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MÚSICA

Los maestros de Bohemia harán retumbar el Euskalduna

El festival Musika Música ofrece 75 conciertos de la mano de 850 músicos profesionales hasta el domingo

Vicente Cueva hará sonar un Stradivarius de 1691.
Vicente Cueva hará sonar un Stradivarius de 1691.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

Quien quiera darse un atracón de música clásica solo tiene que dejarse caer este fin de semana por el Palacio Euskalduna de Bilbao. El festival Musika-Música celebra su decimosexta edición con un sugerente viaje a la Bohemia del siglo XIX que invita a disfrutar distendidamente de las partituras que dejaron genios de la región checa como Mahler, Dvorák, Smetana y Janácek. Este año como novedad se ha abierto una ventana a compositores del país y para romper el hielo se ha elegido al navarro Pablo Sarasate.

Desde la organización, la fundación Bilbao 700, confía en consolidar la cifra de asistentes del año pasado, que rondó las 35.000 personas. El público heterogéneo es una de las señas de identidad de este festival, quizá el más popular dedicado a un género que antaño se vinculó a ciertas élites. Nada más lejos de la realidad. Un simple vistazo a las puertas del recinto basta para ver cómo comparten espera aficionados a la música clásica, jóvenes estudiantes o despistados que se ven con el programa en la mano y lo añaden a la agenda como un plan más del fin de semana.

Es una alternativa casi low cost, que compite sin complejos con dos cañas en una terraza o un ticket para el cine: las entradas oscilan entre los 4 euros la más barata y los 12 la más cara. Cada vez es más común escuchar hablar francés y tampoco faltan a su cita otros turistas musicales, sobre todo madrileños o de provincias limítrofes. El maratón musical arranca el jueves con el concierto inaugural a cargo de la Orquesta Sinfónica de Bilbao (BOS) que, junto a María Espada y María José Montiel, la Sociedad Coral de Bilbao y bajo la dirección de Yaron Traub interpretará la Sinfonía nº2, Resurrección, de Mahler. A partir de ahí, los acordes sonarán en cada rincón del Palacio Euskalduna en sesiones de mañana, tarde y noche.

El cartel es casi inabarcable. Incluye 75 conciertos de la mano de más de 850 músicos profesionales de las sinfónicas de Bilbao, Pamplona, Galicia o Navarra. La Orquesta de Cámara de Viena, la Aurora Orchestra, Vlach Qartet Prague o la Orquesta de Ostrava van a aportar el tono internacional a un evento que no olvida la cantera y reserva su espacio a alumnos de tres conservatorios. Entre los solistas destacan los pianistas Judith Jauregi, el barítono Fernando Latorre o el violonchelista Asier Polo. Una vorágine en la que va a pasar desapercibido Vicente Cueva.

Stradivarius

Invitado habitual de la BOS, sentado en el primer atril de violines segundos hará sonar un Stradivarius de 1691. “Va a ser uno más, es algo anecdótico”, resume, porque no va a haber ningún solo en el que poder apreciar su singular sonido. Sin embargo, el instrumento no ha pasado inadvertido, “¿cómo tienes tú esto?” es la pregunta que más veces ha tenido que responder Cueva entre caras de “incredulidad y expectación”. Esta joya ha llegado a sus manos cedida por el matrimonio propietario del Grupo Canimex, de Quebec, para grabar el primer disco dedicado íntegramente al Holocausto. Partita Shoah para Violín Solo y Templo Sagrado, es una composición de Jorge Grundman, cuyos abuelos murieron en el gueto de Varsovia.

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A partir de abril harán una gira por todo el mundo y las horas de ensayo desaconsejan que Cueva se despegue del legendario instrumento. “Voy casi tenso por la calle”, reconoce. Pero lo ha incorporado a su rutina en el centro Katarina Gurska de Madrid donde imparte clases o ahora en Bilbao, “una ciudad con una humedad estupenda para el violín”, matiza. El cuidado es minucioso, “dentro del Euskalduna el ambiente es muy seco y le tengo que administrar humedad extra para evitar que la madera se raje”. Apenas se conservan 400 violines del luthier de Cremona y pueden llegar a pagarse en subastas “entre 10 y 20 millones de euros”.

La anécdota del Stradivarius es solo una de las muchas que se pueden vivir en este potente festival. Como si fuera un menú degustación. Conviene pararse, afinar el oído y sentir la emoción de la música clásica.

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