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Cuando Gainsbourg ya no escandalizaba

Hace 40 años, el cantante francés sedujo a una adolescente de 14 años encarnada por Jane Birkin en el disco ‘Histoire de Melody Nelson’. No le trajo ni las ventas ni la controversia deseadas. Hoy se tiene como uno de sus pináculos creativos

Diego A. Manrique
Serge Gainsbourg, fotografiado en su estudio de París durante la promoción de 'Histoire de Melody Nelson'.
Serge Gainsbourg, fotografiado en su estudio de París durante la promoción de 'Histoire de Melody Nelson'.PATRICK BERTRAND

Intenten imaginar hoy algo parecido. Un artista maduro y mujeriego publica un disco contando la seducción de una adolescente, recreando, incluso, su desfloración. ¿Imposible? Bien, el disco existe: Histoire de Melody Nelson salió en 1971. Y no pasó nada. Literalmente: ni escándalo…, ni ventas.

Puede que hubiera saturación: todos conocían las jadeantes intimidades de Serge Gainsbourg y Jane Birkin en Je t’aime… moi non plus. Sencillamente, Histoire de Melody Nelson no cayó en gracia: sonaba sensual, pero contenía solo siete cortes (unos 28 minutos), algunos demasiado similares. En portada, Jane no lucía tan tentadora como otras fotos suyas. Lleva peluca, colorete y el vaquero abierto para disimular la barriguita: ya esperaba a su hija Charlotte.

De principio, Serge quiso musicar un fragmento de Lolita. Vladímir Nabokov, autor de la novela, detestaba el pop y lo vetó; el francés decidió desarrollar su propia Lolita. Primero, con la tierna France Gall, a la que hizo cantar Les sucettes sin advertirle de que funcionaba como metáfora de la felación. Cuando la inocente se asombró de las risitas que provocaba su oda a los chupa-chups, preguntó y quedó consternada. Rompió con Gainsbourg.

Asumía que Jane Birkin era una mariposa difícil de conservar. Fue ella quien le dejó

Muy a su estilo, Serge optó por potenciar lo autobiográfico, convirtiendo a su novia en coprotagonista. Aunque Jane Birkin no era ninguna ingenua: aparecía desnuda en Blow up; divorciada del compositor John Barry, incluso, tenía una hija. Sabía, eso sí, jugar con su aspecto aniñado: “Cuando rodé La piscina, en las pausas me chupaba el pulgar. Era una táctica para alejar a Alain Delon”.

Gainsbourg sí entendía ese tabú. Especifica en Ballade de Melody Nelson que ella tenía “14 otoños y 15 veranos”. Aunque todo se improvisó: Gainsbourg trabajaba intensamente, facturando canciones y bandas sonoras. Su colaborador musical, un joven llamado Jean-Claude Vannier, recuerda largas caminatas por París, hablando y hablando, pero sin llegar a hincarle el diente a Melody Nelson. Prefería crear bajo presión, en el último momento.

De ahí las deficiencias argumentales. El protagonista atropella –¡con su Rolls Royce!– a una ciclista inglesa. Hay flechazo, cortejo y consumación en un meublé. Bruscamente, Melody desaparece en un accidente de aviación. Cierra con Cargo culte, evocación de unas prácticas religiosas de Nueva Guinea, donde los nativos construyen réplicas de aviones y aeropuertos para que vuelvan los generosos soldados estadounidenses, allí destacados durante la II Guerra Mundial. ¿Espera el desolado héroe que los dioses le devuelvan a su amada?

Aunque Histoire de Melody Nelson pinchó a su salida, siguió vendiéndose y en los años ochenta recibió en Francia el disco de oro, que Serge regaló a Jane, ya su ex. Gainsbourg murió en 1991 tras una quinta crisis cardiaca, a los 61 años, sin ver el reconocimiento mundial de su drama de amor maldito.

En 2006, su socio Vannier recreó el álbum en Londres con vocalistas como Jarvis Cocker, Mick Harvey o Gruff Rhys. Dos años después se repitió en París con diferentes invitados. En verano del año pasado también sonó en el Hollywood Bowl, en un homenaje a Serge que contó con Sean Lennon, Beck o Mike Patton.

Ahora, con el 40º aniversario, Universal ha publicado una edición ampliada de Histoire…, con un CD de versiones alternativas que incluye el bosquejo de un tema inédito, Melody lit Babar, que enfatiza el candor de la criatura: lee las aventuras del elefante Babar. Tras investigaciones detectivescas, se aclara el misterio de quiénes fueron los músicos que allí tocaron.

Importan, claro que importan, los detalles. Si no se conoce el francés, una vez superado el shock de ese libertino que recita, el oído queda atrapado por una tela de araña de bajo, guitarra y batería trenzando divagaciones de funk y rock. De fondo, unas cuerdas ominosas, y hacia el final, el coro de las Juventudes Musicales de Francia. Todo, al servicio de la pasión gainsbourgiana. De alguna manera, Serge asumía que Jane era una mariposa difícil de conservar. Fue ella quien le dejó, tras quedarse embarazada del director de cine Jacques Doillon.

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