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Crónica
Texto informativo con interpretación

Jørgen Leth, periodista, poeta, cineasta, diplomático...

En su filmografía hay desde trabajos experimentales a documentales sobre ciclismo o Laudrup

Tomàs Delclós
El cineasta J. Leth i Andy Warhol, en uno e sus filmes
El cineasta J. Leth i Andy Warhol, en uno e sus filmes

Jørgen Leth (1937). Poeta danés, periodista, excónsul en Haití, cineasta. Me hablaron de él Esteve Riambau y Octavi Martí. El mes pasado en la Filmoteca de Cataluña proyectaron algunas de sus películas más significativas. Por ejemplo, un documental de 1993 sobre Laudrup, cuando jugaba en el Barça. Como cronista deportivo, la primera pasión de Leth es el ciclismo. Ha seguido muchos tours para la televisión danesa, no solamente para explicar quién va primero sino para subrayar la poesía de este reto. Y tiene uno de los documentales más celebrados sobre esta disciplina deportiva, A Sunday in Hell (1976) sobre Paris-Roubaix, una ruta de polvo –y si llueve, de barro- con Merckx, Maertens, Moser... Leth recupera el lado helénico del deporte, la mitología, los héroes y los perdedores. Un día le pidieron que hiciera un filme sobre otro deporte y pensó en Laudrup. “El fútbol me interesa como coreografía y Laudrup era un artista con una fuerza creativa extraordinaria. Quería captar esto”, me explica. “Seguí el Barça durante un mes”. Este interés por el lado cinético del deporte todavía es más claro en documentales sobre el pimpón o sobre el tenis (un jugador que entrena), significativamente titulado Motion Picture, donde puede dedicar una secuencia al ruido de la pelota cuando rebota. Un regreso, nada inocente, a las indagaciones precinematográficas sobre la locomoción animal de Muybridge. También tiene un documental sobre la pelota vasca donde colaboró con otro poeta y periodista danés, Ebbe Traberg (1932-1996), corresponsal en España durante más de cuarenta años. Le gustaba el jazz, el ciclismo y fue un periodista muy respetado por sus colegas. También lo respeta y aprecia Leth, que me lo menciona expresamente.

Leth ha vuelto a Barcelona y aprovecha para seguir rodando un filme autobiográfico que empezó el 2011 y acabará el próximo año. Pero como buen cineasta experimental, su concepto de autobiografía no consiste en entretenerse con anécdotas. Más bien contempla paisajes, personas, cosas, acciones. Uno de sus cortos más famoso, The perfect human, muestra un hombre y una mujer durante 13 minutos saltando, cortándose las uñas, comiendo,...y todo acaba con el protagonista masculino, su otro yo, diciendo: “Hoy he experimentado algunas cosas, espero entenderlas de aquí algunos días”. “Es mi manera de estudiar la vida", comenta, "de pensarla. Jugar con sus elementos. Pongo las cuestiones, pero no quiero dar las respuestas”.

Recuento y repetición son dos constantes en su cine. El año 1981 filmó 66 escenas en los Estados Unidos. Un álbum casi fotográfico, sin literatura añadida. Se ve desde un barman preparando un Bloody Mary a gente, moteles, carreteras y Andy Warhol, que le aceptó ser filmado comiendo una hamburguesa que no se acaba. El año 2002 volvió a filmar nuevas escenas y revisitó otras, como volver al Sardi’s de Nueva York donde preparan nuevamente un Bloody Mary. Leth, sin embargo, matiza el concepto de “repetición”. Le gusta más hablar de “reutilización” porque aunque los materiales sean los mismos, los contextos cambian, explica.

Notes on Love.
Notes on Love.

The perfect human, de 1967, fue objeto de un singular juego en 2003. El también cineasta danés Lars von Trier le propuso hacer cinco nuevas versiones del corto, pero imponiéndole en cada caso una prohibición o condición. Por ejemplo rodarla a 15 frames por segundo (la tasa de refresco clásica del cine analógico es de 24 imágenes por segundo). Hay, pero, una condición que francamente me resulta obscena. Ir a un barrio miserable de Bombay y volver a rodar en la calle la escena del banquete con salmón. Leth admite que la situación era grotesca, pero el reto de hacer cosas absurdas se acercaba al surrealismo de su poesía, dice. Leth lo hizo, a pesar de que no satisfizo exactamente la exigencia de Von Trier.

Fascinado por los pequeños actos, por las cosas y las personas –a sus personajes les propone rituales “aparentemente simples”-, su trabajo tiene una inspiración antropológica. En Notes on Love, directamente acude a Malinowski y su manera de “estudiar la gente y ordenar las historias”. Leth habla de poner las pequeñas cosas de la vida en cajitas y darles un título. En el filme, vuelve a las islas de Nueva Guinea donde trabajó Malinowski. Las escenas que filmó Leth, como subraya él mismo, son muy parecidas a las que documentó Malinowski en los años veinte. “Es mi hermano”.

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Conversador amable, inevitablemente se le tiene que preguntar sobre qué piensa del periodismo, uno de sus oficios. Él mismo fue víctima de la prensa amarilla que organizó un falso escándalo sobre su vida privada. Le supuso tener que renunciar al consulado y fue temporalmente despedido como cronista de la televisión danesa hasta que se aclaró el asunto y la prensa más decente le pidió disculpas. Para Leth hay muy mal periodismo, tanto deportivo como generalista, pero un buen diario, como The New York Times le resulta “vitamínico”. ¿Y qué define al buen periodista?. “La curiosidad”, concluye.

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