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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ricardo III, ‘the entertainer’

Enorme interpretación de Lluís Homar en el TNC. Actor y personaje reciben el justo premio que han perseguido durante la función

Lluís Homar y Lina Lambert durante la representación de 'Ricard III' en el TNC de Barcelona.
Lluís Homar y Lina Lambert durante la representación de 'Ricard III' en el TNC de Barcelona. May Zircus

¡Qué comience el espectáculo! Acto I, escena I primera de Ricard III (“Ahora el invierno de nuestro descontento….”); en seco el personaje de William Shakespeare, guarnecido con la armadura protésica de su tullidez, emprende con su primer y famoso parlamento una truculenta carrera de obstáculos para erigirse en protagonista absoluto de la función. La meta: ser el último de los Plantagenet y morir en el campo de batalla bramando para la historia del teatro por un caballo para redimirse con gesto heroico de su desbocada y tragicómica villanía. ¡Fin! Ovación. Merecida. Enorme interpretación de Lluís Homar. Actor y personaje reciben el justo premio que han perseguido con ahínco durante toda la función.

El gran final que les redime de la ansiedad que Xavier Albertí ha añadido a la consecución de su objetivo. Un duque de Gloucester que recibe cada encuentro con otros personajes del drama como una molesta interrupción en su camino hacia el reinado y el éxito. A la mínima que le autoriza el autor los despacha displicente hacia el destierro, el tálamo o la muerte. Un futuro Ricardo III con la amargura del cómico decadente de The Entertainer de John Osborne, la envidia cómica del visir Iznogud y la enfermiza misantropía del jorobado Rigoletto. Payaso del terror, siempre atento a la reacción del público, su auténtico interlocutor. Una criatura exhibicionista y operística, esperando el aplauso por sus piruetas de malo malísimo.

Ricard III

De William Shakespeare. Dirección: Xavier Albertí. Intérpretes: Lluís Homar, Oriol Genís, Julieta Serrano, Robert González, Aina Sánchez, Jordi Collet, Lina Lambert, Antoni Comas, Carme Elies, Anna Sahun, Albert Prat, Joel Joan, Roger Casamajor y Oscar Valsecchi. TNC, 4 de mayo.

Máscara histriónica

Albertí disfruta con esta máscara histriónica que pervierte la singularidad del personaje —una caricatura del horror que anida en la guerra por el poder. El mimo que se percibe cuando se aleja de la ortodoxia de la gran pieza escénica, resuelta con cierto estatismo, y se regodea en el gesto iconoclasta de sus preciosas obras de cámara. Las escenas donde es evidente el guiño cómplice con Oriol Genís —disfrazado de grotesco Mefistófeles— o Antoni Comas entonando con la garganta “Bella figlia dell’amore” o los dedos el op. 100 de Schubert. Es el desequilibrio entre la convencionalidad declamatoria de Lady Anna (Anna Sahun) ante el cadáver Enrique VI y la brillante vulgaridad con la que se trata el fardo-bulto del monarca muerto. Una dirección que luce cuando pierde el corsé de lo que es correcto en la Gran Sala del TNC y se impone su juguetón mundo personal: Joel Joan (Buckingham) dejándose de finura y contención para apuntarse al guiñol tramado por su amo y señor; Carme Elies (reina Margarida) desatada como furibunda gran trágica, enloquecida Casandra; Lina Lambert (reina Elisabet) con el pie en tierra interponiéndose en un brillante intercambio dialéctico —como una fría funcionaria ante un atribulado contribuyente— a los frenéticos deseos del rey deforme; el reparto reunido en fantasmagórica orquestina para acompañar el mutis del rey con el Bolero de Ravel.

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