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EN PORTADA / REPORTAJE

Música para el optimismo

Los 12 músicos de Pink Martini pueden tocar temas originales y clásicos en cualquier idioma Con más de 25 millones de álbumes vendidos, publican 'Get happy'

Pink Martini.
Pink Martini.Holly Andres

Thomas Mack Lauderdale es el orgulloso propietario de un iPhone 4, pero esa es la única de sus posesiones que le acredita plenamente como un ciudadano del siglo XXI. Y ni siquiera le saca provecho a las prestaciones más elementales de la máquina: los teléfonos de sus allegados no los memoriza en la agenda del teléfono, sino que prefiere marcarlos dígito a dígito cada vez que los utiliza, por aquello de mantener en forma la materia gris. “Nunca fui bueno con las matemáticas, pero sí con los números”, argumenta este músico tan genial como extravagante de 43 años, licenciado cum laude en Historia y Literatura, eterno aspirante a la alcaldía de su ciudad, fundador de la “pequeña orquesta” Pink Martini en 1994 y propietario de un ropero amplio a la par que monótono, integrado por docenas de trajes, camisas blancas y pajaritas lisas o de lunares. Si se encuentran a un hombre bajito y sonriente de esa guisa caminando por las calles de Portland (Oregón), con los ojos rasgados y unos andares casi chaplinescos, seguro que se trata de él.

En Lauderdale confluyen la persona y el personaje, el creador compulsivo de sabiduría enciclopédica (siempre que no le preguntemos por algún músico posterior a 1970) y el hombre caótico, risueño y disparatado que consume cigarrillos puros con aroma a clavo y jamás sale de casa sin una carterita roja, como de escolar relamido en los años setenta. En su interior encontraremos, como mínimo, alguna de sus cámaras Polaroid del año 1964, una de sus mayores y más irrenunciables pasiones. “Eran máquinas de lente grande, magníficas, concebidas para durar”, explica delante de un inmenso archivador de tres alturas donde atesora varios miles de instantáneas en blanco y negro, razonablemente ordenadas por temas y categorías. ¿Dónde consigue la película para tan vetustos cacharros? “Bueno, tengo mis proveedores”, responde con gesto enigmático mientras descubre docenas de carretes sin desprecintar en un cajón contiguo. “Están todos caducados. Pero funcionan”.

Solo pretendo trasladar un mensaje de esperanza más allá de la desazón, invitar a cada oyente a que encuentre motivos para el optimismo

Nos encontramos en el número 728 de la Primera Avenida de Portland, una ciudad pequeña (600.000 habitantes) y en cuadrícula a orillas del río Willamette que se ha convertido, entre Pink Martini y demás pléyade de ilustres creadores, en uno de los epicentros mundiales de la bohemia. Thomas es gran amigo del cineasta Gus van Sant o de Courtney Taylor-Taylor, el cantante de The Dandy Warhols, pero estas calles también han visto crecer al padre de Los Simpsons, Matt Groening, a bandas como The Shins y The Decemberists o al malogrado cantautor Elliott Smith. El edificio en cuestión es una antigua fábrica erigida en 1878 que Lauderdale rehabilitó a finales del siglo pasado para convertir sus tres plantas en domicilio particular, sala de ensayos y cuartel general de Pink Martini y su discográfica, Heinz Records. En letras doradas, una frase en el frontispicio de la vieja factoría de marcos para cuadros delata a su actual propietario: “Je ne veux pas travailler”. Es el verso clave (“yo no quiero trabajar”) en el estribillo de Sympathique, la canción en francés con la que Lauderdale y su casi siempre inseparable cantante, China Forbes, acertaron en el centro de la diana allá por 1997. Solo los derechos de aquel tema sirvieron para que Thomas adquiriese el añejo edificio en el downtown y China, su chalet en el sureste de Portland, la zona más residencial y plácida de la ciudad.

“Aquello fue un indudable golpe de suerte”, corrobora la propia Forbes. “Habíamos tomado prestados algunos versos de Guillaume Apollinaire y pensábamos que en Francia nos pondrían mala cara, pero a la semana de aterrizar en París estábamos firmando autógrafos… Y me siento muy orgullosa de haber escrito un tema que los franceses sienten como parte de su propia cultura”. Sympathique permanece aún hoy en el recuerdo como una mágica alineación de planetas: una deliciosa melodía atemporal que cualquiera imaginaría en los labios de Edith Piaf, un monumento al hedonismo y la holganza justo en el momento en que el Gobierno de Jospin promulgaba la jornada laboral de 35 horas y, para redondear la carambola, la decisión de Citroën de promocionar su Xsara Picasso en todo el mundo con aquella partitura. Ironías del destino: el capitalismo multinacional acabó consagrando a Pink Martini, una banda muy a la izquierda del Partido Demócrata y genuinamente comprometida con los derechos sociales, la defensa de las minorías o la redistribución de la riqueza. “Sin ir más lejos”, admite Lauderdale, “jamás aprovecho los viajes del grupo para salir de compras. Me aburre muchísimo. Visito tiendas de discos y colecciono globos de nieve, esos souvenirs tan típicos, pero nada más. El consumismo no me interesa, así que la historia del éxito de Pink Martini puede parecer paradójica. Seamos sinceros: lo es”.

El “lugar” de Thomas Lauderdale, como él mismo define su polivalente edificio del 728, es un microcosmos personalísimo y fascinante con más atractivo, a buen seguro, que tres de cada cuatro museos en Estados Unidos. Un bendito anacronismo, como la propia música de la banda. El músico atesora allí insólitas pertenencias (una vidriera con banderines de Oregón, su flamante título de “Adolescente del año”), pero las sorpresas para el buen fetichista se suceden por cada recodo. “El turbante en el maniquí sobre el piano es el que lucía Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes”, anuncia nuestro anfitrión pocos momentos antes de sortear “el sitar que utilizó Peter Sellers para El guateque” o detenerse frente a un impresionante retrato fotográfico femenino “del amigo Van Sant”.

En Get happy hay canciones en inglés, francés, castellano, japonés, alemán, turco, rumano, mandarín y farsi

La colección de revistas clásicas resulta abrumadora, con particular inclinación por Life. “De estas páginas nació esa estética a la vieja usanza que define al grupo”, admite Thomas mientras ojea un ejemplar de junio de 1959, donde un tal Allen Ginsberg teorizaba sobre la “generación beat”. Dos viejas puertas de madera con la silueta de una cat woman flanquean las escaleras de acceso a la primera planta: hasta hace unos años servían como entrada principal al Mary’s Club, el mítico local de Portland donde las bailarinas se contornean completamente desnudas tras escoger ellas mismas la música en una vieja rockola. Para las estancias más privadas quedan aquellos óleos en los que hermosos jóvenes exhiben su belleza esbelta sin un solo atisbo de ropa.

En el cuartel general de Lauderdale / Heinz / Pink Martini suena música dulce y sus moradores transmiten siempre un extraño sosiego, pero la actividad se intuye frenética estos días. El becario Cole Jackson, un rubiales guaperas de 18 años recién cumplidos, revolotea con el café de una planta a otra y se afana en la hercúlea tarea de ordenar las decenas de miles de partituras que su jefe acumula frente al piano. Pero el vértice sobre el que confluyen todas las miradas es Bill Tennant, de 45 primaveras, un hombre de perilla cana que ejerció como violinista “en unos cuantos cientos de bandas” hasta que hace seis años lo dejó todo para convertirse en el mánager de los Martini. A su derecha, un enorme calendario luce un gran recuadro a la altura del martes 24 de septiembre: “¡Lanzamiento de Get happy!”. Y desperdigadas por las mesas, las pruebas con la portada definitiva: un crío de preciosa mirada ensoñadora entre una nube de globos de colores. El muchacho se llama Cameron, tiene cuatro años y es el primogénito de China Forbes. Para amantes de los trivials: la mujer bailonga en la portada de Hey Eugene (2007) era la mamá de China, mientras que el hombre que alza a un pequeño en Hang on little tomato (2004) es Kerby Roy Lauderdale y su hoy ilustre retoño.

Get happy se convertirá así en el quinto trabajo (al margen de antologías, colaboraciones y demás rarezas) de Pink Martini y certificará la singularísima naturaleza de esta formación a medio camino entre Hollywood, el cabaret, la canción demodé, los clubes de jazz o las orquestas de baile cubanas. Hay, como siempre, esa innegociable vocación cosmopolita que hace de los Martini la única banda políglota del mundo anglosajón, esta vez con canciones en inglés, francés, castellano, japonés, alemán, turco, rumano, mandarín y farsi. Lauderdale ha seguido sofisticando sus arreglos, que suenan arrolladores y pomposos, tan encantadores para una velada íntima en el salón como rutilantes cuando sus doce músicos se suben a un escenario. Y tanto el colorido como la atemporalidad de ese repertorio tan irrefutablemente clásico pueden invitar a elevar el ánimo y consagrarse al escapismo, a la confortable evasión. Un aspecto, en el fondo, que por primera vez extiende un halo de pesadumbre en el discurso de Thomas.

“El título lo eligió mi novio, Philip, del que me separé hace tres meses”, se sincera. “Ahora tengo miedo de que pueda sonar irónico. No soy un iluso: es obvio que el mundo se ha convertido en un lugar oscuro, desde Estados Unidos a Grecia, España o Afganistán. Solo pretendo trasladar un mensaje de esperanza más allá de la desazón, invitar a cada oyente a que encuentre motivos para el optimismo, aunque ni siquiera el repertorio sea particularmente alegre”. Y resume, con mueca sarcástica: “El álbum es edificante, pero reflexivo. Quizás habría sido más apropiado titularlo Get confused…”.

Todo ello es cierto. Get happy inducirá al buen humor más por el minucioso oropel sonoro que por el argumento de sus canciones. En castellano, la nueva cantante oficial Storm Large se atreve con un monumento a la incertidumbre amorosa como Quizás, quizás, quizás (“es cierto que ya la han grabado Nat King Cole y casi todas las orquestas del mundo, pero casi siempre a un tempo demasiado rápido”, se justifica Lauderdale). Y el periodista radiofónico de Portland Ari Shapiro, también gay y hoy corresponsal en la Casa Blanca (“es la persona más perfecta que conozco: alto, especialmente atractivo, buen marido”), asume Yo te quiero siempre, el tristísimo clásico del cubano Ernesto Lecuona. Otra pieza tan hermosa como devastadora, She was too good to me (Rodgers y Hart), convierte al trombonista Robert Taylor en un Chet Baker aún más melancólico. En cuanto al único tema original del disco, escrito por China Forbes junto a su querido Philippe Katerine, basta con anotar el título para adivinar su desolación: Je ne t’aime plus.

Sympathique es un monumento al hedonismo y la holganza justo en el momento en que Jospin promulgaba la jornada de 35 horas

Como platos fuertes aún quedan Zundoko, un descacharrante clásico que los Drifters japoneses registraron en 1969 (cuidado con el onomatopéyico estribillo); la lectura póstuma de Smile, de Charles Chaplin, a cargo de su amiga y comediante Phyllis Diller (falleció pocas semanas después de la grabación, a los 95 años), o una canción iraní de amor, Omid zendegani, que Dinah Shore, el equivalente en los años sesenta a Oprah Winfrey, interpretó ante las cámaras en 1964 (“¿se imaginan lo que sucedería hoy si una presentadora de la televisión pública estadounidense se pusiera a cantar en farsi?”, anota Thomas). Y en esas irrumpe, claro, Rufus Wainwright, que asombrosamente aún no había grabado con Pink Martini pese a la manifiesta confluencia de talantes. Y acontece que el disco asciende de la elegancia a la exquisitez.

“Rufus tenía que grabar para nosotros Get happy porque adora a Judy Garland. Maticemos: siempre ha sido Judy Garland, así que China aceptó el reto de convertirse en su Barbra Streisand particular”, se carcajea Lauderdale. Mayor es la sorpresa con Kitty come home, un tema compuesto por Anna McGarrigle, tía de Wainwright. “Pensé que contaba la historia de un gatito [kitty en inglés]”, revela el líder de los de Oregón, “pero en realidad es un mensaje para Kitty, como llamaban cariñosamente a Kate McGarrigle. Su hermana la invitaba a que abandonase de una vez a Loudon Wainwright y se volviera con sus hijos, Rufus y Martha, a Canadá. Y juraría que Rufus nunca ha sonado tan emotivo como en esa grabación”.

A Thomas Mack Lauderdale le hierve estos días el iPhone en el bolsillo y admite que aún revolotea alguna mariposa por su estómago ante el inminente alumbramiento de esta nueva criatura discográfica. Pero dispone de indicios tranquilizadores: varios temas de Get happy ya sonaron el año pasado en los conciertos de Barcelona y Madrid, con los que Storm Large se labró el cariño del público peninsular, y la banda interpretó casi todo el disco este julio pasado durante sus tres noches consecutivas en el mítico Hollywood Bowl de Los Ángeles. En cualquier caso, él dispone de sus propios sistemas de comprobación para verificar si una grabación de Pink Martini merece salir a la luz.

Cuando vivía mi perro, Heinz [el que da nombre a su discográfica], le ponía nuestras canciones. Tenía mucha sensibilidad; si no le gustaban, se volvía muy irritable. En tal caso, la canción no pasaba el corte.

—¿Habla en serio?

El músico frena en seco su Toyota Corolla de alquiler e interpela al periodista con firme cordialidad:

—Por supuesto que estoy hablando en serio.

—¿Y ha encontrado algún otro animal de esas mismas características?

—Aún no. Por eso ahora hago esas comprobaciones con niños de menos de cuatro años. A esas edades aún no tienen capacidad para decidir qué quieren escuchar, pero sí para mostrarte su desagrado si lo que les pones no les convence.

—¿Presentará en algún momento su candidatura a la alcaldía de Portland?

—Acabé renunciando a la política y a tocar en las bodas de los amigos —”tengo un índice de divorcios del 95%”—.

pero lo lo acabaré haciendo, aunque para ello necesitaría días de 48 horas.

—¿Concibe la posibilidad de no hacer nada en algún momento del día?

—No, pero a veces, para relajarme, paso la aspiradora.

—¿Eso le relaja?

—Sí. Consigues en pocos minutos una rotunda victoria sobre el polvo. Ese es un triunfo más sencillo que liderar una banda de doce músicos.

—Pero no es descansado.

—No hay problema. Descansaré cuando me muera.

Get happy se publica en todo el mundo el 24 de septiembre en Heinz / Naïve Records.

Pink Martini actúa en Madrid en La Riviera el 20 de octubre y en Barcelona en el Palau de la Música el 22 de octubre.

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