_
_
_
_
_

Maurice Tourneur, cineasta insumiso

La Filmoteca proyecta un ciclo dedicado al director francés, ignorado en su propio país

Tomàs Delclós
Un fotograma de la película 'La main du diable' de Maurice Tourneur.
Un fotograma de la película 'La main du diable' de Maurice Tourneur.

La Filmoteca ha programado un ciclo de 12 filmes de Maurice Tourneur (1876-1961) y lo ha titulado “Un clásico desconocido”. Desde luego lo es aquí, pero también en Francia, donde no le perdonaron que desoyera la llamada a filas en 1914 y permaneciera en los Estados Unidos evitando la I Guerra Mundial. Tourneur había ido aquel mismo año a los Estados Unidos para trabajar en una filial de Eclair. Pronto, el éxito de su cine en aquel país le permitió rodar y producir sus propias películas. Nacionalizado estadounidense, disfrutaba de la admiración de sus colegas. La emergencia, sin embargo, de los grandes estudios, con un sistema de trabajo donde el director, mermado de autonomía, era una pieza más bajo su control, incomodó a Tourneur. En 1926 fue apartado de un rodaje de la Metro porque no aceptó la supervisión por parte de la productora. Se sentía vigilado. Y decidió regresar a Francia. Pero en su patria no habían olvidado que era un desertor.

Christine Leteux ha publicado en Francia una documentada biografía del personaje y ha sido la encargada de presentar el ciclo de la Filmoteca. Para Leteux, hay un dato final sobre la desmemoria francesa hacia su cineasta. Las necrológicas en la prensa gala fueron rutinarias y escasamente informadas. “En cambio, la de The New York Times decía que su talento había influenciado el desarrollo el cine”. Más, en Los Ángeles tiene una estrella en la Paseo de la Fama. De hecho, en sus últimos años malvivió de traducciones de novela negra norteamericana. Clarence Brown, que se había formado como cineasta al lado de Tourneur y había llegado a ser el director favorito de Greta Garbo, le pasó esos años un cheque mensual hasta su muerte. Y viajó desde Suiza al entierro de su amigo. Un entierro donde faltó el hijo de Tourneur, Jacques, que conoció el cine al lado de su padre y, como él, ahora trabajaba en Estados Unidos. La relación entre los dos fue educada pero distante desde que Jacques le arrebató a Maurice su amante. “Maurice seguía por la prensa estadounidense la carrera de su hijo”, comenta Leteux.

En 1928, ya instalado en Francia pero con la prensa recordando su pasado insumiso, antipatriótico, es expulsado el país. Leteux considera que en la campaña de algunos colegas en su contra hay un factor nada desdeñable: “los celos profesionales”. Vivirá un año en Berlín donde rodará un filme con una joven comediante, Marlene Dietrich. Tras 16 meses en Alemania, se le permite regresar a Francia donde tiene el trato de extranjero expulsable que debe renovar su permiso de residencia cada tres meses. La implantación del sonoro que, por un tiempo, hasta la llegada del doblaje, frena la importación de películas permite la resurrección de la industria autóctona de la que Tourneur volverá a ser una pieza.

Más complicaciones

La invasión alemana de Francia y la II Guerra Mundial traerá nuevas complicaciones a Tourneur, como ciudadano estadounidense residente en Francia es doblemente sospechoso. Sus cuentas son bloqueadas en 1941 y debe presentarse cada semana a la autoridad nazi del barrio. Curiosamente, por estas fechas, trabaja para la Continental, una productora fundada por los alemanes en Francia. Como explica Leteux, la Continental no era un aparato de propaganda alemán. Intentaba ser un buen negocio y mantener viva la industria del cine francés, de la que sacaría provecho una Alemania que hubiera ganado la guerra. De hecho, en la Continental trabajaron desde colaboracionistas declarados a profesionales que militaban en la resistencia. El film que abrió el ciclo de la Filmoteca (La main du diable) lo rodó Tourneur en esta etapa.

Para Leteux, la categoría artística el cine de Tourneur no ha sido reconocida. En el cine mudo rompió con la inercia de hacer teatro filmado (“en The Whip, 1917, ya filma el descarrilamiento de un tren”). Era un cineasta preocupado por el escenario, la iluminación, la construcción narrativa y Leteux subraya que en un filme como The Blue Bird (1918) “hay una estilización del decorado que anticipa el expresionismo que introduce Caligari en 1920. En su filme hay muchas ideas que luego desarrollarán los alemanes”.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Parte de la documentación consultada por Leteux para escribir la biografía está en archivos franceses que los alemanes se llevaron a Berlín durante la ocupación y que terminaron en Moscú tras la entrada de los soviéticos en la capital alemana. “Y no será hasta la glásnot de Gorbachov cuando las autoridades francesas podrán reclamar con éxito su restitución”. Ahora trabaja en la singular historia de la Continental.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_