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El ojo de pez
Crónica
Texto informativo con interpretación

Cela, Miró, Barceló y los de Can Roca

Un nudo anecdótico sobre la sobrasada (que no chorizo paté) como prenda y carta credencial a la vida y las relaciones de los isleños

Una llengonissa/sobrasada delgada, de Miquel Barceló.
Una llengonissa/sobrasada delgada, de Miquel Barceló.

La Chunga, amiga que fue de Camilo José Cela (CJC) y Joan Miró en Mallorca, bailaora de pies descalzos, pintora naïf y gitana, cuenta cómo el escritor Nobel viajaba a Madrid con “sobrasada y galletas de Inca” para ella, como un tributo de cortesía.

El detalle explicado por la Chunga remite a los años 60 del siglo XX, musa volcánica, retratada junto a Miró y Cela y luego —casi una adolescente— comiéndose una rebanada de pan y/con sobrasada (sobreasada, dice). Este testimonio, en blanco y negro, flota en el documental que sobre Cela, La danza de Formentor, ha gestado su nieta Camila Cela Marty quien no trató a su abuelo porque él se convirtió en fugitivo de la isla y su familia.

El anecdótico nudo gastronómico cultural sobresale en la pieza fílmica trabada por Pedro Barbadillo, Jaume Rodríguez, Neus Albis y Sebas Munar para IB3 y TVE, con fotografía de Agustí Torres. Vale la pena la narración transversal —y parcial de CJC, un retrato de parte, de sangre— porque muestra al personaje de exhibición y excensor que en el franquismo tuteaba también a Picasso y Robert Graves y creó Papeles de son Armadams.

La sobrasada no es una metáfora, es un presente, prenda, quizá pequeña joya o muchas veces duda de engaño. Ofrecer una pieza propia o seleccionada en la confianza es un guiño. Amistad, es llevarla de viaje y avituallamiento como la mejor vianda y presentarla como carta credencial y referencia de origen.

El embutido simbólico, referencial, está en la crónica de la intrahistoria privada de los mallorquines con los negocios y su relación con el poder, con el continente. Algunos ancianos en la recta final añoran a su madrecita y desean probar su última bocado de sobrasada, irse bien nutrido de memoria.

Unas sobrasadas envueltas en papel de periódico —este— recibieron los hermanos de El celler de Can Roca, en Barcelona, en la ocurrencia gastronómica sobre la exposición Mediapro Live en el Palau Robert. La ofrenda en mano la llevó el pintor Miquel Barceló de su propia percha.

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Los Roca, tan discretos y dispuestos, sabios en la síntesis de sabores y administradores de sorpresas y motivos de sus alianzas en sus comidas, han participado en la matanza mallorquina del pintor en sa Devesa de Ferrutx.

Y han probado en verano la sobrasada vieja (de ocho a nueve meses), a bordo de un llaüt, al pairo, en una cueva marina de la costa de peñascos de Ferrutx, con la boca empapada de vino Ànima Negra.

Otra sobrasada, protegida con diario, quedó sobre el plato vacío en la mesa de Jaume Roures. Alrededor algunas personas ligadas a las islas, Mariscal, Serrat, Puyol, otros adheridos como Pep Guardiola o León de Aranoa. Roures con Manuel Huerga ha construido un documental acerca de dos exposiciones de Barceló en París, de 2016, sobre todo la del velo de barro grafiado en la Biblioteca Nacional, obra efímera —ya no está, solo imágenes capturadas— con Ramon Llull en el centro de referencia. El relato audiovisual nace en las matanzas de Ferrutx y el tejar de Vilafranca.

“No es chorizo paté la sobrasada” apuntó irónica la mujer de Barceló, Rose —cuinera— mentando esta historia reciente sobre la vergüenza que dejar vender en el Reino Unido con aquella denominación de ficción del embutido franquicia autóctona de los mallorquines.

Por si acaso, antes de que casi todo se derrumbe y despersonalice, el pintor mallorquín ya hizo una escultura en bronce de la mayor pieza de sobrasada, el vientre gigante (el bisbe). Asimismo recreó gigante un pie de cerdo como totem.

La mejor sobrasada, o la mejor de todas, es una expresión de propiedad, cuando con un por de seguridad y orgullo por la confianza, calidad y simplicidad en la tradición.

Da miedo leer como se denomina sobrasada forastera (de Níjar, en venta a una marca gigante online) en tarrina, sin maduración en tripa: “azúcar, antioxidantes (E-316, E-331, E-320, E-321, E-325), potenciador del sabor (E-621), conservantes (E-252, E-262) , extracto de pimentón y estabilizador (E-452i). Se ha empleado leche o sobre derivados (incluida la lactosa). Pueden existir trazas de proteína de leche y soja”.

Una matancera campesina o artesana alucina ante tanta mezcolanza química. Tanta fantasía. Por eso los adictos autóctonos y externos son tan exigentes en su memoria.

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