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La lenta adaptación a la tasa de las bebidas azucaradas

Pasado un mes de la entrada en vigor del impuesto, muchos supermercados ya han subido los precios, mientras bares y restaurantes todavía se resisten

Josep Catà Figuls

Las bebidas azucaradas están sujetas a un nuevo impuesto desde que la Generalitat lo puso en vigor el Primero de Mayo. Después de unas semanas en las que los establecimientos han tenido tiempo de consumir sus reservas, ahora los locales tratan de adaptarse a esta nueva tasa. Mientras que la mayoría de supermercados y colmados ya han subido los precios, algunos bares y restaurantes todavía viven de su stock y se resisten a cargar el impuesto a los clientes.

Dos turistas, consumiendo un refresco azucarado.
Dos turistas, consumiendo un refresco azucarado.Albert Garcia

Sin embargo, todos ellos tendrán que acabar haciéndolo, ya que el decreto ley que fija el impuesto, cuyo objetivo es disuadir el consumo, obliga al contribuyente, que es el vendedor o distribuidor, a repercutir la tasa al consumidor final.

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El nuevo impuesto catalán —que afecta a refrescos tan populares como la Coca-Cola, la Fanta o la tónica Schweppes, además de las marcas blancas de las grandes cadenas de distribución— sigue las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se inspira en gravámenes parecidos en otros países europeos y tiene dos tramos.

Por un lado, un aumento de ocho céntimos de euro por litro para las bebidas con entre cinco y ocho gramos de azúcar por cada 100 mililitros. Y por otro, un incremento de 0,12 euros por litro para los productos que tienen más de ocho gramos por cada 100 mililitros. El resultado para los clientes es un aumento de entre un 7% y un 50% del precio de las bebidas azucaradas, dependiendo del volumen y la composición, y el incremento afecta especialmente a las marcas blancas.

Una lata de Coca-Cola original de 330 mililitros, por ejemplo, costaba en una tienda de barrio 0,58 euros y ha subido hasta los 0,62. En los supermercados regentados por paquistaníes y abiertos todos los días, como el de Mahmood en la Barceloneta, el precio sube hasta los 0,70 euros. También en las grandes cadenas de supermercados han incrementado los precios. “Nosotros actualizamos los precios al día siguiente de entrar en vigor la tasa, y ahora la Coca-Cola grande ha pasado de los 0,89 euros a los 0,96”, detalla una cajera de un Caprabo en el Eixample.

En los bares y restaurantes el alcance del decreto todavía es desigual. En el McDonald’s, que cuenta con un amplio stock, aún no han subido los precios. El menú combo cuesta 3,90 euros e incluye cualquier bebida. La cuestión es si, al actualizar las tarifas, el restaurante distinguirá entre los clientes que consumen bebidas azucaradas y los que no. “De momento, por suerte, no hemos tenido que cambiar los precios”, indica el encargado de un McDonald’s de Barcelona.

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Consta en la factura

En algunos restaurantes, como el bufé libre FresCo, sí que han empezado a recaudar este impuesto y, como precisa la Generalitat, tienen que hacerlo constar en la factura que se entrega al cliente (en un tíquet de 10,05 euros, el “suplemento por bebida azucarada”, así consta en el papelito, es de diez céntimos).

En otros, como el céntrico y concurrido bar Zurich, en la plaza de Cataluña, todavía se resisten. “Vendemos unas cuatro o cinco cajas de 24 latas de Coca-Cola al día; hace tres años que mantenemos los precios [1,85 euros en barra, 2,80 euros en terraza], pero supongo que habrá que cambiarlos”, admite un veterano camarero.

IBEE, el nombre oficial del impuesto

El nombre oficial del nuevo impuesto es IBEE (Impuesto sobre Bebidas Azucaradas Envasadas, en sus siglas en catalán). Afecta a refrescos, néctares, batidos, bebidas deportivas, de té y café y aguas con sabor. El contribuyente del impuesto es el vendedor o distribuidor de estos productos. Y está obligado a repercutirlo al consumidor final. Es un tributo trimestral que los restauradores y comerciantes deberán meritar a partir el 1 de julio de este año.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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