Esplendor y tersura
El británico de origen africano ofrece en El Sol una gran lección de elegancia y seducción
Abrumados desde la divina Amy con la avalancha de nuevos nombres del soul, podemos aplicar la manga ancha en noches tontas pero conviene separar grano y paja para que liberemos espacio en el maltrecho disco duro de nuestra masa gris. Anunciémoslo pronto: Myles Sanko es grano puro. Tanto como para doblegar las reticencias de los escépticos, que hoy son legión y religión en cualquier ámbito del saber musical que no hayan bendecido previamente Pitchfork o Drowned in Sound. Ellos solitos se lo perderán, porque lo de Sanko del miércoles en El Sol fue cosa muy fina. Y elegancia superlativa, más allá de la americana entallada de este oriundo de Cambridge con sangre de Ghana y Francia.
El autor de Just being me goza de una voz matizada y templadísima, pero casi nunca juega la baza de avasallarnos con un torrente de agudos y decibelios. Myles prefiere adentrarse en el arte de la seducción, y sospechamos que lo domina con holgada destreza. “Quiero que hoy terminemos como amigos y no como extraños”, anunció antes de engatusarnos con un repertorio esplendoroso y una tersura que remitía directamente a Bill Withers o Isaac Hayes. O con ese mantra colectivo repetido decenas de veces, “I need you more than you know”, que enamoró a más de 200 personas en un coro unánime.
Sanko apuró el exiguo espacio del escenario con una generosa formación de septeto, a la espera de una gira rutilante que le permita incorporar también a la sección de cuerdas. Dispone dos metales, con la ventaja de que el saxofonista, el excelente Gareth Lumbers, desenfunda de vez en cuando la flauta y aporta otros colores más líricos. Save my soul sonó arrolladora y tanto Promises como Forever dreaming parecieron infinitamente pegadizas. Nuestro hombre tenía que levantarse a las cinco de la madrugada para coger el AVE a Barcelona, pero no racaneó ni un segundo. Y, casi al final, nos concedió un festín entremezclando Mercy, mercy me y What’s going on. Contra la barbarie y los días mustios y lluviosos, nada como el curativo Marvin Gaye.