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Crónica
Texto informativo con interpretación

‘President’ entre comillas

Puigdemont sitúa en medio de sus respuestas a la oposición alegorías como “el hámster ha salido de la rueda"

Manel Lucas Giralt
Carles Puigdemont en el Parlament.
Carles Puigdemont en el Parlament.ALBERTO ESTÉVEZ (EFE)

Winston Churchill y Josep Pla mantienen una dura competición por ver quién es el más citado en tertulias y discursos. Hay tantas citas que se le atribuyen a cada uno que algunas las tuvieron que decir en sueños. Si no, no les habría dado tiempo con una sola vida a componer tantas sentencias para la historia y para recurso fácil de analistas en apuros (y vivieron bastante los dos, para lo que fumaban). Pues bien, hace días que tengo la extraña impresión de que Carles Puigdemont —perdón por el ripio— ha tomado nota de la costumbre y, ante la incertidumbre de si será o no el president de la independencia o del referéndum o de la ley de transitoriedad jurídica y santas pascuas, se esfuerza por intentar emularlos y sueña con una Pilar Rahola o un Paco Marhuenda del 2070 soltando una frase del tipo: “Como diría Puigdemont...”.

Será porque es, o fue, periodista, pero diría que el actual number one de la Generalitat plantea sus discursos colocando aquí y allá unas frases de fácil cita entrecomillada, posibles y socorridos titulares de prensa muy tentadores cuando el redactor de turno escribe en directo y a toda mecha para colgar la crónica en la web de su periódico cuanto antes, mientras su jefe le presiona para que no se pierda ni un solo clic por el camino.

En la última sesión parlamentaria, el president ubicó en medio de sus respuestas a la oposición alegorías como “el hámster ha salido de la rueda”, “el Consell de Garanties Estatutàries nos ha criticado la poesía, pero no la prosa”, y otras que mi metaforómetro no es capaz de asimilar. (Hay que admitir que son de distinto nivel que “sobre Europa ha caído un telón de acero” o “solo os puedo prometer sangre, sudor y lágrimas”)

Estos titulares, Puigdemont los coloca con cierta cadencia teatral. Entonces pone la vista en un punto intermedio entre el interlocutor y el horizonte —lo que vislumbra en ese horizonte, solo él lo sabe—, y espera el aplauso de propios —que no de extraños—. (En el Parlament se aplaude mucho, cual concurso de televisión o como en Sálvame, pero con parcialidad).

A quien no ha mirado mucho el president en la sesión de este miércoles es a Anna Gabriel. A ver, no es fácil, le queda exactamente a la espalda y varias filas atrás. Será por eso que Puigdemont no se giraba apenas. O será porque le había sacado el caso Millet. La portavoz de la CUP le pedía que no aceptara apoyos de diputados salpicados en el escándalo del Palau, y cuando lo decía la mano se le iba imperceptiblemente hacia el escaño de Germà Gordó. Que tampoco se giraba, claro. Y Puigdemont, con su respuesta, venía a decir, oiga, a mí no me líe, yo soy nuevo; lo dicho, ninguna gana de mirar hacia atrás.

Total, que a la oposición se le acumulaba el trabajo: ¿qué preguntamos, lo del Palau, lo del Consell de Garanties Estatutàries o lo de colar la ley de transitoriedad estilo brindis de boda: de un trago y con hurras al final? Dejaron lo de Millet para los pasillos, donde pueden evitarse la réplica del Govern. Sacaron pecho, pidieron responsabilidades, e Iceta recordó a Pasqual Maragall, el primero que sacó el tema en 2005. Cierto, aún me acuerdo de la cara de pasmo de los diputados... del PSC.

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Manel Lucas es periodista.

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