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David Grimal, la sencillez de los grandes

La Orquesta Vigo 430 ofrece un notable concierto para la Filarmónica de Lugo en el Círculo de las Artes

La Orquesta Vigo 430 actuó el sábado en el Círculo de las Artes dirigida por Vicent Alberola (Benifairó, Valencia, 1968). En programa, Old Sailor’s Room, de Juan Eiras (Vigo, 1977); el Concierto para violín y orquesta en re menor, op. 47 de Sibelius, en el que actuó como solista David Grimal (1973), y Eschejerezada, op. 35 de Rimski-Kórsakov. El concierto se enmarcaba dentro de la programación de la Sociedad Filarmónica de Lugo.

Solista de gran prestigio internacional, David Grimal es un artista que va más allá de su trabajo como intérprete. Su inquietud le llevó a la exploración de nuevas formas de hacer música que encontró en la orquesta Les Dissonances, que dirige al modo clásico desde el atril de concertino. Su sencillez y conciencia social le llevan también a colaborar en proyectos sociales y musicales como esta VI 430 o, hace poco tiempo, con la Orquesta Gaos de A Coruña.

Old Sailor’s Room, la obra de Eiras, está inspirada en el cuadro homónimo de Urbano Lugrís (A Coruña, 1908 – Vigo, 1973) y responde a un encargo de la Real Filharmonía de Galicia. El estreno por la RFG tuvo lugar en Santiago y Ourense en mayo de 2014, bajo la dirección de Maximino Zumalave (Santiago, 1956). En palabras de su autor, Old Salilor’s Room “Toma como punto de partida la dimensión psicológica del personaje principal, Ulyses, y desde ahí inicia una singladura que nos lleva por una suerte de viaje imaginario que transcurre por los diferentes episodios”.

Está dividida en cinco secciones que se corresponden a dichos episodios y su ambiente sonoro es fiel a este origen marinero, mostrado desde su inicio en el sonido agudo del arpa y los solos de violín acompañados por los vientos “en vacío”, sin nota, con un notable efecto de brisa. El canto del vibráfono le da un cierto aire de misterio, tal vez reflejando los recuerdos del personaje del viejo marinero. Remembranzas marítimas de cantos de gaviota en los clarinetes, mecidas por sonido que llega como a oleadas completan el ambiente de la obra. El autor salió a recoger los aplausos del público.

Grimal ofreció una soberbia versión del concierto de Sibelius. El sonido que extrae a su Stradivarius (el llamado Ex Roederer, construido en 1710) tiene virtudes mágicas y transporta a quienes lo escuchan. Más allá y muy por encima de su prodigiosa técnica, lo que hace Grimal es pura música por su fraseo y su capacidad de expresar en cada momento la esencia misma de la música, aquí la de Sibelius. Su versión del Allegro moderato inicial fue de auténtica referencia.

El buen color de las maderas al inicio del Adagio di molto creó el clima adecuado para que Grimal desarrollara todo el sereno dramatismo del movimiento. Luego, su violín se elevó sobre la oscuridad orquestal como una luz esperanzada, alcanzando momentos de muy intensa emotividad.

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El Allegro ma non tanto final fue deslumbrante desde cualquier punto de vista, pero ese canto en falsos armónicos en el registro agudo dejará una profunda huella en cuantos lo escuchamos. Su actuación y la dirección de Alberola contagiaron a la orquesta, logrando de esta un sonido y expresividad realmente notables que fueron creciendo a lo largo de la obra, alcanzando su cénit en el segundo y tercer movimientos.

Por si fuera poco lo que ya había dado, Grimal ofreció una propina realmente excepcional. Su versión del Largo de la Sonata nº 3 en do mayor, BWV 1005 de Bach, fue una verdadera lección magistral de técnica e, intepretación de esta obra maestra. Habrán hecho muy bien los más jóvenes miembros de la OSV 430 en sacar rendimiento a su escucha. Por la atención que le prestaron no habrá quedado; seguro.

En la segunda parte, un clásico absoluto, la Eschejerezada de Rimski-Kórsakov; obra bien conocida por todos cuya soberbia orquestación y amplísimo rango dinámica necesitan en el podio una batuta firme y atenta al detalle. La técnica y musicalidad de Vicent Alberola marcaron territorio en esta obra, demostrando el porqué de su carrera ascendente.

Vicent Alberola, ha desarrollado una brillante carrera como clarinetista que ha simultaneado con la dirección orquestal. Director durante años de la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia, la que podríamos llamar “vida pública” de Alberola comenzó en 2013, cuando subió del atril al podio nada menos que en el foso del Teatro Real de Madrid. Dos funciones de L’elisir d’amore en 2013, precedidas por otra actuación dos años antes, confirmaron su calidad como director.

Algo que algunos ya pudimos prever en A Coruña y no solo por su trabajo con la OJSG. Su atención al conjunto y su forma de vivir la música desde el atril de primer clarinete de la Sinfónica de Galicia eran una radiografía que anticipaba su futuro como director.

La Eschejerezada de Alberola con la VI 430 tuvo un pulso firme y elástico, con algún que otro precioso rubato. Sus tempi fueron bien reposados en el primer episodio, El mar y el barco de Simbad, en el que el concertino, Vlad Ioan Baciu, mostró por primera vez la gran calidad y calidez con que tocó el tema de la protagonista.

El sonido logrado de la orquesta fue realmente notable tanto en este como en el resto de episodios. A lo largo de toda la obra, los solos del violín y de los vientos, especialmente de as maderas, contribuyeron a la redondez de la versión. El vuelo expresivo y danzante logrados por Alberola y la VI 430 dieron al tercero, El joven príncipe y la joven princesa, el aire entre soñador y mágico que le corresponde.

El episodio final estuvo lleno de la energía que corresponde a su escritura y temática, con la esperable “inflación” dinámica que el sobrante de energía y entusiasmo de tanto buen músico joven suelen aportar. La VI 430 es, desde luego, un proyecto a seguir de cerca.

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