, agarrado a una de sus señas de identidad, le dio un par de golpes de realidad. Dos goles a balón parado en menos de diez minutos. Al primer córner, gol de Miranda, de cabeza. A la segunda falta, gol de Mandzukic de cabeza. En esa arenga previa, quizá a Garitano se le olvidó recordar que el Atlético también puede ser todo balón parado. Laboratorio y poco juego le pueden bastar a los colchoneros, aunque esta vez un novato le tutee.

Golpeado por esos dos goles encajados, no desistió el Eibar en sus modos refinados. Como ya hizo el Rayo en Vallecas, entendió que al Atlético a estas alturas se le puede hacer daño cuando le menean de lado a lado. En esta ocasión no se puede achacar al cansancio físico. El equipo cartesiano en la división de las zonas de presión, en la sincronización de los movimientos, milímetrico en las distancias a guardar entre las líneas no acaba de emerger. El resultado de esos desajustes fue la sensación de que el Eibar fue mejor que el campeón, de que el control de lo que sucedía en el campo le pertenecía.

La excelsa jugada que engendró el gol de Abraham coronó la presentación del Eibar en el Calderón. Fue una triangulación fina y eléctrica. Arruabarrena conectó con Ángel y este, de tacón, le dejó la pelota a Abraham para que culminara la obra. Un golpe de tobillo exquisito que dibujó una de esas curvas estéticas que acaban en la escuadra. Hacía tiempo que Godín y Miranda no sufrían un baile tan dañino y perfecto en la frontal del área. El desafío con la pelota del Eibar llegó hasta esos extremos.

La perla ensanchó al Eibar, que ya no abandonó el gobierno del partido. No existió el contragolpe del Atlético, pese a estar en ventaja. Tampoco pudo transmitir la sensación de seguridad que otras veces logra cuando decide esperar al contrario. En el palco, Simeone parecía no dar crédito a lo que veía. Su equipo dominado y cuestionado, sin encontrar cómo hacer daño y cómo frenar los circuitos de balón eibarreses. Se apreció en el Atlético un intento por combinar rápido en las inmediaciones del área, con Griezmann metiéndose mucho hacia adentro. La cosa aún no acaba de cuajar, a falta de acoplamientos. Hubo demasiada imprecisión en el pase. También precipitación. No se encontró cómodo el Atlético porque en el campo no sucedía nada de lo que le gusta que ocurra.Solo le satisfizo el marcador como inyección de confianza a la espera de que el tiempo esculpa un ensamble definitivo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_