_
_
_
_
_

Deportistas contra la ‘censura’

La vallista Dawn Harper, actual campeona olímpica, encabeza la protesta contra el monopolio de la publicidad en los Juegos

Dawn Harper, en una foto subida a su cuenta de Twitter
Dawn Harper, en una foto subida a su cuenta de Twitter

La foto que Dawn Harper subió a su cuenta personal de Twitter el pasado lunes tiene mucho más de honda reivindicación personal que de artístico o de informativo. La atleta, oro olímpico y bronce mundial en 100m vallas, está en su habitación de la villa olímpica, y un papel recortado tapa su boca. En él se lee lo siguiente: “Regla 40”. Harper evoca inequívocamente la censura porque, a su juicio, el Comité Olímpico Internacional (COI) restringe su libertad de expresión mediante una norma con la que pretende cercenar cualquier aprovechamiento comercial de los Juegos que no sea el del propio COI o el de sus patrocinadores. Pero para otros, Harper podría haber aparecido en esa foto con un billete de dólar y un pequeño cartel reclamando su dinero. O parte del inmenso pastel comercial que mueven los Juegos Olímpicos.

“¿Qué es la regla 40 y qué significa?”, dice un epígrafe de la guía elaborada por el Comité Organizador de los Juegos de Londres en julio de 2011. Aquí la respuesta que ofrece la propia guía, en breve: “Excepto en los casos autorizados por el Comité Ejecutivo del Comité Olímpico Internacional, ningún deportista, entrenador o miembro del equipo que participe en los Juegos Olímpicos puede permitir que su persona, nombre, fotografía o actuaciones deportivas sean utilizadas con propósitos comerciales durante los Juegos Olímpicos”. En la práctica, esto significa que los deportistas no deben aparecer en ninguna foto o vídeo en los que aparezca una marca comercial que no haya puesto su dinero para financiar la inmensa maquinaria olímpica, aunque la norma va acompañada de algunos matices, ilustrados con ejemplos prácticos de lo que se puede y lo que no se puede hacer en el Reino Unido. Está permitido, por ejemplo, que una marca haga un “afirmación de hecho”: este deportista, al que patrocina esta empresa, participa en los Juegos. Pero la imagen de ese deportista y la referencia a los Juegos no puede aparecer en la página web principal de la empresa.

Más información
Los olímpicos líos del Twitter
Guía de aplicación de la regla 40

Coca-Cola, Atos, Procter&Gamble, Acer, Dow, General Electric, McDonald’s, Omega, Panasonic, Samsung y Visa son socios olímpicos. Adidas, BMW, British Airways, BP, EDF, Lloyds y BT lo son para Londres 2012. Y Adecco, Arcelor Mittal, Cadbury, Cisco, Deloitte, Thomas Cook y UPS “apoyan” el evento. La aparición de cualquier otra marca o nombre comercial está prácticamente proscrita. Y esto genera dos problemas: uno de orden logístico, porque en la era en la que muchos deportistas actualizan diariamente sus perfiles de Facebook, Twitter, Tuenti o un blog, o los cuatro, es un auténtico engorro evitar que se cuele un frasco de colonia en la foto del día o una barra de cereales en el vídeo del desayuno. Y el segundo, económico, porque a las marcas no olímpicas no les hace ninguna gracia que atletas con millonarios contratos de patrocinio no puedan lucir su logo en el gran evento mundial del deporte.

Dawn Harper aludió al primero de los problemas y lo vinculó de forma explícita e inequívoca con su libertad de expresión. Harper contribuyó así a avivar un debate en esa inmensa plaza pública que es Twitter, que ahora mismo hierve con comentarios de 140 caracteres bajo la etiqueta #Wedemandchange (pedimos un cambio) y #rule40 (regla 40). Pero quien provocó el debate, la atleta norteamericana Sanya Richards-Ross, doble campeona olímpica, lo hizo sin esconder que su bandera era la del beneficio económico propio y de los demás atletas. “Aquí se mueven seis mil millones de dólares. Yo tengo mucha suerte porque lo hago bien, pero muchos de mis colegas tienen que luchar por mantenerse”, alegó en una conferencia de prensa el pasado 30 de julio, añadiendo que algunos de ellos tienen que compaginar varios trabajos para ello. “Los atletas solo queremos ser tenidos en cuenta”, añadió. Lo que Richards-Ross se preguntaba es “¿por qué no podemos sacar algo de tajada de todo esto?”.

Aquí se mueven seis mil millones de dólares (...) Muchos de mis colegas tienen que luchar por mantenerse" Sanya Richards-Ross

Otros atletas estadounidenses se sumaron a la causa, entre ellos el ochocentista Nick Symmonds que publicó un tuit con un comentario ("un gran resumen de cómo muchos se hacen ricos utilizando la mano de obra gratuita de los atletas olímpicos") y un enlace a un artículo de un blog; Jaime Nieto, un saltador que, según The New York Times, está patrocinado por Nike ("Es el momento de que los atletas olímpicos seamos compensados", dijo); o la atleta de marcha Maria Michta, que explicó en su blog personal por qué apoya la iniciativa.

Dice la guía olímpica que el objetivo es “proteger contra el ambush marketing [un concepto anglosajón que hace referencia a la publicidad “parasitaria”]; evitar la comercialización no autorizada de los Juegos; y proteger la integridad de la actuación de los atletas durante los Juegos”. Asegura también que en el pasado los anunciantes “parásitos” han utilizado su vinculación con algunos atletas o equipos nacionales para sugerir que están asociados también a los Juegos. Y que eso, evidentemente, mina el contrato de exclusividad suscrito con los patrocinadores, “sin cuya inversión los Juegos no tendrían lugar”. Mark Adams, portavoz del COI, respondió al argumento económico de Richards-Ross (“Estamos intentando proteger el dinero que llega al movimiento olímpico, el 94% del cual vuelve al deporte"), pero no pudo anticipar la vía abierta por Harper.

Ahora, el problema ha derivado en una conversación global con un elemento más sensible que el económico. Harper propuso un argumento, el de los derechos individuales, y el problema puede escaparse al control del COI.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_