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“Si hay una incidencia en la nuclear, solo nos avisan con un fax”

El reciente incendio en Ascó destapa las disfunciones del protocolo de reacción

Marc Rovira
Complejo nuclear de Ascó con la torre de refrigeración en primer plano.
Complejo nuclear de Ascó con la torre de refrigeración en primer plano.EFE

Apenas cuarenta kilómetros separan los pueblos de Ascó y Vandellòs. Media hora en coche. En ese corto radio se concentra una potente infraestructura nuclear. Los dos reactores de Ascó y la central de Vandellòs 2, que linda con la durmiente Vandellòs 1 —protagonista en octubre de 1989 del peor accidente registrado en una central nuclear española—, producen al año más de 24.000 millones de kilovatios-hora de electricidad. Aproximadamente el 50% de la energía eléctrica consumida en Cataluña.

Las centrales dan energía y generan actividad económica. Son una robusta fuente de impuestos para los ayuntamientos. Sin embargo, una cantinela se repite entre aquellos que desde la ventana pueden ver el humo de vapor que escupe la nuclear. El ruego alude a “cruzar los dedos” para que no haya ningún susto. Lo repite Joan Juncà, alcalde de la Torre de l’Espanyol, un pueblo que está dentro de la zona de especial afectación: un radio de 0 a 3 kilómetros de la planta de Ascó. “No estamos para nada preparados por si hay un accidente”, lamenta.

Gemma Carim preside el consejo comarcal de la Ribera d’Ebre y es la alcaldesa de Vinebre, también a tiro de piedra del reactor. Asegura llevar “años” reclamando la figura de un técnico de protección civil que ayude a coordinar las actuaciones de prevención y, en su caso, reacción ante el riesgo nuclear. Òscar Acero es alcalde de Bovera, un municipio que ya pertenece a la provincia de Lleida y que por solo 400 metros queda fuera de la zona 1 de protección. Cuenta que, en su caso, las carencias son clamorosas. “Si hay una incidencia en la nuclear, el único aviso que recibimos es un fax al Ayuntamiento”, asegura. “Si el accidente es un viernes por la tarde, no nos enteraríamos hasta el lunes por la mañana”, denuncia.

Dos alertas en 10 años

El último susto, la madrugada del pasado martes 23, fue cuando un incendio hizo saltar las alarmas en Ascó 1. Se activó el plan especial de emergencias, conocido como plan Penta. La subdelegación del gobierno en Tarragona concede que no había habido una alerta nuclear similar des del verano de 2008, cuando un incendio afectó Vandellòs II. Aquellos días fueron convulsos para Anav (la gestora que está al mando de las plantas de Ascó y Vandellòs) porque el Consejo de Seguridad Nuclear acababa de descubrir que los directivos de Ascó habían mentido deliberadamente para ocultar una fuga de partículas radioactivas.

Ascó mantiene que contacta telefónicamente, por mail y por fax, con la subdelegación del gobierno en Tarragona para que dé aviso de la incidencia a la población. En lo referente al incidente del pasado martes, la subdelegación, por su parte, asegura haber avisado a todos los alcaldes de los municipios afectados. Joan Juncà lo pone en duda. “Suerte que en el pueblo todos tenemos familiares o conocidos que trabajan en la nuclear y nos informaron de lo que pasaba”, dice. Añade que la comunicación con la subdelegación no es fluida. “Nos mandan un fax al ayuntamiento dando aviso del Penta. Yo tengo 30 años y no sé ni cómo va el fax, tuve que avisar al alguacil”, razona.

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En la Torre de l’Espanyol hay escasa cobertura de móvil, por lo cual, en caso de una hipotética evacuación no resultaría sencillo avisar a los vecinos. “Aquí mucha gente trabaja en el campo o vive en masías. Es vergonzoso que con el riesgo que corremos no tengamos cobertura”, señala. Gemma Carim no oculta que hay abundantes carencias pero avisa de que ser alcalde de un pueblo que está pegado a la nuclear tiene sus cargas. “Si entras en el ayuntamiento tienes que saber lo que hay y formarte”, dice. “A mí no me gusta dormir con el móvil pegado a la cabeza pero si te llaman tienes que poder reaccionar rápido”. Dice que el martes 23, tras el incendio en Ascó, ella y sus concejales se movilizaron a toda prisa. “A las 5:30 ya estábamos todos en el ayuntamiento esperando novedades”.

Solo unos kilómetros más allá, Òscar Acero dormía ajeno al jaleo. No lo llamó nadie. Por la mañana, en el ayuntamiento había un fax procedente de la subdelegación del gobierno en Lleida. “Desde Tarragona avisan a Lleida y Lleida nos avisa a nosotros. Ya me dirás si esto es rapidez”, señala.

Fernando Marti Scharfhausen es, desde diciembre de 2012, presidente del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN). El mes pasado hizo su primera visita a la zona nuclear de Tarragona. El diputado de ERC Jordi Salvador se atribuye un papel protagonista para forzar el desplazamiento de Marti Scharfhausen a Ascó y Vandellòs. “En una comisión le pregunté si conocía la zona y no tuvo más remedio que admitir que no había estado nunca”, alerta.

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