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SOUL / Myles Sanko

Esplendor y tersura

El británico de origen africano ofrece en El Sol una gran lección de elegancia y seducción

El cantante Myles Sanko en un concierto en Madrid.
El cantante Myles Sanko en un concierto en Madrid.EP

Abrumados desde la divina Amy con la avalancha de nuevos nombres del soul, podemos aplicar la manga ancha en noches tontas pero conviene separar grano y paja para que liberemos espacio en el maltrecho disco duro de nuestra masa gris. Anunciémoslo pronto: Myles Sanko es grano puro. Tanto como para doblegar las reticencias de los escépticos, que hoy son legión y religión en cualquier ámbito del saber musical que no hayan bendecido previamente Pitchfork o Drowned in Sound. Ellos solitos se lo perderán, porque lo de Sanko del miércoles en El Sol fue cosa muy fina. Y elegancia superlativa, más allá de la americana entallada de este oriundo de Cambridge con sangre de Ghana y Francia.

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El autor de Just being me goza de una voz matizada y templadísima, pero casi nunca juega la baza de avasallarnos con un torrente de agudos y decibelios. Myles prefiere adentrarse en el arte de la seducción, y sospechamos que lo domina con holgada destreza. “Quiero que hoy terminemos como amigos y no como extraños”, anunció antes de engatusarnos con un repertorio esplendoroso y una tersura que remitía directamente a Bill Withers o Isaac Hayes. O con ese mantra colectivo repetido decenas de veces, “I need you more than you know”, que enamoró a más de 200 personas en un coro unánime.

Sanko apuró el exiguo espacio del escenario con una generosa formación de septeto, a la espera de una gira rutilante que le permita incorporar también a la sección de cuerdas. Dispone dos metales, con la ventaja de que el saxofonista, el excelente Gareth Lumbers, desenfunda de vez en cuando la flauta y aporta otros colores más líricos. Save my soul sonó arrolladora y tanto Promises como Forever dreaming parecieron infinitamente pegadizas. Nuestro hombre tenía que levantarse a las cinco de la madrugada para coger el AVE a Barcelona, pero no racaneó ni un segundo. Y, casi al final, nos concedió un festín entremezclando Mercy, mercy me y What’s going on. Contra la barbarie y los días mustios y lluviosos, nada como el curativo Marvin Gaye.

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