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San Juan también se apasiona

La Sinfónica de Galicia y su coro hacen una soberbia versión de la ‘Johannes Passion’ de Bach

El fin de la temporada en que la Orquesta Sinfónica de Galicia cumple sus promeros 25 años sigue su marcha ascendente. Hace apenas dos semanas celebrábamos una excelente versión de la Novena de Beethoven. Hoy lo hacemos con una de las cumbres de toda la música occidental, La pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan, de Johann Sebastian Bach. Ambas obras tuvieron el mismo destacado protagonismo: los músicos de la orquesta y los cantantes del Coro de la OSG.

El COSG, no lo olvidemos, es un coro de aficionados. Pero canta con tanta calidad que está a la altura de las interpretaciones de la propia orquesta gallega y llega a tener su misma y espléndida versatilidad estilística. Algo solo alcanzable gracias al trabajo continuado de todos su miembros, multiplicado por el esfuerzo que los ensayos suponen para alguien que tiene sus trabajos y obligaciones personales. Y por la planificación de su director, Joan Company.

Si a todo esto añadimos la dirección de uno de los grandes especialistas en música barroca como Ton Koopman, la receta está escrita. Solo hay que poner ese extra que se cita cuando se habla de cocina, una buena cantidad de cariño, y la excelencia está servida.

La Johannes Passion produjo algún dolor de cabeza a un Bach recién aterrizado en Leipzig: antes de su estreno cometió el error de destinarla a la iglesia de Santo Tomás, pero era costumbre en Leipzig que las nuevas Pasiones se alternaran entre esa iglesia y la de San Nicolás y ese año le tocaba a esta última. La obra fue además considerada demasiado teatral por la autoridad competente, eclesiástica, por supuesto; pero ya se sabe que, en cuestiones culturales en general y musicales en particular, la autoridad, ya sea eclesiástica, militar o civil, suele ser bastante incompetente. Y, como al final la censura aguijonea al verdadero creador, la reconvención de sus patrones debió de estimular al bueno de Bach. Al año siguiente estrenó La pasión según San Mateo.

El COSJ, como queda dicho, tuvo una brillante intervención, siendo de destacar el acento dramático de esa preciosa especie de cromatismo del Wäre dieser nicht ein Übeltäter; la claridad de los temas fugados, como Wir haben ein Gesetz, y la compacta serenidad de los corales.

La versión de Koopman con los efectivos gallegos tuvo toda la vitalidad y altura espiritual que era de esperar de un gran maestro como él. Orquesta y coro estuvieron magníficos en todo momento y los diferentes climas de la obra fueron brillantemente traducidos a sonido. Las diferentes secciones y solistas hicieron un gran trabajo. Hay que destacar el chelo de Dragos Balan en el continuo, la viola de gamba de Fahmi Alqhai y el archilaud de Pablo Zapico.

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Entre los de la casa e invitados más habituales, los oboes de David Villa y Scott MacLeod; el fagot de Steve Harriswangler, que se unió a ellos en un precioso acompañamiento a la serenidad del aria del contralto Von den Stricken meiner Sünden; las flautas de Juan Ibáñez y Mª Carme Arrufat, todo dulzura en Ich folge dir gleichfalls... aria de la soprano. Y los violines de Maaria Leino y Adrián Linares, que sonaron casi como un único instrumento, con el precioso subrayado del laúd de Zapico. Entre todos ofrecieron un delicado colchón tímbrico para que la voz de Klaus Mertens luciera en el arioso Betrachte meine seel. Como, igual o más, en el siguiente número, el aria Erwäge, wie sein blutgefärbter del tenor.

Los solistas tuvieron una actuación bastante homogénea en calidad: el tenor Ariel Hernández Roque, soberbio en el dramatismo de sus recitativos como Evangelista y con un buen nivel de lirismo en sus arias. Mertens diferenció con buena claridad, por emisión y timbre, sus papeles como Jesucristo y Pilato y la intimidad de sus arias. Más versatilidad no se puede pedir a un mismo cantante en una sola obra. María Espada dio dulzura y calidez a sus intervenciones y Maarten Engeltjes, mezzosoprano, tuvo calidad más que suficiente en las suyas, dándoles un buen grado de emotividad.

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