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OBITUARIO

Último aliento de un todoterreno

El actor José Sancho fallece a los 68 años en su plenitud profesional Curtido en el teatro y la vida, logró un Goya por ‘Carne trémula’

José Sancho en 'Crematorio'.
José Sancho en 'Crematorio'. EL PAÍS

José Asunción Martínez Sancho, más conocido como José Sancho —o mejor, Pepe Sancho—, fallecido ayer en Valencia, a los 68 años, pertenecía a esa clase de actores que crecen, y mucho, con la edad. Se había convertido en un intérprete inmenso que sorprendía a quienes solo conocían su faceta de personaje popular, a menudo, en la frontera de lo excesivo, tan desmesurado en lo personal. Él lo justificaba porque de joven tomó la determinación de no ser uno más. Quería hacer cine, salir en la prensa. El inolvidable José Tamayo, con quien trabajó en varias ocasiones, aseguró en una ocasión que su voz trepaba hasta las últimas filas del Teatro Romano de Mérida.

Como muestra de su gran oficio quedan sus últimos trabajos: Los intereses creados, en teatro, las series televisivas Crematorio (en Canal + y ganadora de un Ondas) o Tarancón, miniserie de TVE. Contaba orgulloso a sus amigos que Manuel Vicent sació toda su vanidad con un artículo cuya última frase decía: “Tarancón nació para que un día Pepe Sancho lo representara”.

Tamayo dijo que su voz trepaba hasta las últimas filas del Teatro Romano de Mérida

Muchos le definían como a un actor de raza, algo que para él no significaba otra cosa que ser un sujeto moldeable por el director y poco moldeado de antemano. “Un actor que no viene predispuesto a nada y es capaz de hacer lo que le pidan si saben llevarlo”.

Padeció un cáncer que recientemente, y sin que él llegara a sospecharlo, se reprodujo. En su último trabajo nonato bajo las órdenes de Natalia Menéndez, en el montaje de La amante inglesa, de Marguerite Duras (no llegó al estreno y tuvo que ser sustituido por José Pedro Carrión), la causa de su baja fue una paralización momentánea de una cuerda vocal. Por eso, ayer, la inesperada noticia de su muerte supuso un golpe para una profesión que apenas hace unas horas había enterrado a María Asquerino, amiga personal de José Sancho. No pudo hacerse realidad lo que él prometía: “¡Me queda cuerda para rato!”.

Deja tras de sí un pasado profesional de cuatro décadas, en las que desempeñó una fructífera carrera en teatro, cine y televisión. En televisión participó en numerosos Estudios 1, así como novelas y series como Curro Jiménez (alcanzó la popularidad con el papel del Estudiante) y Turno de oficio. Entre las series más recientes, las mencionadas Crematorio y Tarancón, el quinto mandamiento,  Imperium, 23F: el día más difícil del Rey, Cartas a Sorolla, Hispania y Cuéntame cómo pasó.

Sobre los escenarios participó en más de un centenar de obras de teatro. Medea de Eurípides, bajo la dirección de Michael Cacoyannis; Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, con dirección de Maurizio Scaparro; Enrique IV, de Luiggi Pirandello, dirigido por José Tamayo; El Alcalde de Zalamea, de Calderón, con dirección de Gustavo Pérez Puig... Su trayectoria cinematográfica se construyó sobre más de 70 películas, entre las que sobresalen Hable con ella y Carne trémula (por la que logró un Goya), de Pedro Almodóvar; El Dorado y Ay, Carmela, de Carlos Saura y otras bajo la dirección de Mariano Barroso, Icíar Bollaín, Vicente Aranda, Luis García Berlanga, Vicente Escrivá, Josefina Molina, Juan Pinzás y Alfonso Ungría.

“Las tablas son los cimientos de la interpretación”, afirmaba

En 2008, Sancho se retrató en el libro Bambalinas de cartón (Temas de Hoy), que se lee como una entretenida novela de aventuras: “En mi vida ha habido de todo, pero sobre todo hechos insólitos en la vida de alguien que empezó haciendo de carnicero en Manises y, después de tres mil papeles termina siendo Tarancón, un sacerdote de Burriana que llegó a cardenal”.

En su autobiografía reconocía que tras su matrimonio con Reyes Monforte su vida se convirtió en “un tornasol que no tiene nada que ver con lo que había sido antes”. Antes estuvo casado dos veces con la cantante María Jiménez, con la que mantuvo una relación pasional y a la vista del público.

José Sancho logró el único Goya ganado por un intérprete masculino en una película de Pedro Almodóvar. Hace un año, el actor, que antes de trabajar con el cineasta manchego había hablado sin demasiada generosidad sobre él, contó: “Un día le pregunté a Almodóvar por qué se había fijado en mí si yo solo había hablado mal de él, por pura envidia, claro. Me respondió que le daba igual, que le interesaba mi trabajo. Aquello fue para mí una lección”.

Pero pese a su éxito en el cine para él el teatro lo era todo: “Las tablas son los cimientos de la interpretación”, decía. “Si los cimientos son buenos, puedes hacer buen cine y buena televisión. Por algo Dustin Hoffman, Richard Harris, Richard Burton, Peter O'Toole... hacían teatro en cuanto podían. En la pantalla se gana más dinero y por eso a muchos no les merece la pena ponerse a prueba y correr el riesgo. El teatro requiere condiciones físicas distintas”.

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