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Correr entre contaminación

Un estudio de varias universidades demuestra que los beneficios del ejercicio físico son superiores a los perjuicios del exceso de partículas nocivas en el aire

Un corredor en una de las aceras de la avenida Diagonal.
Un corredor en una de las aceras de la avenida Diagonal.A. R.

58.000 personas corren por las calles de Barcelona. Es domingo. La cita: la carrera de El Corte Inglés, una oportunidad para pisar el asfalto sin preocuparse por los coches y su contaminación. Correr es ya una actividad habitual en la ciudad, en esta y en la mayoría de las urbes del mundo. Pero cuando los vehículos recuperan la circulación habitual y la emisión de partículas contaminantes vuelve a pie de calle, los corredores se encuentran con un escenario no muy propicio para la práctica del deporte. Sin embargo, un estudio realizado por seis universidades y dos centros de investigación—entre ellos la Universidad Pompeu Fabra, el ISGlobal de Barcelona y el Ciberesp de Madrid—ha demostrado que los beneficios del ejercicio físico son superiores a los perjuicios de la contaminación.

“No podemos perpetuar el miedo a la contaminación. Nos condiciona el comportamiento”, explica David Rojas-Rueda, licenciado en Medicina e investigador del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal). El estudio Can air pollution negate the health benefits of cycling and walking? ("¿Puede la polución del aire negar los beneficios en salud de andar o ir en bicicleta?", en inglés), realizado con la colaboración de científicos de varias nacionalidades, refleja la siguiente conclusión: Los beneficios de hacer deporte son superiores a los posibles daños causados por la contaminación. “Las únicas ciudades europeas donde los daños provocados por las partículas nocivas serían superiores a las ganancias derivadas del ejercicio físico están en Bulgaria y Rumanía”, explica Rojas.

¿En qué ciudades es perjudicial hacer deporte?

Al igual que en Barcelona, hay otras ciudades como Londres y París donde los beneficios derivados de salir a correr o ir en bicicleta por la ciudad superan los posibles daños que ocasionan las partículas en suspensión. Can air pollution negate the health benefits of cycling and walking? ha determinado aquellos territorios donde el ejercicio físico en suelo urbano es perjudicial para la salud.

La investigación señala hasta 15 ciudades dónde en menos de una hora de deporte al exterior, los beneficios quedan sobrepasados por los daños de la contaminación. Centros industriales como la localidad de Allahabad y Gwalior en la India o Zabol en Irán registran efectos negativos en la salud en sólo media hora de ejercicio. Los habitantes de Delhi, la capital india, y los de la ciudad china de Xingtai, empiezan a percibir los daños después de una hora de exposición a las partículas nocivas del aire.

El estudio ha medido la calidad del aire a través de la comparativa de los niveles anuales de las partículas PM2.5 – de sólo 2,5 micrómetros de diámetro – estimando una proporción de 115μg/m3 o superior para perjuicios en menos de una hora de movilidad activa – asumiendo, por ejemplo, que los ciclistas se movían a velocidades de entre 12 y 14 kilómetros por hora. En 62 ciudades han encontrado niveles de estas partículas superiores a 80μg/m3, el que supone sólo dos horas de actividad física antes del daño.

Las únicas ciudades europeas donde los daños provocados por las partículas nocivas serían superiores a las ganancias derivadas de hacer deporte están en Bulgaria, Rumanía y Macedonia.

Los esfuerzos del Ayuntamiento en materia de calidad del aire se han centrado en medidas para restringir la circulación por la ciudad a las tipologías de coches más contaminantes. Una de las iniciativas que ha generado más polémica es la de vetar la entrada a Barcelona a los vehículos de más de 20 años durante los días laborables a partir del 2019. Se calcula que el veto afectará alrededor de 130.000 conductores. “No es la mejor medida ni la final, pero se tiene que empezar por algo”, explica el experto en Geoquímica Ambiental del CSIC Andrés Alastuey. “Hay que empezar a prohibir la entrada de coches”, defiende Alastuey, quien considera que también hay que mejorar el transporte público y modernizar la flota de taxis y vehículos de mercancías.

Rojas-Rueda también se muestra crítico con las medidas que plantea el Ayuntamiento de Barcelona. “Elegir una tipología de vehículo y restringirlo no es una de las mejores propuestas para solucionar el problema de la contaminación”, dice. Según Rojas, el efecto que esa propuesta produciría en la calidad del aire seria prácticamente nulo. Una de las pocas iniciativas que, en su opinión, redefinen el espacio público para promover una movilidad más sostenible son las supermanzanas. El Ayuntamiento prevé implantar otra, como la del Poblenou, alrededor del mercado de Sant Antoni.

Si la presencia de partículas en suspensión en el aire no es excusa para dejar de hacer ejercicio físico en suelo urbano, los expertos defiende que las políticas pueden ir enfocadas a promover el deporte y la movilidad sostenible en la ciudad. “Mejorar la red de distribución del transporte público es la primera alternativa”, añade Rojas.

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Una ciclista antes de cruzar la Avenida Diagonal por la calle Numancia.
Una ciclista antes de cruzar la Avenida Diagonal por la calle Numancia.A. R

El investigador del ISGlobal considera que en Barcelona el problema es intermunicipal, puesto que afecta a toda el área metropolitana. “La mayoría de emisiones se producen en los trayectos entre municipios, no dentro de la ciudad. Hasta que no se mejore el sistema de movilidad pública para que conecte estos destinos de forma eficiente, competitiva, atractiva y agradable, no conseguiremos que la gente deje de utilizar el coche”, dice. Mientras que la oferta de transporte público en la capital catalana mejora —los servicios de metro y autobús han sacado este año la nota más alta de los pasajeros en la última década— la conexión con los municipios adyacentes todavía tiene mucho margen de mejora para ser realmente competitiva. Según Rojas, una política restrictiva en la circulación sin una buena alternativa está condenada.

La contaminación, un problema endémico en la ciudad

Los informes anuales de calidad del aire, que realiza el equipo de Urbanismo y Medio ambiente de la Agencia de Salud Pública de Barcelona (ASPB), muestran que los niveles de partículas nocivas en Barcelona se mantienen estables por encima del umbral que marca la OMS – excluyendo un incremento notable el 2015 debido a unas condiciones meteorológicas que no contribuían a la dispersión de los contaminantes.

Esto supone que el 95% de la población de Barcelona está potencialmente expuesta a la contaminación. Dentro de este abanico, niños, gente mayor y personas que practiquen deporte en suelo urbano —debido a una mayor absorción de aire en el ejercicio físico— son los colectivos más vulnerables.

El 50% de las partículas en suspensión proviene del desgaste de frenos y neumáticos. Los metales pesados altamente tóxicos— y el plástico que form—a el engomado de las ruedas se volatilizan y son inhalados de la misma forma que los gases nocivos provenientes del tubo de escape. Una mayor proporción de coches de ingeniería eléctrica disminuiría drásticamente la contaminación acústica y parte de las emisiones pero no eliminaría los “problemas de accidentalidad y de sedentarismo”, según Rojas.

La Agencia de Salud Pública de Barcelona, que realiza anualmente el informe de calidad del aire que se respira en la capital catalana, y el investigador del ISGlobal, creen que esperar a que la transición tecnológica solucione los problemas es perder una gran oportunidad. “Los problemas son oportunidades para mejorar. Tenemos mucho a ganar si apostamos por rediseñar nuestras ciudades”, concluye Rojas.

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