Geografías para la esperanza
El septeto madrileño aúna en Galileo Galilei elegancia y sudor, en una gran noche prologada por Joe la Reina
Todo un síntoma. Las mesas desaparecieron este sábado de la pista de la Galileo Galilei, circunstancia que sucede muy rara vez y que ya servía como indicio del cotarro que se avecinaba con Club del Río, una banda que ha sabido afianzar un estilo entre la finura y el alboroto. Los pronósticos acabarían cumpliéndose de largo, pero antes hubo ocasión de descubrir el material que andan urdiendo los donostiarras Joe la Reina, a quienes ya les tocaba mover ficha tras la gran curiosidad que despertó en 2014 su debut, Bailamos por miedo. Y las perspectivas son bien alentadoras, incluso con el eterno inconveniente matritense de quienes eligen los conciertos para su parloteo latoso.
El sexteto vasco sigue siendo muy escurridizo a las etiquetas, pero su pop sinuoso y catatónico se embadurna ahora con descargas de electrónica, como si Fleet Foxes y Golpes Bajos estuvieran perdiendo la partida frente a The XX. Muy interesante, pero mucho más difícil de tararear que a Club del Río, siete madrileños bucólicos, edificantes y sonrientes, aunque más aseados que jipis en sentido estricto. Ni el contagioso e inapelable baño de calor les hizo perder elegancia.
El septeto suma ya dos discos bien apreciables, pero es en directo donde le sacan más provecho a su muy meritoria fórmula. El cantante, Esteban de Bergia, posee una voz radiante y contagiosa, como si llamara incesantemente a “un buen día de sol y calor”. Y el lenguaje musical es rico (esos acentos inesperados), plural, esperanzado. Los chavales han sabido encontrar algún lugar entre Hola a Todo el Mundo, La MODA y Xoel López; entre Castilla, Latinoamérica y el festival británico de Cropredy. Y da gusto descubrir estas nuevas geografías indeterminadas: refrescantes paisajes para veinteañeros buenecitos que tampoco disgustarán a los papás progres.